Apoteosis del Madrid en Old Trafford
El equipo de Del Bosque consigue una brillante victoria frente al vigente campe¨®n de la Copa de Europa
En una noche m¨¢gica el Madrid puso ayer Europa a sus pies. Cuando menos se esperaba, en un rinc¨®n del Reino Unido donde reside el actual campe¨®n de Europa, el club m¨¢s rico y afamado del presente, la tropa madridista conquist¨® su victoria m¨¢s rutilante en varias d¨¦cadas. Lo hizo a lo grande: sin arrugas en el inicio, con m¨¢s talento que su rival para definir y sabidur¨ªa para controlar sus emociones. S¨®lo as¨ª se puede sacar pecho en Old Trafford, cuando se da lo mejor de uno mismo. Y eso hizo el Madrid, el mismo equipo que ha despertado tantas dudas durante la temporada, por su falta de juego y racaner¨ªa. Pero anoche se sacudi¨® la galvana, se remang¨® a tiempo y dej¨® un sello imborrable ante un gran equipo, al que super¨® de largo en los momentos culminantes. Sobre todo porque libra a libra algunas de sus figuras estuvieron por encima de las estrellas rivales. En este apartado, la dimensi¨®n de Helguera, Redondo y Ra¨²l fue descomunal. Tres gigantes para un choque de altura may¨²scula, que deriv¨® en un gran partido de f¨²tbol. Porque al Manchester tampoco le falta vuelo y, como todo equipo ingl¨¦s, el coraje le cuelga de la camiseta.El choque destilaba cierta incertidumbre. Por el sospechoso comportamiento del United en el Bernab¨¦u y por la borrosa trayectoria del Madrid. Adem¨¢s, en Europa negociar un perruno cero a cero siempre es complejo. La duda siempre es la misma: la manta, cu¨¢ndo taparse y cu¨¢ndo destaparse. Atormentados por el dilema, Manchester y Madrid arrancaron con escalofr¨ªos. Apostaron por enfriar la batalla hasta que alguien cantara sus cartas. Inicialmente, fuera del gui¨®n quedaron Roberto Carlos y Giggs, que abusaron cuanto quisieron de Gary Neville y Michel Salgado, dos laterales floj¨ªsimos. As¨ª, el espionaje de unos y otros s¨®lo saltaba por las aires cuando la pelota se inclinaba a la orilla izquierda de cada ataque: Giggs azotaba los ri?ones de Michel, que se tragaba como un poseso cada amague, y el brasile?o sacaba los colores de Neville, que termin¨® con una resaca terrible. Pero como todo juego de azar, el partido ofreci¨® un gui?o inesperado. Precisamente, con Salgado bajo los focos. El lateral emprendi¨® una animosa cabalgada por el costado, escupi¨® un centro raso al ¨¢rea y Keane, que llegaba a la carrera un poco pasado de rosca, la meti¨® dentro.
MANCHESTER 2REAL MADRID 3
Manchester United: Van der Gouw; Gary Neville, Stam, Berg (Sheringham, m.63), Irwin (Silvestre, m.46); Beckam, Roy Keane, Scholes, Giggs; Yorke y Cole (Solskjaer, m.63).Real Madrid: Casillas; Michel Salgado, Iv¨¢n Campo, Helguera, Karanka, Roberto Carlos; McManaman (Julio C¨¦sar, m.90), Redondo, Savio (Geremi, m.66); Ra¨²l y Morientes (Anelka, m.74). Goles: 0-1, m.18. Salgado centra y Keane marca en propia puerta. 0-2, m. 50 Ra¨²l cruza el bal¨®n al segundo palo. 0-3, m. 52. Redondo se va de tres defensas y marca Ra¨²l. 1-3, m. 65, Beckham. 2-3, m.88, Scholes, de penalti. ?rbitro: Pierluigi Collina (Italia), mostr¨® amarilla a Scholes y Redondo. Lleno absoluto. 61.000 espectadores en el estadio de Old Trafford.
