Un taxi que no da miedo
Una periodista contrasta el controvertido informe de la OCU sobre el transporte en Sevilla
Los taxistas de Sevilla son mod¨¦licos. Al menos lo fueron 12 de ellos, entre los 14 conductores que atendieron el pasado jueves a una guiri disfrazada de turista, con un innecesario gorrito y un atroz espa?ol tipo c¨®mic. Seg¨²n un informe de la Organizaci¨®n de Consumidores y Usuarios (OCU), con un muestreo de 18 viajes, un 30% de los taxistas sevillanos timar¨ªan a semejante personaje. Para contrastarlo, se contrataron 10 servicios de d¨ªa y cuatro nocturnos, recorriendo lugares tur¨ªsticos del centro, El Porvenir y Triana; con trayectos similares a los utilizados para el informe de la OCU: largos, medianos y cortos.
Empec¨¦ por el aeropuerto, adonde llegu¨¦ con una maleta llena de zapatos y me ape¨¦ del primer taxi (muy correcto) en Salidas para reaparecer inmediatamente en Llegadas, tratando de pasar lo menos desapercibida entre una nube de madrile?os, porque el avi¨®n de Gatwick no llegaba. As¨ª fue el principio de un d¨ªa como cebo.
Paciencia y buen humor
Puse todo mi empe?o en incitar hacia la infracci¨®n, tarea que vino a ser dura e incluso vergonzante. Ni demostrando mi ignorancia sobre la ciudad, ni presentando billetes grandes para tarifas m¨ªnimas, ni encendiendo cigarrillos, ni preguntando p¨ªcaramente por gay bars ('que yo sepa no hay, de veras, pero salas gay s¨ª', me dijo un conductor) logr¨¦ desviarles de su correcci¨®n. Me soportaron con paciencia y buen humor, hablando m¨¢s despacio para que entendiera, y devolviendo el cambio con exactitud obsesiva. ?Ser¨¢ porque dicho informe ha reprimido temporalmente el h¨¢bito de los 'cobros abusivos' y el 'lenguaje soez' destacado por la OCU y que yo iba cazando?
Ahora bien, tampoco se puede decir que los taxis en Sevilla sean como en Dinamarca. Indudablemente, queda bastante albero ferial en el piso de muchos coches. Una tercera parte de los taxis del muestreo no ten¨ªa a la vista las tarifas oficiales, o no para ser vistas por alguien con tort¨ªcolis, y los recibos son todo un caos. Reun¨ª facturas de seis dise?os diferentes, aunque todas con el sello del Ayuntamiento. A la hora de rellernarlas, los conductores, en la mayor¨ªa de los casos, tan s¨®lo ponen algunos de los datos que fijan las normas (no siempre es f¨¢cil, con una cola impaciente atr¨¢s) y s¨®lo la mitad estaban troqueladas, en un caso, con un n¨²mero de licencia distinto al del veh¨ªculo; el taxista del aeropuerto no puso ning¨²n n¨²mero de licencia. Dos conductores se equivocaron de fecha, y uno me sugiri¨® amistosamente: '?No quiere que le ponga m¨¢s pesetas en el recibo?'.
S¨®lo en dos viajes se me cobr¨® claramente de m¨¢s. As¨ª, cost¨® 1.100 pesetas ir del hotel Alfonso XIII a San Juan de la Palma (normalmente, se pagar¨ªan entre 500 y 700, incluso con atasco), mientras el conductor manten¨ªa su grueso pu?o sobre la palanca de cambio para que no se viera el tax¨ªmetro. Y, para qu¨¦ decirlo, el cl¨¢sico, quisieron sacarme 3.700 por el trayecto del aeropuerto al Hotel Col¨®n (la ida cost¨® 1.960 pesetas). El conductor parec¨ªa tan machacado como su veh¨ªculo, incluso no ten¨ªa su matr¨ªcula ni el n¨²mero de licencia pintados en el salpicadero, pero su trato fue siempre correcto. Arrancamos en tarifa 2, la de noche, y emprendimos un anti-atajo rural, desconocido para m¨ª, el supernorte a La Cartuja. 'Ouh, d¨®nde Sevilla?', trinaba yo nerviosa. Al llegar, el tax¨ªmetro marcaba 1.049 pesetas de suplementos, lo que suscit¨® mi l¨®gica curiosidad. Entonces, para convencerme, el muy inteligente sac¨® la lista oficial de la guantera y me mostr¨® donde pon¨ªa: 'Suplemento Aeropuerto, 527 pesetas', m¨¢s 55 de bulto. Con lo que pudimos corregir el error y el proyecto de peque?o abuso.
Rodeos indiscutibles no constat¨¦, con la excepci¨®n, tal vez, del viaje desde la Catedral a la Casa de Pilatos v¨ªa el Palacio de Justicia. Mi anfitri¨®n, sin embargo, se iba explicando todo el rato. 'Muy cerca caminando, con veh¨ªculo una vuelta, pero aqu¨ª no podemos torcer a la izquierda. Y mi educaci¨®n no me permite ponerle pega al usuario nada m¨¢s porque vaya cerca'. Mantuve mi cara de no comprender pero contenta, una pose agotadora que abandon¨¦ en el ¨²ltimo viaje por fin a casa, de madrugada, con un se?or muy ameno en un seat pulid¨ªsimo.
Le pregunt¨¦ sobre su trabajo ('un trabajo como cualquier otro') y si alguna vez le hab¨ªan asaltado. Nunca en once a?os, coment¨®, pero aqu¨ª no es como M¨¦xico donde sacan la pistola por todo. Record¨¦ que all¨ª un taxista me sac¨® la pistola a m¨ª. Se parti¨® en una franca carcajada. '??sa s¨ª que es buena! ?El taxista que asalta al usuario!'. Lo dej¨¦ todav¨ªa ri¨¦ndose. Dada su conversaci¨®n entretenida y su precio correcto, ?qu¨¦ le importa al usuario medio que este taxista no muestre la tarifa oficial, y que el n¨²mero de su coche no corresponda al del recibo? Ni M¨¦xico, ni Dinamarca, esto es Sevilla.
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