Un personaje enigm¨¢tico
El libro 'El ¨²ltimo rey' sobre Mohamed VI describe a un monarca sibarita mal preparado para ejercer el poder
'Hassan II fija la sentencia para cada tonter¨ªa infantil [de sus hijos], cada reflexi¨®n inoportuna, cada comportamiento considerado altivo, cada mala nota en el libro de escolaridad: 10, 20 o 30 latigazos, con fallaka, en las nalgas o en la planta de los pies, y un criado la cumple con una firmeza que var¨ªa. El rey no asiste al castigo. Espera en una habitaci¨®n vecina, de modo que, en algunas ocasiones, el abid golpea las alfombras mientras aconseja a los ni?os que griten lo m¨¢s posible para guardar las apariencias'.
El que padece este castigo es, entre otros, el pr¨ªncipe heredero, sidi Mohamed, hoy en d¨ªa rey de Marruecos. El que relata este correctivo es Jean-Pierre Tuquoi, periodista del diario Le Monde, cuyo libro sobre el monarca, El ¨²ltimo rey. Crep¨²sculo de una dinast¨ªa (Editorial Grasset) se puso a la venta el mi¨¦rcoles en Francia.
Tuquoi, experto en el Magreb, dedica 317 p¨¢ginas a narrar la personalidad y la formaci¨®n del rey aunque empieza para ello contando el ambiente en el que se cri¨® este pr¨ªncipe al que le falt¨® 'la presencia c¨¢lida y reconfortante de unos padres'. 'Ve demasiado poco a su madre, confinada en el har¨¦n, y quiz¨¢ demasiado a papa sidi, que es como ¨¦l llama a su padre'.
'Nunca la vida ordinaria del rey [Hassan II] ha sido revelada con tal lujo de detalles; nunca su personalidad ¨ªntima ha sido colocada bajo una luz tan cruda', escribe en su cr¨ªtica del libro el ensayista Gilles Perrault, autor hace a?os de un best-seller, Nuestro amigo el rey, sobre el difunto monarca.
Pero el grueso de la obra de Tuquoi est¨¢ dedicada a Mohamed VI, de 38 a?os. Le describe, por un lado, como 'un bon vivant y deportista (aunque fumador inveterado de tabaco americano), que prefiere leer una novela policiaca o un comic en lugar de los art¨ªculos de la prensa internacional seleccionados por sus secretarios'. Pero, por otro lado, es 'un personaje desconcertante y enigm¨¢tico, capaz de delicadas atenciones y arrebatos incontrolados'. 'Es cari?oso y caprichoso como un ni?o. En sus momentos de c¨®lera, impulsada por unos celos enfermizos, es capaz de insultar y humillar a los que le rodean'.
'Hassan II no comprende que su hijo', que ten¨ªa 36 a?os cuando ¨¦l falleci¨®, 'no se case'. 'Se lo reprocha peri¨®dicamente', escribe Tuquoi. En su cr¨ªtica del libro, publicada hoy en Le Monde, Perrault asegura que 'la publicaci¨®n de esta obra [de Tuquoi], esperada con temor y convulsiones en Rabat, ha resuelto un problema espinoso que durante mucho tiempo entristeci¨® y enrabiet¨® a Hassan II. El matrimonio del rey [con la joven Salma Bennani] fue finalmente decidido y anunciado' el 12 de octubre. 'Este celibato demasiado largo preocupaba a los c¨ªrculos del poder. Propiciaba cotilleos'.
Tuquoi duda que la formaci¨®n de sidi Mohamed haya sido la id¨®nea para ser rey. 'Este pr¨ªncipe heredero cargado de diplomas universitarios no est¨¢ demasiado preparado para los asuntos de Estado'. 'Sea porque no conf¨ªa en ¨¦l, o porque secretamente desea protegerle, el caso es que Hassan II no quiere involucrar al pr¨ªncipe en la gesti¨®n de los asuntos p¨²blicos'.
Auge del islamismo
El ¨²ltimo cap¨ªtulo es un largo an¨¢lisis de la situaci¨®n por la que atraviesa Marruecos. 'Los islamistas constituyen otro factor potencial de la desestabilizaci¨®n de la monarqu¨ªa. Muy bien implantados en las ciudades (y no s¨®lo en las chabolas de los barrios populares), no violentos, los barbudos marroqu¨ªes sustituyen en el terreno social a un Estado deficiente. El modelo pol¨ªtico de los islamistas marroqu¨ªes es la dictadura'.
'Hasta ahora todas las disfunciones no han impedido a Marruecos seguir en pie. A pesar de las ausencias del rey, su silencio, la debilidad intelectual de su entorno, a pesar de las torpezas gubernamentales (...) el reino sigue ah¨ª'.
Pero, 'detr¨¢s de la imagen de un Marruecos estable y tranquilo, a diferencia de su vecino argelino, se percibe el incremento de la inquietud de una sociedad que descubre que el pa¨ªs ya no tiene a un gu¨ªa. Mohamed VI no tiene los defectos de su padre pero tampoco posee las cualidades de un jefe de Estado. ?Como creer que la monarqu¨ªa se va a perpetuar si, en la c¨²pula del Estado, prevalece el desinter¨¦s por los asuntos p¨²blicos? Esta carecia no es nada tranquilizadora porque todo el sistema pol¨ªtico recae sobre la personalidad del rey, su capacidad para dirigir el pa¨ªs, su voluntad de protagonizar el cambio. Pero acaso el porvenir de Marruecos no pase por Mohamed VI'.
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