La crisis de la pol¨ªtica de seguridad total
El ataque terrorista fuerza un reexamen de la pol¨ªtica militar de EE UU en un mundo de amenazas difusas
Estados Unidos se sent¨ªa pr¨¢cticamente invulnerable. Con el fin de la Guerra Fr¨ªa hab¨ªa ganado seguridad, al reducirse marcadamente la tensi¨®n y el riesgo de un ataque nuclear. Incluso el equilibrio del terror nuclear, aunque amenazante, se hab¨ªa convertido en algo estable y previsible. Hasta hace poco se sent¨ªa libre del terrorismo (aunque el Ku Kux Klan lo practic¨® contra los negros). Tras toda una serie de atentados terroristas, dentro y propio (como en Oklahoma) y fuera, la lucha contra esta forma de agresi¨®n no convencional se hab¨ªa convertido en una prioridad, aunque no en la prioridad. Con este terrible golpe, el gigante ha quedado noqueado. Pero a medida que se vuelve a levantar, la lucha contra el terrorismo centrar¨¢ los debates sobre la pol¨ªtica de seguridad y las prioridades en los gastos a estos efectos.
La cuesti¨®n que est¨¢ en el aire es si, ante este ataque inesperado y brutal, Bush seguir¨¢ insistiendo en seguir adelante con su proyecto de escudo contra misiles bal¨ªsticos. Muchos son los expertos y pol¨ªticos dem¨®cratas que se sienten reforzados al considerar in¨²til este programa para construir una imaginaria L¨ªnea Maginot espacial, que no hubiera parado un ataque como el sufrido con el secuestro de aviones comerciales, u otro simplemente por tierra. Se ha puesto en marcha un debate sobre el concepto de seguridad nacional, que habr¨¢ de ser seguridad ciudadana. La situaci¨®n presupuestaria no permite alegr¨ªas. La crisis econ¨®mica se ha comido el super¨¢vit, y los costes que ha provocado la mayor acci¨®n terrorista de la historia ser¨¢n elevados. Pero, en el fondo, la respuesta a si habr¨¢ o no escudo est¨¢ en manos de Bush, en torno al cual hay una pi?a nacional e internacional. Bush podr¨ªa vender con facilidad la idea de que hay que protegerse contra todo lo que se mueve en un pa¨ªs que, por primera vez, ha sido duramente alcanzado en su territorio. Se buscar¨¢ a los culpables, con el riesgo de exagerar la enemistad de reg¨ªmenes como el cubano, el libio, el iran¨ª o el afgano. Ser¨ªa absurdo que el resultado fuera aumentar el arco de los enemigos.
Desde al menos 1999 el Informe anual del Secretario de Defensa viene alertando contra este tipo de peligros 'transnacionales' que representan los terrorismos. El presupuesto de la lucha antiterrorista ha pasado de 6.000 millones de d¨®lares en 1995 a 12.000 millones este a?o, pero es una gota de agua en unos gastos militares que rondan los 300.000 millones de d¨®lares. Bush en mayo pasado cre¨® una Oficina de Prevenci¨®n Nacional para coordinar esta lucha, pero sin que haya producido resultados. Pero ahora, como anunci¨® Powell, EE UU se propone acabar con el terrorismo. ?C¨®mo? Est¨¢ por ver.
La lucha antiterrorista por EE UU ha tenido cierto ¨¦xito, evitando el secuestro de seis aviones en Asia en 1998, y otras acciones posteriores ligadas a la llamada trama del milenio, pero tambi¨¦n sonados fracasos. El ¨¦nfasis de la lucha antiterrorista se ha centrado en ataques de otro tipo, ya sean digitales o bacteriol¨®gicos, o menos sofisticados. Lo que no esperaban es un ataque como el ocurrido, con el secuestro sincronizado de cuatro aviones comerciales, y su impacto contra las torres gemelas en Nueva York y el Pent¨¢gono en Washington. Un ataque en el que no se ha usado ninguna tecnolog¨ªa avanzada.
Un aspecto notable ha sido el fallo de los servicios de inteligencia interior y exterior. Aunque este debate s¨®lo empieza a apuntar, el FBI, la CIA y la menos conocida pero poderosa Agencia de Seguridad Nacional (NSA) se encuentran ya en la l¨ªnea de mira de las cr¨ªticas para explicar lo ocurrido. ?En qu¨¦ gastan los millones de d¨®lares que se destinan cada a?o? Sin duda, tendr¨¢n que reformarse, y apostar al menos tanto por el factor humano, como por la tecnolog¨ªa.
De repente, EE UU se ha sentido vulnerable y amenazado como nunca lo hab¨ªa sido desde la crisis de los misiles de Cuba en 1961, que afortunadamente se desactiv¨®, pues Pearl Harbour fue un duro golpe, pero no toc¨® el territorio continental. Estados Unidos se sent¨ªa una isla geopol¨ªtica y, de repente, ya no lo es, lo que cambia la concepci¨®n de la seguridad. Los efectos de esta tremenda sensaci¨®n de inseguridad ciudadana ante una amenaza difusa en la pol¨ªtica exterior y de seguridad deber¨ªan ser profundos, aunque es dif¨ªcil augurar en qu¨¦ sentido.
En EE UU pueden prevalecer las tendencias a encerrarse en el cascar¨®n, a actuar de modo unilateral y a buscar una imposible seguridad total.
EE UU ha pretendido en este mundo ganar guerras con el mando a distancia. Su no implicaci¨®n, salvo en los aspectos log¨ªsticos y de informaci¨®n, en la actual misi¨®n de la OTAN en Macedonia es significativa. Pero ahora la guerra -pues, efectivamente, se trata de un 'acto de guerra', aunque no se sepa a ciencia cierta por parte de qui¨¦n- se le ha venido a su propio territorio. Un signo positivo es que Bush haya pedido ayuda internacional para buscar y castigar a los culpables. Desembocar en una pol¨ªtica de cooperaci¨®n internacional, m¨¢s multilateral, ser¨ªa lo deseable. Pero el enfoque yerrar¨ªa si llevara a crear bloques de nuevo cu?o. La cooperaci¨®n no puede limitarse a Occidente.
El atentado ha puesto de manifiesto que EE UU ya no es invulnerable. ?Pero alguien se acuerda de que en 1994 una avioneta se estrell¨® contra la Casa Blanca?
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