El futuro de California se oscurece
La regi¨®n m¨¢s rica de EE UU sufre apagones como consecuencia de la crisis del sector el¨¦ctrico
Es bastante dif¨ªcil asustar a los californianos. Se trata de gente que decidi¨® vivir sobre una falla s¨ªsmica. Y los cortes de suministro el¨¦ctrico, que empezaron a notarse en verano y que esta semana han sido masivos, pueden parecer una minucia comparados con un temblor de tierra. Pero lo que est¨¢ ocurriendo podr¨ªa tener peores consecuencias que un terremoto. Hoy se trata de costes financieros, despidos y desabastecimientos. ?Y ma?ana? ?Qui¨¦n va a invertir sin electricidad garantizada? ?C¨®mo puede seguir creciendo sin energ¨ªa el Estado m¨¢s rico de la Uni¨®n?
El futuro de California, con una potencia suficiente para ser la sexta econom¨ªa mundial con un PIB de unos 225 billones de pesetas (el de Espa?a es de unos 100 billones), se oscurece. En el a?o 2003, dicen los t¨¦cnicos, la escasez comenzar¨¢ a paliarse. Se est¨¢n construyendo a toda prisa seis nuevas centrales. Y en 2005 todo estar¨¢ resuelto. Pero esos plazos significan una eternidad en California, epicentro mundial de Internet, un negocio que apenas exist¨ªa hace cinco a?os. Aqu¨ª se han hecho fortunas inmensas en seis meses, y bastantes de ellas se han esfumado en las ¨²ltimas ocho semanas por la ca¨ªda burs¨¢til. Cada a?o llegan 600.000 nuevos ciudadanos. Todo va muy deprisa. ?Cinco a?os de espera, a media luz y con apagones peri¨®dicos? ?En un Estado que consume 250 gigavatios anuales, casi el doble que Espa?a, y que necesita m¨¢s y m¨¢s energ¨ªa para su voraz industria inform¨¢tica? Parece inconcebible.
Los grandes empresarios de las nuevas tecnolog¨ªas avisaron el viernes de que no podr¨ªan soportar la situaci¨®n por mucho tiempo, e insinuaron que sus industrias -que necesitan poco m¨¢s que talento, ordenadores y enchufes- podr¨ªan trasladarse paulatinamente hacia otros lugares. 'Ahora mismo, esto no se percibe como un gran problema en las compa?¨ªas tecnol¨®gicas. Simplemente hay que grabar continuamente, para no perder el trabajo en caso de apag¨®n. Muchas empresas, adem¨¢s, tienen generadores que se ponen en marcha al cortarse el suministro', comenta Jos¨¦ Miguel Pulido, ingeniero en una sociedad de Palo Alto. 'Lo que preocupa', puntualiza, 'es el futuro. Esto crece muy r¨¢pido, y ser¨¢ muy dif¨ªcil mantener la expansi¨®n si falta la energ¨ªa. Las empresas pueden permitirse parar la producci¨®n un d¨ªa o dos, pero no continuamente'.
Los barrios de San Francisco
En verano, cuando algunos barrios de San Francisco empezaron a sufrir apagones, nadie se tom¨® el problema muy en serio. La desregulaci¨®n del sector el¨¦ctrico, aprobada por el Parlamento estatal en 1996, hab¨ªa funcionado m¨¢s o menos bien hasta entonces. La poblaci¨®n supuso que se tratar¨ªa de un desfase pasajero. Pero sobre la mesa del gobernador, Gray Davis, se acumulaban los informes pesimistas. La producci¨®n el¨¦ctrica de toda la Costa Oeste estaba al l¨ªmite. En invierno, cuando los Estados vecinos del norte pusieran en marcha las calefacciones y aumentaran su propio consumo, iba a producirse una cat¨¢strofe.Todo estaba anunciado. A unas leyes desreguladoras plagadas de errores se unieron la sequ¨ªa, que redujo y encareci¨® la producci¨®n hidroel¨¦ctrica; el aumento de precios del gas y del gas¨®leo, que hizo lo propio con el resto de las plantas generadoras, y un fuerte aumento del consumo: entre el 2% y el 3% anual. Los ordenadores consumen ya el 13% de la energ¨ªa el¨¦ctrica disponible.
La ley californiana prima las centrales de gas, las m¨¢s limpias desde el punto de vista ecol¨®gico; el efecto perverso de la crisis consiste en que los Estados vecinos, afectados por una escasez que se extiende como una mancha de aceite y amenaza a la mitad occidental de Estados Unidos, est¨¢n pensando en alargar la vida de sus centrales nucleares y de sus t¨¦rmicas de gas¨®leo m¨¢s all¨¢ de lo previsto.
