Primeras depresiones
La Eurocopa 2000 nos ha ofrecido ya un pintoresco sumario de incidentes en el que se repite una antigua etiqueta: el sector derrotista de la cr¨ªtica vuelve a decirnos que nunca se jug¨® tan mal. Dado que esa alegre cofrad¨ªa mantiene la misma tesis desde que se retir¨® Ren¨¦ Petit, hoy estar¨ªamos presenciando una competici¨®n virtual. Si sus c¨¢lculos fueran correctos, el f¨²tbol debi¨® de desaparecer hacia el a?o 49. Antes de Cristo, se entiende.Pero, con permiso de ese concejo de deprimidos, ausentes y melanc¨®licos, es un hecho que el eurof¨²tbol nos ha revelado hasta hoy algunas verdades demoledoras: en primer lugar no s¨®lo es cierto que todos los entrenadores hacen el mismo dibujo, sino que adem¨¢s de usar un mismo modelo, utilizan un mismo l¨¢piz y una misma mano tonta. Hasta ahora no hemos podido detectar la m¨¢s m¨ªnima innovaci¨®n t¨¢ctica ni el menor indicio de que haya vida inteligente en los banquillos; s¨®lo sabemos que en caso de duda todos tienen una misma man¨ªa: a?aden un defensa y quitan un delantero.
Quiz¨¢ debamos hacer una concesi¨®n a los nost¨¢lgicos, reconocer que media docena de jugadas y un solo gol inolvidable son todo lo que un torneo necesita para pasar a la historia. Sin el gol sinf¨®nico de Maradona en M¨¦xico, el Mundial de Bilardo habr¨ªa sido una simple reyerta de verduler¨ªa, pero lleg¨® Diego, dijo Digo y nos convenci¨® de que es tan f¨¢cil regatear ingleses como regatear farolas. En su propia memoria y en dem¨¦rito de los entrenadores es muy estimulante proclamar que ¨¦sta no es la Eurocopa de los equipos: es la Eurocopa de los jugadores.
Y, as¨ª, ya somos partidarios de Zidane, de Zahovic, de Beckham y sobre todo de Rui Costa, la reencarnaci¨®n de Chalana, aquel centrocampista bigotudo como un viejo espadach¨ªn que condujo a Portugal en la Eurocopa de Platini. Igual que ese pionero, este nuevo explorador curtido por el salitre lusitano tiene una sensibilidad exquisita para interpretar las claves del juego. Despliega el catalejo, ajusta el swing, levanta la cabeza y encuentra pepitas de oro en los desfiladeros del ¨¢rea.
Por ahora ser¨¢ bueno que retengamos dos ideas: la de que detr¨¢s de su porte r¨²stico se esconde un artista de jazz que naci¨® con el ritmo puesto, y la de que, mientras otros necesitan dos d¨ªas para marcar un gol -y no miro a nadie-, en s¨®lo una hora ¨¦l tapon¨® dos v¨ªas de agua y ech¨® a pique, uno por uno, todos los barcos de la Royal Navy.
Dios salve a Rui.
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