Coca¨ªna eres t¨²
La publicidad nos dice muchas cosas de nosotros mismos, y yo me fijo siempre en los anuncios de la calle, los que m¨¢s veo, m¨¢s que los de la tele. En mi ciudad no paro de ver uno que ocupa casi todas las marquesinas de las paradas de autobuses. Voy buscando hermosuras por la acera, como todo el mundo, y, aunque la mujer de este anuncio no es exactamente guapa, tiene algo en la cara que no te deja apartar la mirada: una mancha de sangre.La primera vez que vi a esta mujer de lejos, desde el autob¨²s, pens¨¦ en el cartel de una nueva pel¨ªcula de terror gore, y ah¨ª se qued¨® la cosa. Hasta que un d¨ªa pas¨¦ junto a ella en cuanto peat¨®n y me detuve a leer lo que supon¨ªa t¨ªtulo y reparto de la pel¨ªcula. No era cine, sino la realidad palpitante. La mujer no tiene violencias en la cara, y sus apacibles ojos sin maquillaje nos miran a los peatones como las madres suelen mirar a todo el g¨¦nero humano salido de su vientre. Comprensivamente. Pero llegamos a la nariz y ah¨ª est¨¢ la mancha ins¨®lita: un grueso hilo de sangre saliendo de uno de los dos orificios nasales. Y el mensaje escrito: 'Una parte de ti consume coca¨ªna. Se llama Juan y tiene 20 a?os. No esperes a que sea demasiado tarde para darte cuenta'.
Di un respingo al darme cuenta, tarde, de que el anuncio nos exclu¨ªa a los hombres adultos, y quise saber qui¨¦n era el responsable de esa quiz¨¢ 'violencia de g¨¦nero', como la llaman los cursis m¨¢s actualizados. El mensaje estaba firmado por la Fundaci¨®n de Ayuda contra la Drogadicci¨®n, con un tel¨¦fono al lado, y me alegr¨®, despu¨¦s de la contrariedad anterior, comprobar que hasta las organizaciones humanitarias est¨¢n al d¨ªa en el lenguaje de la comunicaci¨®n visual m¨¢s percutiente. Estos bienintencionados se?ores consiguen lo que se proponen, llamar la atenci¨®n de los ciudadanos, pero el dise?o publicitario, como sus hermanas mayores las bellas artes, tambi¨¦n tendr¨¢ que tener su corazoncito ¨¦tico bajo el cuerpazo de la est¨¦tica. A m¨ª este atractivo anuncio de la citada fundaci¨®n me parece sexista, machista, paternalista, retr¨®grado y catequista.
Existen los precedentes agresivos, tambi¨¦n muy eficaces,de las campa?as publicitarias de la Direcci¨®n General de Tr¨¢fico, llenas de v¨ªctimas ciegas, tullidas o muertas en el arc¨¦n. Toman igualmente su inspiraci¨®n del gore cinematogr¨¢fico, pero al menos responsabilizan a los accidentados de su (mala) suerte. La benigna se?ora sangrante en el anuncio de la coca¨ªna es un pa?o de l¨¢grimas, que es lo que las mujeres han sido siempre en la imaginer¨ªa creada por los hombres. Fregonas o ver¨®nicas. Cada noche, nos recuerda la fundaci¨®n antidrogadicta, hay por ah¨ª miles de juanes meti¨¦ndose rayas en los lavabos de los after hours, y las madres del mundo en camis¨®n, sin pegar un ojo en la cama y sangrando. Al fin y al cabo, ?no sangran ya ellas una vez al mes por nosotros, por la continuidad de la especie? Han desaparecido de la pel¨ªcula las presuntas hijas drogatas y los padres varones, que estar¨¢n viendo el partido o jugando al mus con los amigotes, sin sentir ni padecer.
La coca¨ªna es, de hecho, la droga m¨¢s adulta y profesional de todas, la que toman quiz¨¢ m¨¢s padres que hijos, y tantas madres o hijas como padres e hijos. Es, por otro lado, un insulto a la gente joven, que hoy despierta a los 13 o a los 14 a?os a casi todas las realidades, tildarles, como hace el anuncio, de alocados y vacuos irresponsables a los 20 a?os. Pero la imagen de una buena mujer sangrando por los desmanes del hijito nos parte a todos el coraz¨®n.
Est¨¢ bien que los organismos y las personas nos preocupemos del bien ajeno tanto como del nuestro. Pero sin fijar estereotipos ofensivos, sin degradar el sentido de responsabilidad individual, sin fomentar, en suma, como hace con esta desdichada campa?a la Fundaci¨®n de Ayuda contra la Drogadicci¨®n, una rancia noci¨®n cristiano-matriarcal que cree en un mundo de mam¨¢s sufridoras y pijitos tarambanas. H¨¢bitos de la mente quiz¨¢ socialmente m¨¢s nocivos que una rayita de polvo de coca por la nariz.
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