MEJOR DEPORTISTA MUNDIAL
Desaf¨ªo cumplido A pesar de no lograr las cinco medallas de oro que buscaba en Sydney, Marion Jones se ha ganado la admiraci¨®n de los aficionados
Dispuesta a hacer historia, Marion Jones se enfrent¨® a una presi¨®n inhumana durante el a?o ol¨ªmpico. Pero est¨¢ en su car¨¢cter. Nunca se ha escabullido de los desaf¨ªos, algunos sorprendentes, dif¨ªciles de descifrar hasta para sus personas m¨¢s cercanas. As¨ª ha ocurrido desde su infancia: una ni?a con unas excepcionales cualidades para el deporte, precoz en el atletismo y en el baloncesto, h¨¢bil en todas las disciplinas que tocaba, m¨¢s r¨¢pida que los muchachos, m¨¢s competitiva que nadie. Marion Jones creci¨® sin otros prejuicios que los derivados la figura ausente de su padre. En ese rasgo se descubre su voluntad de ampararse en personas fuertes, de bastante m¨¢s edad que ella, capaces de ocupar el vac¨ªo paterno. Su marido, el lanzador de peso C. J. Hunter, representa mejor que nadie esa cualidad protectiva que parece buscar Marion Jones en su vida. En su actividad como deportista no ocurre lo mismo. Jones act¨²a con independencia y firmeza, ajena a consejos externos.De la misma manera que un d¨ªa decidi¨® abandonar su prometedora carrera como atleta para consagrarse al baloncesto -gan¨® el campeonato universitario de Estados Unidos con Carolina del Norte-, se propuso regresar a las pistas contra el criterio de quienes pensaban que no hab¨ªa retorno posible, de quienes cre¨ªan que su fibra de velocista se hab¨ªa oxidado en las canchas de baloncesto. Marion Jones no hizo caso de los escepticos y volvi¨®. En tres meses se convirti¨® en la mejor velocista del mundo, no sin antes demostrar su car¨¢cter: irritada por las reconvenciones que sufr¨ªa en la Universidad de Carolina del Norte por su relaci¨®n con C. J. Hunter (diez a?os mayor que ella y con dos hijos de su anterior matrimonio), abandon¨® el centro universitario y se fue con Hunter al college rival, la Universidad Estatal de Carolina del Norte. All¨ª comenz¨® a construir una carrera que ha tenido m¨¢s trascendencia en Europa que en Estados Unidos.
Ella lo sabe. El atletismo ha adquirido una consideraci¨®n de paria en el panorama del deporte norteamericano. Por muchos fen¨®menos que surjan por generaci¨®n espont¨¢nea, el p¨²blico americano ha dado la espalda a sus atleta. La ¨²nica posibilidad de ponerse en el escaparate ocurre en los a?os ol¨ªmpicos, y no es por otra cosa que por la fascinaci¨®n de los estadounidenses con los Juegos. Por esa raz¨®n, Jones proclam¨® su intenci¨®n de conquistar cinco medallas de oro en Sydney. Nadie hab¨ªa culminado una haza?a semejante con anterioridad. Ella quer¨ªa superar a los legendarios Jesse Owens y Carl Lewis, ganadores de cuatro medallas de oro en Berl¨ªn 36 y Los ?ngeles 84. Si lo consegu¨ªa, el mercado de Estados Unidos quedar¨ªa a sus pies, porque por encima de la refracci¨®n al atletismo est¨¢ la fascinaci¨®n que despiertan los h¨¦roes en Norteam¨¦rica.
En el caso de Marion, su proclama no fue recibida como un acto de arrogancia. Por un lado, hab¨ªa demostrado su portentosa calidad en los tres ¨²ltimos a?os. Irresistible en las pruebas de 100 y 200 metros, se daba por supuesta su victoria en Sydney. Otro asunto era el reto en los relevos y en el salto de longitud. En los relevos no ten¨ªa control sobre la respuesta del equipo. En el salto no lograba dominar la t¨¦cnica. Estaba expuesta a buscar un salto milagroso, capaz de conjugar velocidad y un largo vuelo por una vez.
Por el car¨¢cter de Marion Jones, no son¨® a fantasmada su intenci¨®n de ganar cinco medallas de oro. Todo lo dem¨¢s, se tom¨® como un desaf¨ªo de gran calibre, dificil¨ªsimo de completar, pero fascinante. En el gran circuito del atletismo, se tiene a Marion Jones por accesible, sin el p¨¦rfil arrogante de los astro de la velocidad, generalmente norteamericanos. Jones resulta cercana, agradable, simp¨¢tica. La gente quiere que gane porque ven en ella a una atleta que disfruta en las pistas. En esta ¨¦poca de h¨¦roes hura?os, inalcanzables para el p¨²blico, la sonrisa de Marion es sincera y espont¨¢nea.
En Sydney, la gente deseaba que la atleta alcanzara el ¨¦xito total, que lograra las cinco medallas de oro y que saliera de los Juegos Ol¨ªmpicos convertida en un mito. Y todo porque se ve¨ªa como Marion disfrutaba de un acontecimiento que le hab¨ªa cautivado desde ni?a. Se emocion¨® tras la victoria en los 100 metros. Y lo mismo ocurri¨® en los 200. Pero la mejor Marion lleg¨® en la derrota, cuando se divulg¨® la noticia del positivo que hab¨ªa dado su marido y cuando termin¨® derrotada en el salto de longitud -superada por la alemana Heike Dreschler y la italiana Fiona May- y en el relevo 4x100, donde fue v¨ªctima de la incompetencia de sus compa?eras.
Poco import¨® que obtuviera tres medallas de oro frente a las cinco que buscaba. Gan¨® cinco en total, algo que tampoco se hab¨ªa visto con anterioridad en el programa de atletismo de los Juegos, y sali¨® de Sydney con el prestigio intacto, m¨¢s querida si cabe que antes del gran acontecimiento del a?o. Hay deportistas que son grandes y no tienen ¨¢ngel. Marion Jones pertenece a otra categor¨ªa. Es la mejor y la adora la gente.
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