Otra historia
En un principio, era Zola: escribi¨® Th¨¦r¨¨se Raquin (1862) y cre¨® una gran novela del naturalismo. Ha pasado por cientos de ediciones y traducciones, ha tenido brillo especial en el cine (Marcel Carn¨¦: Teresa era una apasionante Simone Signoret), es una ¨®pera de Tob¨ªas Picker. Cr¨ªticas, estudios sobre el personaje, sobre el realismo y el naturalismo (temas que Zola trat¨® en algunos ensayos) marcan el siglo y medio de esta gran obra.
Al entrar en el teatro Mu?oz Seca, hay que olvidarla. Se va a ver otra cosa, gracias a las libertades de adaptaci¨®n y de versi¨®n y direcci¨®n. Muy distinta. El personaje de Teresa, base de la novela, queda en un segundo plano, aunque por ese misterioso fondo que aparece siempre de los originales, resalta, vive: la interpretaci¨®n de Paula Sebasti¨¢n, su voz, le dan la presencia. Aparece en cambio el de madame Raquin que toma el t¨ªtulo con un equ¨ªvoco: es cierto que las dos mujeres se pueden llamar as¨ª, porque Teresa es la joven viuda del Raquin hijo de la que llaman estrictamente madame. Es un personaje evidentemente prodigioso: y Julia Guti¨¦rrez Caba, naturalmente, le da el valor que dar¨ªa a cualquier cosa que interpretase, aunque fuese al rat¨®n Mickey.
Madame Raquin
Sobre Emilio Zola; versi¨®n teatral de Michael Voysey; versi¨®n libre espa?ola de Manuel Collado. Int¨¦rpretes: Julia Guti¨¦rrez Caba, Paula Sebasti¨¢n, Manuel Tejada, Juan Antonio Quintana. Escenograf¨ªa: Joaqu¨ªn Roy. Vestuario: Javier Arti?ano. Iluminaci¨®n: Josep Solbes. Direcci¨®n: Gerardo Malla. Teatro Mu?oz Seca.
Miedo
En un extracto veloz de la vieja historia, Teresa Raquin, ni?ita gitana adoptada por la familia Raquin, entregada despu¨¦s como esposa al hijo in¨²til y soso que deb¨ªa ser su hermano de adopci¨®n, le odia, no se siente colmada por el tontito; ama en cambio a un hombre rudo, y entre los dos matan al marido fingiendo un accidente; mueven las situaciones para que la sociedad y la madre acepten que se casen, pero madame Raquin -la madre- escucha el relato del crimen, se queda sin habla y sin movimientos y vive atada a su silla de ruedas, como testigo y acusador inevitablemente mudo, con la mirada, del matrimonio que se va deshaciendo por esa mirada y por sus arrepentimientos, a veces freudianos antes de Freud; por su miedo, por las amenazas que penden sobre ellos. Se suicidan ante la vengada madame Raquin. La novela termina con el suicidio: los cad¨¢veres quedan toda la noche sobre los baldosines mientras la anciana les mira fijamente.
La obra es otra cosa: empieza con el relato del suceso que se hacen sus autores entre s¨ª y por la velocidad con que se desarrollan los acontecimientos: la boda entre ellos dos que parece forjada desde fuera: la sorpresa de madame Raquin al o¨ªr el relato del crimen, su ataque que la deja muda y paral¨ªtica, su reposici¨®n y su maldici¨®n: no les denunciar¨¢, pero ser¨¢ testigo de c¨®mo se destrozan mutuamente. Tel¨®n final.
Melodrama incompleto
Hay que ir a ver, evidentemente, un melodrama, mal construido, incompleto. A quien no recuerde otras versiones, le parecer¨¢ un suceso rebuscado; a quien la recuerde, una traici¨®n, sobre todo en el cambio de protagonista. Yendo sin prejuicios, puede verse un juego de tres actores excelente, como son las dos mujeres y Carlos Tejada y una direcci¨®n de Carlos Malla que conserva el naturalismo dentro de la acci¨®n esquem¨¢tica, aunque la interpretaci¨®n de un cuarto personaje in¨²til, representado por un tambi¨¦n buen actor como Quintana, se vaya de las manos.
El p¨²blico -la vi el martes por la tarde- es mayor, femenino: muy ligado a Julia Guti¨¦rrez Caba, y muy satisfecho, como cualquiera, con su interpretaci¨®n. Quiero decir que gusta mucho, que atrae, que provoca comentarios en el pasillo de salida y que creo que va a gustar. Creo que hubiese sido m¨¢s honesto dejar al margen el nombre de Zola y el de sus personajes, y no reconocer m¨¢s que la vaga inspiraci¨®n que hay en todo.
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