Ladrillos andaluces para el futuro de ?frica
Una delegaci¨®n de Espa?a con ACNUR visita los campos de refugiados de Uganda que recibieron ayudas desde Andaluc¨ªa
A veces -nunca demasiadas-, se ayuda a otras personas sin que uno se d¨¦ cuenta. Tachar una casilla de un formulario sobre impuestos o abonar una tasa en la ventanilla del banco son obligaciones ciudadanas, pero tambi¨¦n suponen una peque?a ayuda, un empuj¨®n, en el camino hacia una vida digna de miles de personas. Al ciudadano y contribuyente casi nunca se le explican los porcentajes en los presupuestos municipales, provinciales o auton¨®micos destinados a solidaridad m¨¢s all¨¢ de ese nivel abstracto, num¨¦rico, negociado, que tienen las decisiones y actuaciones administrativas.
As¨ª, pocos andaluces saben que han ayudado a mejorar la vida de decenas de miles de personas en el ?frica tropical. Que han dado mesas de parturienta o libros y ladrillos para una escuela en los campos de refugiados del norte de Uganda. Precisamente, para dar el paso del abstracto porcentaje de los presupuestos a sus efectos palpables y humanos, una delegaci¨®n de la organizaci¨®n Espa?a con ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados) se desplaz¨® a principios del mes de diciembre hasta el norte de Uganda, a los campos de Imvepi y Rhino Camp. El presidente de la asociaci¨®n, Joaqu¨ªn Garc¨ªa Quir¨®s, y la coordinadora de la misma en Andaluc¨ªa, Esperanza Belmonte, vieron como el dinero intangible, los fondos ara?ados de los despachos, y que posteriormente enviaron a las cuentas de ACNUR en Ginebra, se hab¨ªan convertido en vida. En trozos de escuela y centros sanitarios para los cerca de 40.000 refugiados y los propios habitantes ugandeses que residen en aquella sabana.
La ayuda humanitaria siempre da beneficios que exceden el objetivo fijado originalmente
Y es que los alrededor de ochenta millones donados por las instituciones andaluzas han dado para mucho.
ACNUR es uno de los m¨¢s reputados organismos dentro del seno de la ONU. Su misi¨®n, desde que se cre¨® en 1951 como consecuencia de las crisis de refugiados desatadas en Europa, es la de proporcionar protecci¨®n a largo plazo para las personas que no pueden m¨¢s que abandonar su pa¨ªs, su ciudad, sus casas, su vida. Sin embargo, no se le permite recaudar fondos, algo que necesita cada vez m¨¢s ante un presupuesto que mengua inmisericordiosamente cada a?o. As¨ª, se crearon en varios pa¨ªses asociaciones hermanas, como fue el caso de Espa?a con ACNUR, en 1993, cuya primera oficina estaba -seg¨²n asegura entre risas un funcionario peruano que trabaj¨® en Madrid y ahora est¨¢ destinado en Uganda-, en la 'trastienda' de la sede madrile?a del organismo de Naciones Unidas.
Estas asociaciones est¨¢n encargadas de mantener viva en sus respectivas sociedades la realidad de los campos de refugiados y, sobre todo, de buscar el dinero que logre que los planes dise?ados por ACNUR se hagan realidad.
Para captar esos fondos p¨²blicos, hay que partirse la cara con asociaciones que piden dinero para causas, cuando menos, igual de leg¨ªtimas, y con los formularios y l¨ªmites impuestos por las distintas instituciones. Belmonte se las arregl¨® el a?o pasado para que la Junta de Andaluc¨ªa, los ayuntamientos de Ja¨¦n, Sevilla, El Viso del Alcor, San Fernando, C¨¢diz o las diputaciones de Huelva y M¨¢laga pusieran -por supuesto, unos m¨¢s y otros menos- dinero para la construcci¨®n de aulas, el cerramiento y enyesado de ventanas de escuelas, la construcci¨®n de letrinas, ayudas al desplazamiento de enfermos, equipamiento de salas de parto, compras de material, etc¨¦tera en los campos de Imvepi y Rhino Park. Los presupuestos globales de las obras acometidas son de cientos de millones de pesetas, pero los cerca de 80 llegados de Andaluc¨ªa han sabido a gloria.
