'Llevo cinco a?os muri¨¦ndome y me queda lo peor'
Juana Luengo, una ATS que sufre una enfermedad terminal, pide la eutanasia en las jornadas de Derecho a Morir Dignamente
La mesa filos¨®fica y de pensamiento programada para ayer por la ma?ana salt¨® por los aires cuando Juana Luengo, enfermera en el hospital de Legan¨¦s, inici¨® con voz queda y dolorida su relato estremecedor. 'Llevo cinco a?os muri¨¦ndome. Lentamente. Y s¨¦ que todav¨ªa me queda lo peor. No quiero pasar m¨¢s. Cuando ya no pueda mover la mano derecha, que es lo ¨²nico que puedo mover ahora, deseo que me ayuden a morir, porque la vida que me queda es estar en la cama. Ustedes no saben lo duro que es morir as¨ª. La gente que me atiende no se hace cargo de la enfermedad que tengo'.
Juana Luengo tiene esclerosis lateral amiotr¨®fica, una enfermedad degenerativa que est¨¢ destruyendo paulatina e inexorablemente su sistema nervioso. El mal le da?¨® primero una pierna, alcanz¨® despu¨¦s las manos, m¨¢s tarde los brazos y ya ha atrofiado casi por completo su capacidad de hablar. Pronto paralizar¨¢ el diafragma, que, como un fuelle, hace funcionar sus pulmones. Ser¨¢, por fin, la muerte.
'Ustedes no saben...'
El paraninfo de la sede de UGT en Madrid se estremeci¨® cuando Juana Luengo solt¨® el eco ronco de su voz rota y acabada. Fue un soberbio ejercicio de valor, y quienes se lo pidieron, el lunes pasado, no iban a arrepentirse: la mirada de Juana, despu¨¦s del terrible esfuerzo, dec¨ªa 'gracias, me atrev¨ª y lo he logrado'; su discurso hab¨ªa valido por mil palabras de fil¨®sofos y te¨®logos, y ya nada iba a ser igual a lo largo de la ma?ana, que discurri¨® con ponencias de juristas, magistrados y fiscales y la reflexi¨®n de un fil¨®sofo.
'Quiero que me ayuden a morir. Ustedes no saben c¨®mo es vivir as¨ª', repiti¨® en tres ocasiones Juana Luengo. Y otras tantas veces bebi¨® agua de un vaso que la mano buena llev¨® hasta su boca, lenta, temblorosa, dram¨¢ticamente, animada por el doctor Fernando Mar¨ªn, a su lado. Mar¨ªn es m¨¦dico del programa Morir en casa con dignidad, de DMD, experto en cuidados paliativos, y, despu¨¦s de tanto tiempo atendiendo a Juana, ha logrado aprender su nuevo lenguaje, apenas inteligible para el resto de la sala.
?Ir¨ªas a una residencia para que te cuiden all¨ª?, pregunta a Juana el doctor Mar¨ªn. 'No hay residencias para m¨ª. S¨®lo hay residencias para ancianos, y con muy poco personal', replica Juana. Vive en Fuenlabrada, a las afueras de Madrid, y fue enfermera del hospital de Legan¨¦s hasta que la esclerosis amiotr¨®fica le rompi¨® la vida.
Mar¨ªn insiste en lo de la residencia. ?Si hubiera residencias para ti, ir¨ªas? Juana parece haber agotado las fuerzas. Y la voz. O su capacidad de sufrimiento. Pero lanza otro trallazo. 'Cuando no pueda hablar ni mover esta mano, ya no querr¨¦ estar aqu¨ª. Lo que quiero es morirme'. ?Si pudieras escoger, c¨®mo te gustar¨ªa morir? Levanta la mano, levanta la cara para que pueda verse su mirada. Sonr¨ªe, o lo parece. 'En mi casa, si encuentro a alguine que me ayude. Querr¨ªa que alguien me ayudara. Nada m¨¢s'. ?Tienes a alguien? 'Se lo he comentado a una amiga nada m¨¢s, y le pareci¨® bien'. ?Cu¨¢ndo ser¨ªa? 'Cuando no pueda mover esta mano y no pueda comer ni beber agua por m¨ª misma'. ?Qu¨¦ hacen contigo los m¨¦dicos? 'Nada. Ven c¨®mo avanza mi enfermedad y luego me mandan a mi casa'.
