Mejor imposible
La consolidaci¨®n de las nuevas estrellas y el regreso de Michael Jordan devuelven el esplendor a la NBA
Desde los tiempos de Magic Johnson, Larry Bird, Isiah Thomas y Michael Jordan, la NBA no hab¨ªa encontrado el nivel de competici¨®n que alcanzar¨¢ esta temporada. El segundo regreso de Jordan acentuar¨¢ el despegue de una Liga que hab¨ªa pasado por momentos de incertidumbre en los ¨²ltimos a?os, tras el conflicto que deriv¨® en huelga hace tres temporadas y la mala publicidad que se gener¨® alrededor de la denominada generaci¨®n X. Es probable que gente como Shawn Kemp o Derrick Coleman no estuvieran a la altura de las exigencias, tanto en el plano deportivo como en su vida particular, y tambi¨¦n es posible que la NBA pagara la falta de sucesores reales a los grandes astros de la d¨¦cada de los ochenta. Y hasta se dud¨® de los nov¨ªsimos, como Iverson, Garnett, Bryant o Carter. Hab¨ªa tantos prejuicios hacia ellos que cualquier argumento serv¨ªa para descalificarlos.
A Iverson por su tumultuoso comportamiento; a Bryant por su salto directo desde el instituto a la NBA; a Carter porque era una copia incompleta de Jordan. No era posible superar el canon establecido por los jugadores que hab¨ªan rescatado la Liga del descr¨¦dito y la hab¨ªan transformado en un producto doblemente excitante, por la categor¨ªa de las estrellas y por su eficacia comercial.En gran parte las sospechas proced¨ªan de la nostalgia incubada por los grandes gur¨²s de la prensa, casi todos alimentados con las haza?as de Jordan, Bird y Magic. La tendencia a negar el pan y la sal a las nuevas generaciones se acrecent¨® tras el primer regreso de Jordan, que result¨® aplastante. Pero la realidad ha desmentido las tesis m¨¢s pesimistas: los j¨®venes insolentes han demostrado el ¨²ltimo a?o que son competitivos hasta el punto de conducir a sus equipos hasta cotas impensables -caso de Iverson con los Sixers o McGrady con los Magic- y que s¨®lo se sienten deudores de Jordan para acabar con su mito. Gente sin complejos, justo lo que necesitaba la NBA. Y gente muy joven, adem¨¢s. Ninguno ha alcanzado, ni de lejos, el techo de su carrera. Con una particularidad a?adida, son todos bases o escoltas, jugadores polivalentes que dominan los partidos por su profundo conocimiento del juego, a lo que agregan unas importantes condiciones atl¨¦ticas. Pero ninguno es el cl¨¢sico Goliat que se impone gracias a la madre naturaleza. Para eso est¨¢ Shaquille O'Neal.
A la vista de esta emergente generaci¨®n de replicantes de Jordan, el inter¨¦s por la NBA ha vuelto a crecer en EE UU. Los s¨ªntomas ya quedaron apuntados en la anterior temporada. Sin alcanzar niveles superlativos, las audiencias televisivas entre los Lakers y los Sixers fueron satisfactorias. Por primera vez en varios a?os, la gente comenz¨® a aceptar la incuestionable calidad de las nuevas estrellas, que se hab¨ªan impuesto a los prejuicios y que consolidado como un generaci¨®n de garant¨ªas. Y no se trataba s¨®lo de los m¨¢s populares, sino de un compacto grupo de nuevos talentos, algunos procedentes de Europa, caso del alem¨¢n Nowiztki, cuyo prestigio en Dallas comienza a tomar niveles de culto. En este contexto, el retorno de Jordan tiene un efecto multiplicador sobre la popularidad del campeonato. No s¨®lo se enfrenta a un desaf¨ªo desconocido en el mundo del deporte -la vuelta a las pistas de un jugador que roza los 39 a?os con la intenci¨®n de preservar su leyenda-, sino que regresa en un momento en el que sus adversarios son mejores que nunca. A casi todos ellos les lleva m¨¢s de 15 a?os, brecha que traducida al baloncesto son casi dos generaciones. ?Puede haber algo m¨¢s atractivo para el negocio? ?Es posible un gui¨®n m¨¢s morboso? No lo parece. De ah¨ª que todos los pron¨®sticos apunten a una temporada muy especial.
Otro factor resulta fundamental en las expectativas. Por supuesto, los Lakers son indiscutibles favoritos al t¨ªtulo. Cuentan con el jugador dominante (Shaquille, a cuya hegemon¨ªa agrega la devastadora ausencia de pivots competentes) y la contribuci¨®n de Bryant, jugador de posibilidades infinitas y s¨®lo 23 a?os. Fuera de los problemas de ego que perjudiquen una relaci¨®n destinada al ¨¦xito en las pistas, no hay manera de discutir a los Lakers como primeros candidatos al triunfo. No han perdido demasiado por el camino tras la marcha de Horace Grant y Tyronn Lue, cubiertas por Samaki Walker y Mitch Richmond.
Pero si nadie discute a los Lakers, tampoco se cuestiona la impresionante competencia que encontrar¨¢n esta temporada. Ya el pasado a?o se habl¨® del potencial de la Conferencia Oeste, donde equipos como los Spurs, Kings, Blazers, Jazz o Mavericks estaban en condiciones de ganar m¨¢s de 50 partidos durante la primera fase. Casi todos ellos han mejorado y en el horizonte aparecen equipos impensables, por prometedores. Qu¨¦ otra cosa se puede decir de los Clippers, que por primera vez tienen la oportunidad de abandonar su car¨¢cter de club maldito, ahora que cuentan con Lamar Odom, Darius Miles y Elton Brand.
El pasado a?o se habl¨® de un desequilibrio entre la Conferencia Oeste y la Este que s¨®lo qued¨® mitigado por el coraje de los Sixers en una temporada que acredit¨® a Iverson como un jugadorazo. Esta temporada corren mejores noticias: los Bucks disponen de los mismos ca?oneros -Allen, Robinson y Cassell- y de un veterano como Anthony Mason que les har¨¢ m¨¢s correosos; Orlando descubri¨® una megaestrella en McGrady, que estar¨¢ acompa?ado por los excelentes Hill y Miller -novato del a?o-, y los muy veteranos Pat Ewing y Horace Grant; Toronto renov¨® a Carter, mantuvo a Antonio Davis y, de repente, aparece en los pron¨®sticos como el primer equipo del Este; los Wizards de Washington no ir¨¢n a ninguna parte, pero tienen a Jordan, cuyo peso en la NBA es tan grande que de alguna manera ayudar¨¢ a equilibrar la relaci¨®n de poder entre las dos Conferencias, al menos en el plano popular. Lo que no cambia es la precariedad de pivots, y es por esa carencia por donde la figura de Shaquille O'Neal se vuelve todav¨ªa m¨¢s imponente.
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