Movilizaci¨®n versus abstenci¨®n
La primera clave de cualquier confrontaci¨®n electoral est¨¢ en la capacidad de movilizaci¨®n del electorado o, todav¨ªa m¨¢s, de la mayor o menor disposici¨®n a movilizarse de electorados espec¨ªficos, que pueden resultar definitivos para la correlaci¨®n de fuerzas final. Si a la movilizaci¨®n, general o espec¨ªfica, a?adimos la fidelidad de cada electorado a su anterior opci¨®n o, por el contrario, su disposici¨®n a cambiar de opci¨®n, estaremos en condiciones de cuantificar los movimientos producidos en el resultado final de cualquier confrontaci¨®n.
Ci?¨¦ndonos a la movilizaci¨®n, lo esperable es que tienda a ser m¨¢xima cuanto mayor sea la importancia decisiva que el elector atribuya a su voto o, por el contrario, el reflujo de ¨¦ste a su vida privada por una menor pulsi¨®n competitiva. La eventualidad movilizadora del compromiso se puede producir porque sean elevadas las expectativas de cambio de mayor¨ªa, por la importancia atribuida a lo que est¨¢ en juego vitalmente y por otras circunstancias de la competici¨®n, que dotan de mayor relevancia e inter¨¦s a la participaci¨®n. Lo cierto es que a medida que se repiten los procesos electorales van decant¨¢ndose patrones de participaci¨®n bastante claros.
Todo apunta a que la actual coyuntura pol¨ªtica sit¨²a a la ciudadan¨ªa vasca ante un ciclo de compromiso. En efecto, la gran mayor¨ªa de la opini¨®n p¨²blica vasca atribuye una gran importancia a estas elecciones, en todo caso mayor que en coyunturas anteriores, y, seg¨²n distintas encuestas, la propensi¨®n a votar de forma expresa augura un r¨¦cord de movilizaci¨®n auton¨®mica.
El primer patr¨®n que nos muestra el gr¨¢fico adjunto es que, por lo general, los vascos tienden a votar m¨¢s en las legislativas que en las auton¨®micas, definiendo dos arenas de competici¨®n de primer o segundo orden, respectivamente. As¨ª, la abstenci¨®n en las legislativas oscila entre el m¨ªnimo del 19,4% (1982) y el m¨¢ximo del 36,2% (2000), mientras que en las auton¨®micas lo ha hecho entre el 29,6 % (1986) y el 41,2 % (1980), lo que da un promedio del 29,6 % en el primer caso frente al 35,4 % del segundo. Pero, adem¨¢s, hemos comprobado que estas oscilaciones en las tasas de participaci¨®n contienen una diferencialidad movilizadora que hace que las opciones nacionalistas tengan una mayor capacidad de captaci¨®n en la arena auton¨®mica, mientras que las autonomistas lo hacen en la nacional, lo que define un segundo patr¨®n, que invierte, cuando menos, el orden de importancia de tales arenas en funci¨®n de la adscripci¨®n identitaria respectiva. Existe un tercer patr¨®n que nos indica que, por lo general, la movilizaci¨®n electoral es siempre menor en el Pa¨ªs Vasco que en el conjunto de Espa?a y, adem¨¢s, tal diferencia se ha acrecentado en la ¨²ltima d¨¦cada.
Del gr¨¢fico se deduce, tambi¨¦n, un cuarto patr¨®n referido a la existencia de ciclos electorales vinculados al tipo, al nivel y al desenlace competitivo de cada elecci¨®n. As¨ª, tras las elecciones inaugurales de 1980, caracterizadas por ser las de menor movilizaci¨®n, y una legislatura de dominio nacionalista, se abre un ciclo de m¨¢ximo compromiso que culmina en el cambio de mayor¨ªa y de din¨¢mica competitiva de 1986, para volver a otro de continuidad y desmovilizaci¨®n, hasta que en 1998 las nuevas circunstancias de la polarizaci¨®n producida por la pol¨ªtica de bloques y el cambio de mayor¨ªa en Espa?a abren un ¨²ltimo ciclo de m¨¢xima movilizaci¨®n. Lo cierto es que en este ¨²ltimo ciclo, lo mismo que en el de cambio de 1986, los niveles de movilizaci¨®n nacional y auton¨®mica se equiparan, de manera que la m¨¢xima movilizaci¨®n auton¨®mica es casi id¨¦ntica y contempor¨¢nea con la m¨ªnima movilizaci¨®n nacional, que, por lo dem¨¢s, est¨¢ definiendo mucha menor oscilaci¨®n desde mediados de los ochenta. Si, como indican todas las encuestas, el nivel de participaci¨®n del 13 de mayo vuelve a batir el r¨¦cord auton¨®mico y supera el 70%, las posibilidades de cambio van ligadas al volumen de tal incremento de la movilizaci¨®n, en tanto en cuanto ¨¦sta puede ser menos diferencial. En efecto, basta observar el mapa municipal de la movilizaci¨®n en las auton¨®micas de 1998 para comprobar que en el territorio de dominio nacionalista se supera, incluso, el 80 % de participaci¨®n, mientras que la abstenci¨®n es m¨¢xima en las grandes poblaciones de predominio autonomista y, sobre todo, en las de mayor¨ªa socialista. As¨ª pues, una de las claves de estas elecciones est¨¢ en el nivel y la homogeneidad de la movilizaci¨®n electoral, vinculada a la importancia atribuida a cada voto en el resultado final, sobre todo, si ¨¦ste se percibe en clave de cambio posible de mayor¨ªa.
Francisco Jos¨¦ Llera es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica y director del Euskobar¨®metro en la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
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