Powell pierde poder en la Casa Blanca
Crece la influencia de Condoleezza Rice, que acompa?a a Bush a G¨¦nova o Camp David
Las dudas sobre qui¨¦n dirige realmente la pol¨ªtica exterior de la potencia hegem¨®nica se han extendido por todo el planeta. A nadie se le escapa que Condoleezza Rice ha mantenido varias conversaciones cara a cara con el presidente de Rusia, Vlad¨ªmir Putin, mientras Powell s¨®lo ha coincidido con Putin unos momentos, en Eslovenia, como acompa?ante de Bush. Eso podr¨ªa atribuirse a que Rice habla ruso con fluidez. Pero hay muchos otros detalles. Powell no asisti¨® a la cumbre de G¨¦nova, en la que Bush prefiri¨® contar con el asesoramiento de Rice. Cuando Bush fue invitado al palacio de Buckingham por la reina de Inglaterra, Rice se aloj¨® en el mismo edificio que el presidente, y Powell, no.
Otro hecho significativo: la asesora de Seguridad Nacional suele pasar los fines de semana con la familia Bush en la residencia presidencial de Camp David, a la que el secretario de Estado no es invitado casi nunca. Con todo, lo m¨¢s revelador es que Powell a¨²n no ha expuesto en un escenario importante su visi¨®n del papel de EE UU en el mundo. Antes de que Bush emprendiera su primera gira por Europa, fue Rice quien compareci¨® en el National Press Club de Washington para explicar los objetivos diplom¨¢ticos del presidente.
Tambi¨¦n resulta evidente que Powell no forma parte del n¨²cleo duro de la Casa Blanca, compuesto por Bush, Cheney, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y la propia Rice. La gran prioridad de George W. Bush, en materia no estrictamente dom¨¦stica, es la creaci¨®n de un escudo antimisiles sobre el territorio estadounidense: mientras el n¨²cleo duro considera que Washington puede tomar esa decisi¨®n de forma unilateral, Powell insiste, sin ¨¦xito por el momento, en la necesidad de buscar la aprobaci¨®n de los aliados europeos y, sobre todo, de Mosc¨².
El secretario de Estado se ve desautorizado con una frecuencia inusual. D¨ªas despu¨¦s de que afirmara que se mantendr¨ªan los intentos iniciados por Bill Clinton para negociar con el r¨¦gimen de Corea del Norte y disuadirle -con dinero- de proseguir su programa nuclear, Bush y Rumsfeld decidieron endurecer el trato con los norcoreanos y utilizar los proyectos de Pyongyang como justificaci¨®n de la necesidad del escudo antimisiles. Cuando Powell conden¨® los 'ataques selectivos' de Israel contra dirigentes palestinos, Cheney opin¨® que ¨¦stos ten¨ªan 'alguna justificaci¨®n'. El diario The New York Times recog¨ªa el domingo los testimonios de varios 'altos cargos diplom¨¢ticos europeos' que coincid¨ªan en se?alar su buen entendimiento personal con Powell y la posici¨®n razonable del secretario de Estado acerca del escudo antimisiles, pero expresaban sus dudas sobre la influencia real de su interlocutor en los c¨ªrculos de poder de Washington. 'Confiamos en ¨¦l, pero a¨²n no sabemos cu¨¢l es exactamente su lugar', dec¨ªa uno de ellos.
El fantasma de Henry Kissinger planea sobre la situaci¨®n. ?Qui¨¦n se acuerda de William Rogers? Rogers fue el secretario de Estado de Richard Nixon entre 1969 y 1973, pero en la memoria s¨®lo queda Kissinger, asesor de Seguridad Nacional en ese periodo, como arquitecto de la diplomacia nixoniana y de la apertura hacia China.
La visibilidad pol¨ªtica y social de Rice quedar¨¢ reflejada en la edici¨®n de octubre de la revista femenina Vogue, en la que aparecer¨¢ una entrevista con la asesora de seguridad nacional, envuelta en un amplio reportaje fotogr¨¢fico. Powell, mientras tanto, calla y espera. No resulta razonable darle por terminado, dado su prestigio personal y su gran influencia en el Pent¨¢gono como general de cuatro estrellas y m¨¢ximo estratega de la guerra del Golfo.
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