Seis meses de tenacidad
Los trabajadores de Sintel cumplen medio a?o acampados en el Paseo de la Castellana, mientras conf¨ªan en el desenlace de las negociaciones que el Gobierno mantiene con los sindicatos
Pedro Tom¨¢s es un trabajador alicantino en paro a quien su empresa le adeuda once n¨®minas. Desde hace seis meses, Pedro vive en Madrid, en el Paseo de la Castellana. Comparte un peculiar alojamiento con unos amigos, y dispone de ba?o, sal¨®n comedor y tres piscinas. Por las tardes sale al porche y se entretiene charlando con sus compa?eros. No obstante, Pedro no es ning¨²n afortunado. Cuenta que cuando lleg¨® a Madrid, a finales de enero, ten¨ªa que dormir bajo una tienda de campa?a instalada sobre el barro; sus necesidades las hac¨ªa en un cub¨ªculo que construy¨® junto con sus compa?eros sobre la alcantarilla. Al cabo de unos d¨ªas, decidieron levantar una casa. Y empezaron por la puerta: ni techo ni paredes; tan s¨®lo una puerta. 'Entonces, cuando alguien entraba, dec¨ªamos: ?cierra la puerta que hace fr¨ªo!'.
Un atisbo de optimismo se ha adue?ado del campamento tras la fianza de 13.170 millones impuesta por Garz¨®n a seis directivos de la empresa
Esta experiencia resume la de casi 1.200 trabajadores de Sintel que en enero acudieron desesperados a Madrid. Decidieron acampar en la Castellana hasta que alguien se hiciera cargo de su demanda: recuperar sus puestos de trabajo y cobrar las once n¨®minas que su empresa en quiebra a¨²n les debe. Pedro confiesa que al principio ven¨ªan para tres d¨ªas, 'y ya llevamos seis meses'. Durante este tiempo, los habitantes del campamento de la esperanza han tenido oportunidad de acumular experiencias. El fr¨ªo, la convivencia lejos de sus familias, el desaliento mientras los medios ignoraron su protestas... Buenos y malos momentos que quiz¨¢s terminen pronto: la propuesta del Gobierno de recolocar a entre 800 y 1.000 trabajadores (de una plantilla de 1.800), con un plan de prejubilaciones para 550 fue rechazada. Pero los dos sindicatos mayoritarios -CC OO y UGT- la consideran un buen punto de partida para negociar.
Por el momento, Pedro y sus amigos se mantienen a la expectativa. Mientras, charlan animadamente reunidos en torno a un par de mesas. Son cerca de las cinco de la tarde y el campamento permanece tranquilo. La posibilidad de que se produzcan nuevas noticias ha interrumpido la actividad normal. As¨ª que ahora la mayor¨ªa de los habitantes se protege del sol en el interior de sus casetas. Otros siguen la etapa del Tour desde sus televisores, mientras unos cuantos juegan al mus. La escena es t¨ªpicamente veraniega, parecida a la que en estos d¨ªas se puede ver en cualquier c¨¢mping de la costa. Pero falta algo que en realidad es mucho: las mujeres y los ni?os. Jes¨²s explica que 'm¨¢s que el fr¨ªo o las incomodidades, lo peor es que se ve cortada tu vida con la familia y los amigos'. Pedro asiente, y despu¨¦s a?ade: 'Cuando ves las familias de los otros que les vienen a ver, y la tuya no est¨¢, entonces se te hace un nudito en la garganta'.
La lejan¨ªa de las familias es quiz¨¢s la peor consecuencia que deben afrontar los acampados. Algunos estaban acostumbrados, cuando a¨²n trabajaban, a pasar largas temporadas lejos de casa. Como los 500 trabajadores que Telef¨®nica desplaz¨® hasta Argentina entre 1991 y 1994. Pero en esta ocasi¨®n es distinto porque los acampados no pueden pagarse los desplazamientos para ir a visitar a sus familias. La falta de dinero ha llevado incluso a que, en muchos casos, las mujeres de estos hombres se hayan visto obligadas a trabajar como empleadas de hogar, mientras que los hijos que antes estudiaban ahora trabajan, 'como mi hija que dej¨® la carrera y ahora est¨¢ de cajera en Alcampo'.
