Ra¨²l escribe grande la letra peque?a
El Real Madrid da un repaso al Panathinaikos, un equipo vulgar que estuvo muy por debajo de los madridistas
El Madrid aprovech¨® la letra peque?a de Ra¨²l para evitarse cualquier inquietud frente al Panathinaikos, mediocre equipo que tuvo dos momentos para empatar el partido. Antes de que eso ocurriera, sufri¨® un calvario para contener al Madrid, de nuevo exquisito en el juego.
Esta vez no se angusti¨® como en los ¨²ltimos partidos, donde ha pagado su suficiencia y el desgaste f¨ªsico. Para evitarlo apareci¨® Ra¨²l en su ¨²ltima versi¨®n, en plan cazagoles, aprovechando las peque?as miserias que se producen en el ¨¢rea. En lo grande y en lo peque?o, Ra¨²l es una garant¨ªa absoluta. Que se lo digan al Madrid de ayer.
REAL MADRID 3| PANATHINAIKOS 0
Real Madrid: Casillas; M¨ªchel Salgado, Hierro (Karanka, m. 52), Pav¨®n, Roberto Carlos (Solari, m. 77); Celades, Helguera; Figo, Zidane, Ra¨²l; y Morientes (Munitis, m. 86). Panathinaikos: Nikopolidis; Seitaridis, Kyrgiakos, Henriksen, Goumas, Fissas; Michaelsen (Boateng, m. 46) Paulo Sousa (Karagounis, m. 46), Basinas; Olisadebe y Konstantinou (Vlaovic, m. 70). Goles: 1-0. M. 41. Env¨ªo de Zidane a Helguera que, solo en el segundo palo, baja la pelota con el pecho, lanza con la derecha y marca entre las piernas del portero. 2-0. M. 66. Centro de Roberto Carlos, Nikopolidis sale en falso, el bal¨®n queda rebotado y Ra¨²l cabecea en plancha. 3-0. M. 72. Falta que saca Figo desde la izquierda, el bal¨®n se estrella en el poste y Ra¨²l empuja el rechace. ?rbitro: Gilles Veissiere (Francia). Amonest¨® a Fyssas y Seitaridis. Unos 52.000 espectadores en el Bernab¨¦u.
A veces en el f¨²tbol s¨®lo hay que tocar una tecla para cambiar el signo de un equipo. En alg¨²n momento de esta temporada, el Madrid se ha encontrado con el h¨¢bitat adecuado para unos jugadores que parec¨ªan confundidos y angustiados en los primeros partidos. Eran los d¨ªas del debate sobre Zidane, asunto que ahora resulta asombroso. Se buscaban razones para justificar los decepcionantes resultados del Madrid y su incapacidad para poner en orden los partidos. Incluso cuando jugaba bien, y eso ocurri¨® en casi todos los encuentros, daba una cierta impresi¨®n de fragilidad, como si no estuviera bien cosido. Y como la ¨²nica novedad en el equipo era Zidane, se le atribuy¨® una responsabilidad que desde luego no le correspond¨ªa. Ahora est¨¢ claro que Zidane es un futbolista diferente, el mejor del mundo con casi toda seguridad, uno que ofrece alternativas novedosas en cada una de sus intervenciones. Pero la tecla justa estaba en otro lado, en alguien que diera cuerpo al medio campo y permitiera brillar a Zidane en lo que prefiere: en la facilidad para asociarse por aqu¨ª y por all¨¢, liberado de tareas defensivas, sin la obligaci¨®n de estar pendiente del retrovisor. Por lo visto, el jugador que m¨¢s ha colaborado al efecto expansivo del Madrid ha sido Helguera, futbolista de excelentes condiciones que necesita controlarlas para funcionar como un reloj. En eso est¨¢ ahora mismo, y de repente el Madrid es un proyecto de orquesta.
Se queda en proyecto porque no logra estirar hasta el final sus buenas actuaciones. Le sucedi¨® ante el Panathinaikos, equipo vulgar que s¨®lo se distingue por el equilibrio de su sistema nervioso. Vaya como vaya el partido, nadie se altera. Tocan el bal¨®n con tranquilidad, en apoyos muy cortos, en cualquier lugar del campo, con poco vuelo, pero con una insistencia que genera cierta perplejidad en los rivales. Como el Madrid no puso en el primer tiempo la diferencia que mereci¨®, le vinieron algunas complicaciones en los primeros minutos de la segunda parte, donde Casillas intervino decisivamente en dos excelentes paradas. En la primera se adelant¨® a Boateng, que llegaba como un tiro. En la segunda desvi¨® un venenoso disparo de Olasidebe. Ah¨ª, en los mano a mano, Casillas disfruta como pocos de su condici¨®n de portero. Hasta ah¨ª lleg¨® el Panathinaikos. Lo dem¨¢s correspondi¨® al Madrid.
Alrededor de Zidane, el Madrid jug¨® una estupenda primera parte. Le falt¨® algo de presencia en el ¨¢rea y la fortuna necesaria para convertir varias ocasiones. La distancia entre los dos equipos era abismal, tanto que resultaba extra?a la resistencia del equipo griego. Por lo dem¨¢s, Zidane era el hombre feliz que ha encontrado en el f¨²tbol espa?ol la capacidad para expresarse que no ten¨ªa en Italia. Helguera se asociaba con ¨¦l. Y Figo recuperaba lo mejor de su estilo. De nuevo surgi¨® el jugador din¨¢mico y persistente que se convierte en un problema para su marcador. Estaba ligero y alegre. Transmit¨ªa en cada jugada, de manera que al Madrid s¨®lo le faltaba por definir la ubicaci¨®n de Roberto Carlos, que ha perdido gas. El mejor Roberto Carlos es el que sorprende desde lejos y no el extremo izquierda que se vuelve previsible. Y de extremo jug¨®. Sin demasiado acierto. Probablemente tampoco atraviesa la plenitud f¨ªsica, con esa rodilla sospechosa.
El Madrid tard¨® m¨¢s de la cuenta en alcanzar el gol, tras una jugada que comenz¨® entre silbidos porque Celades se gir¨® y retras¨® la pelota. Hab¨ªa cierto nerviosismo en la grada y la gente quer¨ªa algo m¨¢s directo. Pero Celades tuvo raz¨®n porque se la entreg¨® a Zidane, que estaba solo en el medio campo. Desde all¨ª cruz¨® un pase maravilloso que Helguera control¨® perfectamente en el ¨¢rea. Luego remat¨® con violencia, por el primer palo. El portero se lo comi¨®. No era mucho para el Madrid, cuyo juego fue excelente. Por eso dio que pensar el imprevisto ataque del Panathinaikos y sus dos oportunidades en el comienzo de la segunda parte. Pero no ocurri¨® nada. Para eso est¨¢ Ra¨²l, que ahora vive de los rechaces, de empujarla, de sacar punta a cualquier ocasi¨®n. Ya le llegar¨¢ el momento de los grandes goles y todo eso, pero en estos d¨ªas gana partidos con eso que siempre se ha conocido como oportunismo, algo que consiste en aprovechar lo que los dem¨¢s no pueden. Y como lo hace tan a menudo, se puede hablar de cualquier cosa menos de casualidad.
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