Las sonrisas afloraron, rompieron las caras de la coordinadora en Andaluc¨ªa y de Garc¨ªa Quir¨®s cuando vieron de ladrillo y mortero lo que tanto hab¨ªan defendido en papeles sobre mesas de despacho. Pero la transcendencia de las ayudas de los andaluces van m¨¢s all¨¢. Un empuj¨®n en un lado del problema suele repercutir casi siempre en otros logros igual de importantes que los elegidos originalmente.
Los dos citados campos albergan a decenas de miles de refugiados del sur del vecino Sud¨¢n.
Rhino Camp tiene una extensi¨®n de 225 kil¨®metros cuadrados y en ese terreno viven cerca de 26.000 refugiados y casi otros tantos ugandeses (atra¨ªdos a la zona por la mejora de los servicios). En Imvepi, la extensi¨®n de terreno cedida por el pueblo ugand¨¦s es de 120 kil¨®metros cuadrados, con m¨¢s de 12.500 sudaneses y varios miles de nacionales.
El dise?o del desarrollo de estos campos proviene de ACNUR, pero lo ejecuta con implacable meticulosidad el servicio de cooperaci¨®n exterior de Alemania (DED, seg¨²n las siglas en alem¨¢n). Tambi¨¦n colaboran otros organismos, como la Oficina del Primer Ministro de Uganda (seguridad), los Servicios de Salud del Distrito de Ar¨²a (que absorbieron recientemente el control de los sanatorios de Imvepi), el Servicio de Refugiados de los Jesu¨ªtas (Educaci¨®n para la Paz y docencia en general) y la TPO (que se ocupa de los que sufren problemas de ¨ªndole psicol¨®gica o psiqui¨¢trica).
Entre unos y otros logran que al objetivo principal de garantizar la supervivencia de estas decenas de miles de personas se le unan otros conceptos, verdaderas semillas para el futuro, tanto de Uganda como de Sud¨¢n. As¨ª, los refugiados de ambos campos se organizan en consejos elegidos democr¨¢ticamente. Estos organismos articulan los campos y vehiculan las propuestas y quejas de unos y otros. Pero tambi¨¦n sirven para que las comunidades evolucionen.
Es obligatorio que al menos el 30% de sus representantes sean mujeres. ?l reparto mensual de alimentos est¨¢ tambi¨¦n en manos femeninas; se comprob¨® que algunos de los hombres trapicheaban con los alimentos antes de llevarlos a casa. La mujer es la piedra angular de la supervivencia de estas familias en las que, en ocasiones, el var¨®n aparece anclado en viejos y ya desbordados y desaparecidos roles de guerrero o protector. El dinero de los andaluces y su impulso a la educaci¨®n tambi¨¦n contribuye a que esto cambie.
Sin embargo, a¨²n queda much¨ªsimo camino por recorrer. La mayor¨ªa de los casos que investigan los agentes de la Oficina del Primer Ministro est¨¢n relacionados con violaciones o con abusos (desde el punto de vista occidental) sobre los derechos de las mujeres, con matrimonios forzados y posteriores embarazos de chicas que, seg¨²n los valores que busca Naciones Unidas, deb¨ªan disfrutar a¨²n de la adolescencia y, sobre todo, de la educaci¨®n.
Belmonte desde Andaluc¨ªa y muchos m¨¢s en otros lados seguir¨¢n ara?ando dinero de los presupuestos solidarios. Luchando contra las modas (qui¨¦n se acuerda de Uganda, cuando hay tantas y tantas zonas del mundo necesitadas de ayuda) y contra los jerogl¨ªficos de las administraciones, perseguir¨¢n con su trabajo diario que los que se acercan a una ventanilla o rellenan un impreso de Hacienda sepan que tambi¨¦n han ayudado a alguien. Como antes otros ayudaron a espa?oles y andaluces.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.