La 'rubia', en sus horas m¨¢s bajas
A 15 meses de su desaparici¨®n, la moneda espa?ola alcanza su posici¨®n m¨¢s d¨¦bil frente al d¨®lar estadounidense desde que naci¨®, hace ahora unos 130 a?os
La historia econ¨®mica espa?ola no hab¨ªa podido recoger jam¨¢s que har¨ªan falta m¨¢s de 200 pesetas para comprar un d¨®lar estadounidense. Y justo cuando la vetusta rubia est¨¢ a 15 meses de desaparecer en favor del euro, la moneda ¨²nica europea.Cuando comenz¨® a circular la divisa espa?ola, en 1869, el billete verde americano era una moneda ex¨®tica, sin referencia para el comercio internacional. Incluso autores hay que derivan la palabra d¨®lar de la espa?ola dobl¨®n, ya que esas antiguas monedas de oro estuvieron circulando por EE UU durante muchos a?os tras su Guerra de Independencia.
Tras la guerra civil espa?ola, el sistema de cambios fijo (artificial) estableci¨® en 60 pesetas el precio de un d¨®lar, una ficci¨®n que cay¨®, al mismo tiempo que la dictadura, a mediados de los a?os setenta. Ya por entonces, la peseta se manten¨ªa con cierto vigor en torno a las 100 por d¨®lar, algo que comenz¨® a deteriorarse r¨¢pidamente cuando los Gobiernos de la transici¨®n tuvieron que hacer frente, con retraso, a la primera crisis energ¨¦tica de 1973: la devaluaci¨®n de la divisa nacional la llev¨® a mantenerse durante bastante tiempo en 125 pesetas por d¨®lar.
Esta situaci¨®n cambi¨® de ra¨ªz desde que Espa?a consigui¨®, primero, ingresar en la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE), en 1986, y posteriormente, en 1989, cuando decidi¨® integrarse en el Sistema Monetario Europeo (SME). A partir de ese momento, la peseta se at¨® a las monedas de sus socios comunitarios, aunque con un margen de fluctuaci¨®n del 6%, para permitir que Espa?a pudiera seguir dise?ando, aunque de forma limitada, su pol¨ªtica monetaria. Un reconocimiento a las dificultades de la integraci¨®n de la peseta (al igual que la lira italiana). El valor de la peseta se fij¨® entonces en 65 unidades frente al marco alem¨¢n, la moneda de referencia en la CEE. Esta decisi¨®n, adoptada por el Gobierno del PSOE -Carlos Solchaga era el responsable de Econom¨ªa-, levant¨® cr¨ªticas entre los partidos de la oposici¨®n y entre los sindicatos, que denunciaron que la disciplina del SME obligar¨ªa a Espa?a a adoptar pol¨ªticas monetarias y fiscales restrictivas para controlar el diferencial de inflaci¨®n respecto a sus socios comunitarios.
Las cr¨ªticas fueron neutralizadas por bastantes analistas que confirmaron que la peseta se hab¨ªa mantenido en una banda de fluctuaci¨®n del 6% frente al marco a lo largo de los dos a?os anteriores. Ese cambio, incluso, supon¨ªa una depreciaci¨®n para la peseta respecto a los cambios se?alados por los mercados en los meses previos. Y algo que esos mismos mercados se encargaron de corregir en los meses siguientes: la peseta pas¨® a rozar las 70 pesetas por marco.
A¨²n faltaba, sin embargo, que la peseta se integrara en el ecu, la unidad de cuenta europea. Ello sucedi¨® en septiembre de ese mismo a?o. La moneda espa?ola pas¨® a representar el 5,3% de esa cesta europea de monedas -un ecu equival¨ªa a 129,525 pesetas- en una relaci¨®n que muchos analistas consideraban escasa respecto al peso real de la econom¨ªa espa?ola en el conjunto de los entonces 12 pa¨ªses comunitarios.
Pero la entrada en el SME y la pertenencia al ecu no supon¨ªan una garant¨ªa de estabilidad cambiaria. Prueba de ello fueron los movimientos especulativos protagonizados por George Soros contra de la libra esterlina y la lira italiana, que terminaron con la salida de estas dos monedas del SME en 1992 y que, de paso, obligaron a una serie de devaluaciones de la moneda espa?ola, casi un 12%, al tiempo que obligaron al sistema a ampliar hasta el 15% la banda de fluctuaci¨®n de las divisas participantes en el ecu.
En aquellos momentos, la cotizaci¨®n de la peseta frente al d¨®lar estadounidense inici¨® una escalada que llev¨® al d¨®lar a cotizar en el mercado a casi 192 pesetas (191,6 el 26 de febrero de 1985). Esta situaci¨®n llev¨® a que europeos y norteamericanos tuvieran que intervenir de forma coordinada (los famosos Pactos del Hotel Plaza) para evitar el encarecimiento del d¨®lar.
Y fue justo lo contrario que en la fase de debilitamiento del d¨®lar, desde principios de los a?os noventa. Esa fase culmin¨® en 1995, cuando el peso mexicano se vio arrastrado por la debilidad monetaria de su vecino del norte y origin¨® una seria crisis monetarias general que se conocida como efecto tequila. Entonces hac¨ªan falta poco m¨¢s de 90 pesetas para comprar un billete verde; era el momento de auge del turismo europeo en EE UU y cuando los comerciantes de Nueva York comenzaron a calificar a los clientes espa?oles como los give me two (dame dos), porque ¨¦stos duplicaban sus compras ante la baratura de los precios medidos en pesetas.
A principios de 1999, con la integraci¨®n de la peseta en el euro, la moneda ¨²nica europea, el cambio de la moneda espa?ola es inamovible. Es decir, ya no cotiza como tal en los mercados de divisas. Y la evoluci¨®n del euro depende de la pol¨ªtica monetaria dise?ada por el Banco Central Europeo y por las pol¨ªticas econ¨®micas de la Comisi¨®n Europea.
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