La incapacidad militar de la Alianza del Norte permite el contraataque talib¨¢n
La oposici¨®n afgana no saca provecho de los bombardeos de EE UU en el frente de Chagatoi
Desde la loma de Chagatoi, a trav¨¦s de la abertura de un b¨²nker de adobe y paja, se divisan los trazados de las trincheras talibanes situadas en las colinas de Kalakata, donde el domingo bombardearon con gran intensidad los B-52 norteamericanos. Una decena de enormes cr¨¢teres puntea la monta?a, pero la mayor¨ªa de las posiciones parece intacta: los carros de combate se mantienen en lo alto, protegidos por mallas verdes de camuflaje, igual que las piezas de artiller¨ªa y de mortero diseminadas a lo largo del frente. Los talibanes ahondaban ayer las zanjas buscando m¨¢s profundos parapetos.
El general de la Alianza del Norte Mamur Hasan, que manda este frente de Chagatoi, se queja de la intermitencia de los ataques estadounidenses: 'Con dos o tres d¨ªas consecutivos de bombardeos fuertes, podr¨ªamos comenzar la ofensiva contra Kalakata y apoyar el avance sobre Mazar-i-Sharif'. Aunque Hasan afirma al principio no haber visto a los asesores militares norteamericanos, que se hallan sobre el terreno, reconoce despu¨¦s que son menos de treinta y que su misi¨®n puede ser la de conducir los aviones hacia sus objetivos y evaluar los da?os. El general sostiene que la Alianza tambi¨¦n les pasa informaci¨®n sobre la efectividad de los ataques a¨¦reos.
Pese a esta supuesta colaboraci¨®n, Estados Unidos no comprende la actitud timorata de la Alianza. Por qu¨¦ no lanza su infanter¨ªa tras un bombardeo tan intenso como el del domingo, dise?ado precisamente para facilitar las acometidas por sorpresa. Y la respuesta aliancista es siempre la misma: carece de armas y municiones y es necesario mantener la presi¨®n de los bombardeos. Unos eufemismos que revelan su incapacidad total para avanzar. En medio de esta par¨¢lisis, los talibanes se recuperan r¨¢pidamente del paso de los B-52, mantienen sus posiciones cerca de la frontera tayika y las refuerzan para resistir nuevas incursiones.
En el puesto avanzado de Chagatoi, el comandante Mohamed Abdul¨¢ da ¨®rdenes a una docena de hombres armados con Kal¨¢shnikov. Disponen de un ca?¨®n antia¨¦reo capturado hace dos a?os a los talibanes y lo emplean a veces como ametralladora. Una alfombra de vainas relucientes es la ¨²nica prueba de su utilizaci¨®n. La colina de Chagatoi, una primera l¨ªnea en la que se ve la silueta del enemigo, est¨¢ regada de peque?as fortificaciones como la del comandante Abdul¨¢. Los soldados trepan por la ladera, en la que han esculpido unos escalones embarrados para subir pertrechos y alimentos, mientras que algunos campesinos, inmunes al peligro, se benefician de las tierras f¨¦rtiles m¨¢s bajas. Un mortero lanza varias granadas contra el alto de Kalakata. Algunas explotan en la lejan¨ªa levantando un humo negro. La r¨¦plica llega poco despu¨¦s sobre la llanura de Ahrab Tapa, donde habita una gente paup¨¦rrima que vive del pastoreo y de la ayuda humanitaria.
Abdula y sus 12 hombres son los responsables del puesto e ignoran cu¨¢ndo habr¨¢ ofensiva sobre Kalakata. Nada permite pensar que ¨¦sta sea inminente en el norte. Como en el frente de Kabul, aqu¨ª las palabras son m¨¢s fuertes que los hechos: nadie desea el choque directo contra un enemigo que el propio general Hasan califica de 'fuerte y peligroso'.
Nada parece seguro en Chagatoi. Hace un mes, un tirador talib¨¢n le meti¨® una bala en la frente a Ahmed, un chaval de 18 a?os que miraba por la ranura de la fortificaci¨®n. Entre Chagatoi y el alto de Kalakata no debe haber m¨¢s de un kil¨®metro, pero el avance resulta casi imposible, pues se trata de un terreno demasiado abierto y expuesto.
'Los talibanes est¨¢n muy fortificados, disponen de mucho material y sus trincheras son m¨¢s profundas', se queja Abdul¨¢. Detr¨¢s, en una monta?a de la retaguardia aliancista, una meseta rojiza situada en un lugar privilegiado en la llanura de Ahrab Tapa, la Alianza dispone de varias piezas de artiller¨ªa. Cuando disparan sobre Kalakata, el objetivo no es otro que marcar la diana a los aviones norteamericanos, que desde hace seis d¨ªas tratan de romper ese frente y facilitar el avance hacia Mazar-i-Sharif por un tercer flanco y garantizar la toma de esa ciudad antes de la llegada del invierno. En esa meseta parece que se hallan ubicados los asesores estadounidenses. Se sabe cu¨¢ndo van a bombardear porque los mandos de la Alianza proh¨ªben el acceso a la zona a los periodistas extranjeros.
Ajub Gull, de 20 a?os, atiende, agachado en la trinchera, el sonido seco de los morteros. Acaricia un Kal¨¢shnikov viejo que ¨¦l llama nuevo, porque lo hered¨® s¨®lo hace tres meses de su hermano mayor, relevado del servicio al casarse. Reclutado a la fuerza, Ajub pas¨® por una instrucci¨®n militar de un par de semanas en Joya Bajoudin, en la que aprendi¨® a desmontar su arma. 'He disparado varias veces contra los talibanes, pero no s¨¦ qu¨¦ ha pasado despu¨¦s. No tengo miedo; nosotros los afganos no lo tenemos nunca', asegura, feliz como el que ha acertado la respuesta ante su comandante.
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