El Madrid se estrella camino de M¨²nich
La expulsi¨®n de Roberto Carlos deja sin reacci¨®n al equipo de Vicente del Bosque ante un Celta superior
Camino de Munich, el Real Madrid sali¨® trasquilado de Bala¨ªdos. Ya se sab¨ªa que este partido era un incordio para el grupo de Vicente Del Bosque, que da la Liga por medio ganada y s¨®lo piensa ahora en el modo de levantar la eliminatoria contra el Bayern de M¨ªnich. Y desde el principio, el Madrid se dedic¨® a facilitar el trabajo del Celta, al que se sum¨® poco despu¨¦s el ¨¢rbitro: el partido qued¨® sentenciado antes de que se hubiese consumido la mitad de la primera parte, con el segundo gol local y la discutible expulsi¨®n de Roberto Carlos. A partir de ese momento, el Madrid fue un simple testigo de la exhibici¨®n del Celta.
La escala del Madrid en Bala¨ªdos fue fugaz como un suspiro, una breve estancia que dur¨® apenas 22 minutos. Desde el inicio, el Madrid se desliz¨® por la pendiente y acab¨® estrell¨¢ndose muy pronto, cuando, en circunstancias normales, el choque a¨²n no habr¨ªa hecho m¨¢s que consumir su fase inicial. El crash del Madrid sobrevino en ese fat¨ªdico minuto 22, en el que se juntaron la expulsi¨®n de Roberto Carlos y el segundo gol del Celta, una formidable exhibici¨®n de la funda de terciopelo en que envuelve Gustavo L¨®pez su pierna zurda. En s¨®lo dos minutos, Roberto Carlos acumul¨® dos tarjetas. Desde una visi¨®n puramente reglamentista del asunto, puede que ambas acciones -una protesta y una falta- mereciesen su castigo. Pero el m¨¢s elemental sentido com¨²n -ese sentido tan poco com¨²n entre los ¨¢rbitros espa?oles - dictaba otra resoluci¨®n del caso. Porque una salida de tono y una entrada en absoluto violenta no pueden servir de excusa para liquidar un partido que a¨²n ten¨ªa casi toda su historia por escribir y para dejar a un equipo sin apenas posibilidad de reacci¨®n.
Para el Celta todo result¨® de una sencillez desconcertante. Le bast¨® leer el partido con criterio, tirar de la extraordinaria calidad de Mostovoi y Gustavo L¨®pez, acertar en sus remates y aprovecharse de las concesiones del contrario y del despotismo arbitral.
El Celta hall¨® el gol en su primera acometida de cierta entidad, un infrecuente pero magn¨ªfico pase de cabeza de Mostovoi hacia la entrada por la banda de Juanfran, recibido con alfombra roja por la defensa madridista. Y es que Del Bosque prescindi¨® ayer de Hierro y Karanka, con lo que la magnitud de la coladera confirm¨® los m¨¢s negros temores que suscitaba la alineaci¨®n inicial. Menos mal para el Madrid que su defensa en Munich no ser¨¢ la de anoche, ni tampoco Celades y Flavio -dos estatuas invisibles- formar¨¢n en el medio centro.
Con la ventaja inicial en el marcador, el Celta se apunt¨® al pragmatismo que exhibe ¨²ltimamente y dej¨® hacer al Madrid. Plan perfecto, porque el Madrid apenas supo hacer nada. Como en otras ocasiones -el d¨ªa de Bayern, sin ir m¨¢s lejos-, el equipo de Del Bosque se empe?¨® en estrechar el campo. Figo -cuyo estado de forma es manifiestamente mejorable- y Solari le cogieron miedo a la l¨ªnea de cal y se obstinaron en meterse al centro, con lo que la llegada del Madrid por los costados qued¨® a expensas de la capacidad pulmonar de M¨ªchel y Roberto Carlos. Aunque el Celta pareciese renunciar a la iniciativa, lo cierto es que siempre tuvo el control del partido y ni siquiera necesit¨® mucha paciencia para esperar el momento del guantazo definitivo. Ya lo hab¨ªan anunciado un par de contragolpes y finalmente lleg¨® la falta de Roberto Carlos, la expulsi¨®n y el gol estupendo del magn¨ªfico Gustavo L¨®pez, un futbolista que ha vuelto a encontrar en Vigo el hilo extraviado de su carrera.
El Madrid se fue por el desag¨¹e y a partir de entonces empez¨® la fiesta en Bala¨ªdos. Ya sin la presi¨®n del resultado, el Celta recuper¨® las virtudes de su reciente etapa gloriosa: las asociaciones constantes para hacer circular la pelota, las aperturas por las bandas, las paredes para abrir huecos en las cercan¨ªas del ¨¢rea... Por momentos, el partido fue un c¨®modo rondo del Celta. Sonrojante para el Madrid, que, sin embargo, se ahorr¨® la humillaci¨®n gracias a la poca punter¨ªa de los locales. Ni siquiera la expulsi¨®n de Giovanella, que volv¨ªa a igualar las fuerzas con media hora por delante, pudo levantar el ¨¢nimo de un Madrid que, desde la primera parte, s¨®lo ten¨ªa ojos para la puerta de salida de Bala¨ªdos.
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