Los Estados vecinos tambi¨¦n han paralizado sus planes de desregulaci¨®n del sector. Nevada, que deb¨ªa hacer iniciado el proceso el a?o pasado, lo ha suspendido indefinidamente. La desregulaci¨®n, que funciona bien en otros Estados como Texas (donde a¨²n no ha concluido), se ha hecho impopular.
'?Qu¨¦ podemos hacer?', se preguntaba el jueves Ted Rossengold, de Pacific Gas & Electric, una de las dos grandes compa?¨ªas distribuidoras. 'Hemos llamado a las empresas productoras, hemos pedido que nos proporcionaran toda la energ¨ªa que pudieran, pero la red est¨¢ sobrecargada y sin reservas. Hay que interrumpir el suministro de forma controlada, para evitar un apag¨®n completo en medio Estado'. Mientras Rossengold hablaba, los restaurantes del c¨¦lebre Fisherman's Wharf de San Francisco y la sede central de Apple permanec¨ªan a oscuras, miles de peque?os comercios se ve¨ªan obligados a cerrar y nueve personas ten¨ªan que ser rescatadas de ascensores bloqueados.
'Podr¨ªamos avisar con tiempo sobre qu¨¦ zonas se ver¨¢n afectadas y a qu¨¦ hora', dice el portavoz de PG&E, 'pero la polic¨ªa nos lo proh¨ªbe. Ser¨ªa ofrecer una oportunidad al robo y al pillaje'.
Los hoteles ya han adoptado peque?as medidas paliativas. 'Si se produce un apag¨®n mientras est¨¢ en la habitaci¨®n, utilice, por favor, la linterna situada junto a la caja fuerte', advierte en una nota el Hyatt de West Hollywood. El sobrio hotel Mondrian, por su parte, ha optado por llenar las habitaciones de velas blancas.
PG&E y Southern California Edison, las dos distribuidoras, est¨¢n al borde de la quiebra. Las leyes de desregulaci¨®n fijan l¨ªmites a sus tarifas, pero no a los productores. Consecuencia: los productores venden a precios de mercado cada vez m¨¢s caros y acumulan beneficios (2.300 millones de d¨®lares adicionales desde 1998, unos 414.000 millones de pesetas, seg¨²n c¨¢lculos de la Uni¨®n de Consumidores de San Francisco) mientras los distribuidores acumulan p¨¦rdidas (15.000 millones de d¨®lares en el periodo.)
El gobierno de California trata de evitar el cierre de las distribuidoras, que supondr¨ªa un cataclismo, y ha decidido avalar a ambas compa?¨ªas, casi insolventes, para que puedan seguir comprando energ¨ªa. Con el resultado de que las finanzas p¨²blicas, hasta ahora boyantes (el super¨¢vit presupuestario es de 5.000 millones de d¨®lares), quedan tambi¨¦n bajo sospecha.
La agencia de calificaci¨®n de cr¨¦dito Standard&Poor's rebaj¨® el viernes el nivel de solvencia de California, lo que encarecer¨¢ su deuda. Y California, que tiene una deuda viva de 19.300 millones de d¨®lares, casi 3,3 billones de pesetas, financia servicios como la educaci¨®n con emisiones peri¨®dicas de bonos.
Explotaciones en Alaska
No hay soluciones a corto plazo. En eso est¨¢ todo el mundo de acuerdo. Una central de producci¨®n el¨¦ctrica no se improvisa. El gobernador Davis ha apelado insistentemente al Gobierno de Washington, que mientras ha sido dirigido por Bill Clinton ha tomado dos medidas inusuales y muy intervencionistas. Esgrimiendo una vieja disposici¨®n legal, ha ordenado a los Estados vecinos que sigan proporcionando energ¨ªa a California, y a las compa?¨ªas productoras, que no corten el suministro a los distribuidores, aunque ¨¦stos no puedan pagarlo.
Bill Clinton ya no est¨¢. Su lugar lo ocupa un republicano, George W. Bush, contrario al intervencionismo y con importantes intereses personales y familiares en el sector energ¨¦tico. Al nuevo presidente puede irle bien la crisis californiana, la primera de su mandato: cuanto m¨¢s se agrava, m¨¢s apoyo recibe su plan de explotar las reservas de gas de los territorios hasta ahora protegidos de Alaska.
Lo que propone Bush para California, a trav¨¦s de sus portavoces, es simple: que el precio real del kilovatio repercuta en los consumidores californianos. Bastar¨ªa con cambiar la ley. Esa soluci¨®n liberal tendr¨ªa dos ventajas: salvar¨ªa a las distribuidoras y fomentar¨ªa el ahorro de energ¨ªa. Pero en un pa¨ªs donde la factura el¨¦ctrica de un hogar medio ronda los 180 d¨®lares (m¨¢s de 30.000 pesetas), un aumento resulta impopular. Y el aumento, para asumir los costes reales, deber¨ªa ser al menos del 40%.
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