Ante el azote, el United no tard¨® en agigantarse, como se le supone a un campe¨®n de Europa. Adelant¨® l¨ªneas, despert¨® un poco Beckham para dibujar unas cuantas roscas y Scholes, hasta entonces invisible, se dej¨® caer por el ¨¢rea espa?ola. Como suele ser habitual en los equipos que toman ventaja, el Madrid dio un paso atr¨¢s. Ya no ten¨ªa dudas en c¨®mo administrar el duelo: m¨¢s tapadito y a la contra, a buscar las cosquillas de los dos laterales del United. Durante algunos minutos, el Madrid se vio asfixiado. El empate le avis¨® en varias ocasiones. Pero actualmente la mejor versi¨®n del equipo est¨¢ en su defensa, que hasta ayer -y sin Hierro- hab¨ªa recibido dos goles en los ocho ¨²ltimos partidos. Con Casillas espl¨¦ndido, mostrando una personalidad impropia de su edad, ?y en Old Trafford!, y con Helguera exhibiendo una extraordinaria jerarqu¨ªa como centinela de los centrales, el Madrid aguant¨® el chaparr¨®n.
El equipo gan¨® el descanso con muy buena pinta y una enorme competitividad. El rastro ingl¨¦s era m¨¢s confuso. Ahogado Keane por Redondo, Cole y Yorke estaban encadenados entre los centrales blancos. Y los defensas locales hab¨ªan cantado m¨¢s de la cuenta. La sensaci¨®n era inevitable: los delanteros blancos eran muy superiores; no tanto los ingleses.
Advertido el Madrid, nada m¨¢s abrirse el segundo tramo el equipo de Del Bosque encontr¨® el mejor pu?al posible para destartalar definitivamente a su luminoso oponente: Ra¨²l. El chico decidi¨® que no pod¨ªa dar la espalda a la cita. Voraz como es, quer¨ªa a toda costa dejar un recado imborrable en Old Trafford, ese teatro del que tanto hab¨ªa o¨ªdo hablar, pero nunca hab¨ªa pisado.
Y lleg¨® su momento, como le ocurre a todos los grandes entre los grandes. Caz¨® un pase de McManaman, ech¨® la pelota al suelo, encar¨® a Silvestre y ense?¨® a Van der Gouw qu¨¦ es eso que llaman talento. La bota izquierda de Ra¨²l despidi¨® una rosca fant¨¢stica y la pelota se fue a descansar a la red. La estocada dej¨® p¨¢lido al campe¨®n. A¨²n no se hab¨ªa repuesto Old Trafford, cuando Redondo, inmenso toda la jornada, se sum¨® a la fiesta con una decisi¨®n que apenas se le conoc¨ªa desde su paso por Tenerife. Entr¨® en el callej¨®n del ¨¢rea, hizo un nudo a la defensa del United y con el tiral¨ªneas se la dej¨® a Ra¨²l para que la acariciara hacia la red: 0-3. El gol no s¨®lo amplific¨® la proeza sino que dio paso a un hecho imborrable: la hinchada local se infl¨® y aclam¨® de forma estruendosa a su equipo hasta el final, lo que engrandeci¨® m¨¢s si cabe la noche. Ni siquiera le dej¨® tirado con el mal trago. Un fen¨®meno muy ingl¨¦s que permiti¨® al United no rendirse hasta el final.
Pero los dioses eran blancos. Y, meritoriamente, el equipo madridista desempolv¨® la leyenda que lleva cosida al escudo y atrap¨® una de las victorias m¨¢s grandes de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Esta vez no fue con el miedo esc¨¦nico del Bernab¨¦u, fue en la misma plaza donde hace cuarenta a?os se vieron las caras Di St¨¦fano y Charlton, Gento y Best. En el teatro de los sue?os, donde los forasteros m¨¢s bien sufren pesadillas, salvo en noches invadidas de ¨¦pica, como la que ayer vivi¨® el Madrid.
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