Los trabajadores de Sintel tienen una edad media de 45 a?os, con cerca de 20 trabajando para la empresa por unos sueldos de 145.000 pesetas al mes. En ning¨²n momento se sintieron preparados para esto. No se lo esperaban: uno de ellos se?ala a un antiguo capataz y recuerda que 'ese nunca paraba de trabajar, siempre exigi¨¦ndonos m¨¢s. Y ahora mira'.
Admiten que sin la ayuda sindical de toda Espa?a, el Campamento jam¨¢s habr¨ªa podido sobrevivir. Se muestran adem¨¢s muy agradecidos con el apoyo que han recibido por parte de vecinos, empresas y famosos como Ana Bel¨¦n, Miguel R¨ªos o Mar¨ªa Teresa Campos.
Pero quiz¨¢s m¨¢s importante que todo eso sea la solidaridad entre los propios trabajadores. Pedro, Angel, Jes¨²s y 'el Papi' viven junto con otras personas en el sector levantino del Campo, entre la calle del Gran Wyoming y la avenida de la T¨®rtola. Estructurados por regiones, los trabajadores tambi¨¦n se agrupan por sindicatos: aqu¨ª est¨¢n los de la Confederaci¨®n Nacional del Trabajo (CNT). Forman un n¨²cleo s¨®lido en el que apoyarse cuando la desgracia se hace mayor. Como la vez en que el sobrino de Pedro estuvo unos d¨ªas en coma tras una ca¨ªda sufrida mientras trabajaba en uno de los cobertizos. Fueron d¨ªas dram¨¢ticos, 'pens¨¢bamos que lo perd¨ªamos', relata ?ngel S¨¢nchez, un madrile?o de San Blas afincado en Castell¨®n. No es la ¨²nica desgracia que ha afectado al Campamento. Dos personas han fallecido por ataques al coraz¨®n, una de ellas en el justo instante en que se dispon¨ªa a cobrar un pr¨¦stamo de 500.000 pesetas. En total son 14 las personas que han muerto -la mitad por suicidio- desde que en 1996 Telef¨®nica vendi¨® Sintel al empresario cubano-estadounidense Jorge Mas Canosa.
La lista de agravios entre los trabajadores es extensa. Recuerdan, adem¨¢s, cuando 'Sintel era una empresa moderna, pero nos dormimos'. El delegado sindical de CNT se reprocha no haberse dado cuenta del momento en que las cosas empezaron a 'ponerse feas'. Ahora, dice, en Espa?a hay dos Consejos de Ministros -el del Gobierno y el de Telef¨®nica- y toca esperar a que 'asuman su responsabilidad'.
Pero hoy es un d¨ªa especial: una noticia les ha hecho sentirse m¨¢s optimistas. La fianza de 13.170 millones de pesetas que el juez Baltasar Garz¨®n ha impuesto a seis directivos de Sintel. 'Ese s¨ª que no se vende', exclama ilusionado un compa?ero de Jes¨²s y ?ngel. El comentario alude al poco entusiasmo con que el PSOE ha intervenido en la causa de Sintel. 'Es normal', repone otro, 'si la venta [de Sintel en 1996] la pactaron con el PP'.
Los trabajadores son conscientes del logro que supone haber resistido seis meses. La eficiente organizaci¨®n del campamento revela en qu¨¦ medida est¨¢n resueltos a mantener su lucha hasta que se les reconozcan sus aspiraciones. Cuentan que, al principio, aquello parec¨ªa un 'poblado indio, no como ahora'. El Ayuntamiento quiso cortarles la luz, y desde enero han sufrido numerosos ataques por parte de skin heads que acuden a quemar las banderas de los sindicatos.
Hoy, cuando se cumplen seis meses de su llegada, los trabajadores ya disponen de suficientes cobertizos para alojarse, acomodados con muebles viejos, televisores y neveras que han restaurado despu¨¦s de rescatarlos de los contenedores. Cuentan, adem¨¢s, con biblioteca, tres piscinas port¨¢tiles y clases de refuerzo 'para los chiquillos que han suspendido'. Toda una declaraci¨®n de intenciones: 'Hemos aguantado todo esto porque tenemos raz¨®n, y seguiremos cuanto haga falta'. Se sienten respaldados por sus razones y esperan que el Gobierno llegue por fin a un acuerdo con Telef¨®nica para reubicar a la plantilla, 'sin romperla', en las mismas regiones de Espa?a en las que antes trabajaban.
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