Muerte al d¨¦bil
Cada semana, decenas de millones de ciudadanos de cincuenta pa¨ªses siguen un mismo programa televisivo: The Weakest Link (El eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil). En Estados Unidos, de donde se obtiene ahora la referencia, el espacio tiene como conductora a la brit¨¢nica Anne Robinson convertida en la s¨¢dica encarnaci¨®n del concurso. El concurso que se emite a trav¨¦s de NBC y ha logrado aumentar la audiencia hasta una media de once millones de espectadores, sigue la pauta de aumentar o reducir las cantidades ganadas como efecto de responder a preguntas que van elevando su dificultad progresivamente. Hasta aqu¨ª todo ordinario y repetido. La excepci¨®n se produce a trav¨¦s de un sistema de exclusi¨®n fatal que va abatiendo en la pugna al m¨¢s incompetente del grupo, al eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil.
En principio, todos los concursantes bregan por el mismo objetivo, constituyen un equipo que ordenado en coro responde uno a uno a las cuestiones que beneficiar¨¢n al conjunto. Al cabo de cada ronda, no obstante, se registran dos sucesos: uno es el balance de la suma recolectada; el otro es el balance de la actuaci¨®n de las personas. Los concursantes son entonces convocados a votar nominalmente sobre la supresi¨®n de uno de los participantes, el m¨¢s d¨¦bil o ignorante de ellos. En el concurso espa?ol Audacia y en Gran Hermano hay elementos de parecida categor¨ªa, inspirados en una filosof¨ªa semejante. Una filosof¨ªa que hace pensar en una muy actual corriente de competencia feroz que traspasa la concepci¨®n de los programas y resulta m¨¢s importante que una simple f¨®rmula para entretener.
En The Weakest Link, como en las eliminaciones de Gran Hermano, el espectador es invitado -directa o indirectamemte- a mostrar no su desapego sino su tirria por el pr¨®jimo. En estos tiempos en que empresarialmente se trabaja con metas u objetivos predefinidos, el pr¨®jimo puede manifestarse como un estorbo al que conviene suprimir. La se?ora Anne Robinson se ha hecho famosa al frente de su espacio en la NBC precisamente porque concentra en su goodbye hacia el eliminado todo la carga de despecho que representa la votaci¨®n nominal. Sus compa?eros de antes ya no pueden soportar al torpe. Han padecido su incompetencia con menoscabo de las ganancias y ahora ya no lo quieren ver. Quieren acabar de inmediato con su presencia y el p¨²blico celebra que el concurso adelante desprendi¨¦ndose de esa ganga humana, sujetos de menor valor, subproductos que entorpecen el fin supremo de ganar. Finalmente, s¨®lo uno, tras haber ido despidiendo al resto se erige como triunfador. ?Trabajo en equipo? El equipo se revela como un medio para producir un ganador o como un escenario -el escenario social- donde se representa la fastidiosa realidad de nuestras vidas colectivas.
En Estados Unidos, donde las corporaciones han sido siempre muy proclives a exhibir cuadros de honor del vendedor m¨¢s eficiente y la fotograf¨ªa del camarero del mes, ha surgido la moda de revistas empresariales donde se glorifica al ejecutivo que ha despedido al mayor n¨²mero de empleados. En esa direcci¨®n, el actual l¨ªder de Nissan, por ejemplo, mister Ghosn, que ha saneado la empresa suprimiendo miles de trabajadores y antes hizo otro tanto en Michelin, se convierte en uno de los m¨¢s cotizados directores del mundo. Los despidos en Cisco, de Nokia, de Ericsson o Mark&Spencer en las ¨²ltimas semanas, se justifican por un descenso en las ventas pero ya, a partir de ahora, con o sin crisis, con p¨¦rdidas o con ganancias, las operaciones de reducir personal se encuentran inscritas en la buena gesti¨®n del manager. Muchos obreros en una empresa constitu¨ªan en la vieja econom¨ªa una se?al de poder, pero ahora la gran dimensi¨®n de la n¨®mina sirve ante todo para medir el poder de rebajarla. De otra parte, el ¨¦xito, dentro y fuera del concurso, no consiste en crear m¨¢s solidaridad o compa?erismo sino en extender el miedo a los dem¨¢s o al otro que, en cualquier momento, en cualquier circunstancia, pueden decretar nuestra extinci¨®n o malograr nuestra suerte.
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