Naci¨®n de naciones
No es seguro que quienes empleamos desde hace tiempo la expresi¨®n 'naci¨®n de naciones' referida a Espa?a la hayamos tomado de Meinecke ni la empleemos en el sentido propuesto por el historiador alem¨¢n. La calificaci¨®n surge de la necesidad de reflejar la imbricaci¨®n de procesos de construcci¨®n nacional, no simples diferencias regionales, en torno a un eje central constituido por la formaci¨®n, problem¨¢tica y sometida a fuertes estrangulamientos, del Estado-naci¨®n espa?ol. 'Naci¨®n de naciones' parece una calificaci¨®n m¨¢s precisa que la de Estado plurinacional, que sugiere la existencia de varias naciones bajo el caparaz¨®n de un Estado ajeno o dominado por alguna de ellas (casos de Serbia en Yugoslavia, o del Imperio Austro-h¨²ngaro). Y desde luego, por mucho que se empe?e la Real Academia de la Historia con su 'ser de Espa?a' o su 'Espa?a como naci¨®n', m¨¢s adecuada a la realidad hist¨®rica y a la perspectiva pol¨ªtica del presente que la consideraci¨®n de Espa?a como un sujeto nacional en s¨ª mismo, que puede prescindir en su definici¨®n de otras naciones (o nacionalidades, si queremos seguir a la Constituci¨®n) cuya evoluci¨®n hist¨®rica se encuentra enlazada con la del conjunto de Espa?a en el marco del Estado de las autonom¨ªas.
No es cuesti¨®n de esencias ni de preferencias personales. Ese enlace de naciones con una identidad bien perfilada en torno al eje nacional espa?ol es un producto de la historia y como tal no debe alegrar ni procurar tristeza, aunque s¨ª preocupaci¨®n. Su f¨®rmula pol¨ªtica democr¨¢tica, el Estado de las autonom¨ªas, en contra de tantas previsiones, funciona t¨¦cnicamente de manera satisfactoria, con un pa¨ªs que progresa en su conjunto, sin que se incrementen las disparidades entre sus componentes en el plano econ¨®mico y con un avance espectacular de la construcci¨®n nacional dentro de Espa?a para las tres nacionalidades hist¨®ricas. Pero al margen de la importancia decisiva que entra?a la orientaci¨®n secesionista del nacionalismo vasco, envuelta en el terror de ETA, puede decirse que ese ¨¦xito t¨¦cnico no ha encontrado su complemento en el plano simb¨®lico, quiz¨¢s porque a diferencia de lo que ocurre en una federaci¨®n, nuestro sistema cuasi-federal carece de mecanismos constitucionales de resoluci¨®n de los problemas intercomunitarios, tarea asignada habitualmente a un Senado que no sea una pieza in¨²til como el nuestro. Por eso surge la imagen de un juego de suma cero con intereses opuestos entre comunidades hist¨®ricas y poder central. De nada vale entonces que en el plano sociol¨®gico todo funcione bien, foment¨¢ndose incluso una doble identidad mayoritaria -catalanes y espa?oles, vascos y espa?oles, espa?oles y gallegos- acorde con la estructura del Estado; la fisura est¨¢ ah¨ª y ser¨¢ ahondada desde los partidos nacionalistas, sin que el sistema llegue a la estabilidad imprescindible para acometer las reformas t¨¦cnicas, como la urgente del Senado. Tenemos as¨ª ante nosotros un uroburos, la serpiente que se muerde la cola.
Ese marco inseguro incide sobre el grado de fragilidad que en el sistema provoca la cuesti¨®n vasca, de manera que cada elecci¨®n en la CAV adquiere una importancia excepcional, pues una improbable victoria espectacular de lo que en el fondo sigue siendo un frente abertzale pondr¨ªa al orden constitucional contra las cuerdas, del mismo modo que un tambi¨¦n improbable retroceso excesivo del PNV har¨ªa dif¨ªcil all¨ª la necesaria restauraci¨®n del equilibrio y del Gobierno de composici¨®n pluralista anteriores a Lizarra. Aqu¨ª tambi¨¦n nos encontramos con un rechazo ciego de la configuraci¨®n plural de Espa?a y de Euskadi, de la naci¨®n de naciones, tanto por parte de un PNV, con una direcci¨®n encerrada en Sabino, como de un PP so?ando con una victoria 'espa?ola' que sin esp¨ªritu de concordia y enlace con el nacionalismo democr¨¢tico tampoco resolver¨ªa nada. No es bueno que los pol¨ªticos ignoren la sociolog¨ªa y la historia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.