Entre notarios
M¨¢s agua. M¨¢s silencios. Largos, muy largos. Los minutos parecen horas. El doctor Mar¨ªn le pregunta por el testamento vital, que Juana Luengo hizo hace a?os. Fue como subir al G¨®lgota, una procesi¨®n de dolor y desencantos por varios despachos de notario. 'Al principio me dijeron que no conoc¨ªan eso, y luego, que aqu¨ª, en Madrid, no estaba autorizado. O que el testamento que yo llevaba no val¨ªa, porque lo ten¨ªa que hacer yo misma en un folio. Y que luego lo firmar¨ªa el notario. Uno de ellos ni siquiera quiso saber nada'.
La enfermera Juana Luengo no tiene problemas de dinero, por su jubilaci¨®n. Ni tampoco de atenciones. Tiene familia y una asistenta que la atiende. Tiene a los voluntarios de DMD. Pero cuenta que a veces ha permanecido hora y media ca¨ªda en el suelo de su casa hasta que lleg¨® la asistenta, sin poder moverse. Es la otra cara del drama: una mente l¨²cida que no quiere ver arrastrado su cuerpo como si fuera un saco de patatas. As¨ª que, antes de poner punto final a su testimonio, como colof¨®n solicitado, con la mano alzada, temblorosa pero tozuda, Juana Luengo subray¨® ayer un solemne deseo de morir en casa. A gritos, mentalmente a gritos. Con rabia, con mucho coraje. Dijo: 'Morir antes de que esta mano ya no me sirva tampoco. Es que esta enfermedad es muy dura, muy dura. Horrible. Estoy muy cansada. Muy cansada. No puedo m¨¢s'.
'El tremendismo de los integristas'
'La justicia transida de piedad es m¨¢s justa', escribi¨® en 1928 Luis Jim¨¦nez de As¨²a en un libro que la dictadura de Primo de Rivera sancion¨® con ira. Se titula Libertad de amar y derecho a morir, y fue recordado ayer por el magistrado Mart¨ªn Pall¨ªn, del Tribunal Supremo, para subrayar que el reloj del integrismo se mueve tozudo. Las tesis del gran criminalista sobre la eutanasia fueron recibidas con 'trabucos naranjeros' por los eclesi¨¢sticos de la ¨¦poca (dirigidos por ?ngel Herrera Oria, futuro cardenal), y las diatribas de ahora, que siguen criminalizando la eutanasia (el bien morir), le parecen a Mart¨ªn Pall¨ªn 'tremendismos de brocha gorda'. Contundente fue tambi¨¦n el fiscal Antonio Camacho, de Tribunal Superior de Justicia. 'No hay duda de que la Constituci¨®n permite la despenalizaci¨®n de la eutanasia', dijo. En realidad, la eutanasia pasiva ya est¨¢ despenalizada, aunque, como subray¨® el catedr¨¢tico Miguel Bajo, abogado del tetrapl¨¦jico Ram¨®n Sampedro, el C¨®digo Penal sigue considerando al enfermo como 'un menor de edad sin libertad para decidir'. Pero los datos son tercos: el 70% de los espa?oles quiere que se legisle con rigor sobre una eutanasia que el 15% de los m¨¦dicos reconoce haber facilitado alguna vez. El 'homicidio piadoso', lo llam¨® Jim¨¦nez de As¨²a. Si, a pesar de esas actuaciones, las c¨¢rceles est¨¢n vac¨ªas es porque no existe 'reproche social, sino respaldo', se?al¨® Juana Teresa Betancor, vicepresidenta de Derecho a Morir Dignamente. As¨ª sucedi¨® hace dos d¨¦cadas con el agrio debate sobre el aborto
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