Un amigo
Resulta que Vittorio naci¨® conmigo para el cine c¨®mico. Fue en Isoliti ignoti (Rufuf¨²), a finales de los a?os cincuenta. Antes de aquello, s¨®lo se conoc¨ªa de ¨¦l la faceta de actor serio, dram¨¢tico. El hecho es que ¨¦ramos amigos, grand¨ªsimos amigos, as¨ª que, como nos ve¨ªamos mucho fuera del teatro, hab¨ªa conocido muy bien esa capacidad de observaci¨®n aguda de las cualidades y los defectos que hace posible el humorismo y la parodia. En el teatro se invest¨ªa siempre de un tono autoritario, que no se correspond¨ªa para nada con su actitud en la vida, en la que era un hombre irresistiblemente gracioso, un chistoso tenaz, explosivo. Ten¨ªamos una relaci¨®n de gran confianza. Me acuerdo de los largos paseos, llenos de peque?as discusiones y r¨¦plicas, pero siempre en busca de la broma. Lo que m¨¢s le enfadaba eran mis jucios sobre la tragedia griega. ?l la consideraba el m¨¢ximo, sagrada, intocable; yo le dec¨ªa que estaba llena de ret¨®rica inflamada, y que en el fondo todas las tragedias cl¨¢sicas s¨®lo son comedias ligeras. ?l no lo soportaba.
Cuando le propuse un personaje c¨®mico, el de I soliti ignoti, que deb¨ªa escribir con Age y Scarpelli, a los que ¨¦l quer¨ªa mucho, para moderarlo a su manera, Vittorio se apunt¨® con una mezcla de estupor y entusiasmo: por fin se le permit¨ªa ser ¨¦l mismo. El rodaje fue hilarante y muy agradable, aparte del lugar de encuentro entre Gassman y Tot¨®, el gran maestro de los ladrones. Con los Hermanos Marx, Tot¨® era el talento c¨®mico que m¨¢s admiraba. Me dijo que le hab¨ªa descompuesto, turbado, descolocado. Lo encontraba sobrenatural, un genio c¨®mico mucho m¨¢s grande de lo que hab¨ªa imaginado.
Despu¨¦s, Vittorio rod¨® conmigo La Gran Guerra, y a finales de los sesenta se convirti¨® en Brancaleone. Una vez m¨¢s, el personaje estaba pensado para ¨¦l. Con Age y Scarpelli creamos un medievo b¨¢rbaro, salvaje, miserable. Con Vittorio, todo cobr¨® sentido. Se autoparodi¨® genialmente, adaptando el verso a su ret¨®rica de actor serio consumado. Construimos un lenguaje absurdo, y Vittorio se lo apropi¨® completamente; lo deshizo, lo hizo fluido, le dio credibilidad. Una vez m¨¢s, el clima de trabajo fue un divertimento ligero, como pasa siempre cuando se trabaja con actores grandes.
Luego lleg¨® su depresi¨®n. Me di cuenta de c¨®mo era de fuerte viendo, hace unos a?os, su interpretaci¨®n de Otello, un Otello extraordinariamente ins¨®lito, melanc¨®lico, metido en s¨ª mismo, consciente del paso del tiempo. Siempre he pensado que la imagen fuerte, positiva, de l¨ªder que Vittorio daba de s¨ª mismo era un artificio edificado en nombre de su enorme inseguridad. Era como si viviera en el miedo a que la tierra le fuera a desaparecer bajo los pies en cualquier momento. Esa depresi¨®n callada, violenta, devastadora, le hab¨ªa nacido del personaje que se hab¨ªa construido. Era el precio de su verdad.
? La Repubblica
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