Un caballo de Troya llamado Vivendi
El grupo se afianza en EE UU con USA Networks
La presencia de Jean-Marie Messier en Nueva York no era casual. La antigua Gen¨¦rale des Eaux, reconvertida en Vivendi, ya no tiene su sede central en la avenida Friedland, junto a la plaza de L'Etoile, en Par¨ªs, sino en Nueva York, cerca de la Bolsa. Y Messier dispone de un apartamento de m¨¢s de 300 metros cuadrados frente a Central Park.
Vivendi Universal acaba de comprar, por 10.300 millones de d¨®lares (casi dos billones de pesetas o 11.470 millones de euros), los activos audiovisuales de USA Networks, suministrador por cable de programas televisivos a 82 millones de hogares estadounidenses.
Problemas de competencia
Ha pagado casi dos billones por activos del suministrador por cable de programas televisivos a 82 millones de hogares
Messier sirve hoy a dos se?ores: a Wall Street que le promete poder planetario y a otro que vive en Europa y al que le debe todo lo que es
Al mismo tiempo, Vivendi Universal se apoderaba del 11% -por 1.500 millones de d¨®lares (unos 278.000 millones de pesetas)- de EchoStar, sociedad con 6,4 millones de abonados y especializada en la distribuci¨®n de im¨¢genes por sat¨¦lite. Ese 11% puede diluirse en un 5% si se confirma la inminente fusi¨®n entre EchoStar y DirecTV, grupo l¨ªder en el mercado de la TV satelitaria, pero ese peque?o 5% abre las puertas a una sociedad que controlar¨¢ el 90% del sector en los Estados Unidos y que, por consiguiente, necesita el visto bueno del Congreso y de las autoridades anti-trust. Sobre el papel no debiera obtenerlo porque dominar el 90% del mercado es un caso claro de 'posici¨®n dominante', pero los abogados de los dos grupos de TV por sat¨¦lite no admiten tal cosa porque 'la TV por cable tambi¨¦n es de pago y debe incluirse en el c¨¢lculo'. El problema radica en que si el argumento es aceptable en la ciudad, en el campo no es de recibo porque el cable no existe.
Las operaciones de Vivendi Universal se han hecho sobre todo v¨ªa intercambio de acciones, de manera que el car¨¢cter franc¨¦s del grupo tiende a diluirse en una mara?a de participaciones cruzadas que a¨²n es m¨¢s compleja cuando se piensa que el grupo Vivendi Universal controla una serie de editoriales (Bordas, Larousse, Hoghton Miflin, Robert Laffont, Plon, etc¨¦tera), de publicaciones o grupos de prensa (L'Express, L'Expansion, L'Etudiant) o de editores de juegos para ordenador, que tiene una gran fuerza en el sector del disco gracias a Universal Records, Philips y Barclay as¨ª como de los sitios internet mp3.com o GetMusic, que es el primer operador telef¨®nico privado de Francia gracias a Cegetel (14 millones de abonados) y que tambi¨¦n est¨¢ presente en Gran Breta?a, sus importantes inversiones en Internet y, de manera especial, que las filiales de Vivendi son l¨ªderes mundiales en la purificaci¨®n de agua, l¨ªderes tambi¨¦n en su distribuci¨®n, que son inversores de referencia en diversas sociedades de construcci¨®n y que el grupo es tambi¨¦n el primer transportador europeo de viajeros a trav¨¦s de compa?¨ªas de metro, autobuses o tranv¨ªas.
Y todo eso viene a sumarse a Canal+, a los 40 canales tem¨¢ticos funcionando en muchos pa¨ªses, a su potencial como productor y distribuidor de cine, a su enorme cat¨¢logo de t¨ªtulos -el segundo en el mundo, tras el del grupo AOL Time Warner- y a la propiedad de acciones en diversos parques tem¨¢ticos, ya sea en Hollywood, en Osaka o en Tarragona.
Unas recientes declaraciones de Messier -'la excepci¨®n cultural ha muerto, vivimos en la ¨¦poca de la diversidad cultural'- han levantado un viento de p¨¢nico en Francia.
Son palabras que vienen a sumarse a la nueva actitud de Canal+, cada vez menos interesado en mantener su situaci¨®n de operador televisivo en Francia obligado, por convenci¨®n con el CSA, el organismo que regula el paisaje audiovisual galo, a invertir el 20% de su volumen de negocio en producci¨®n de cine, de manera que Canal+ aporta entre el 25% y el 30% de los capitales que atrae cada a?o la producci¨®n francesa de filmes. Muchos de esos t¨ªtulos no son rentables y Canal+ desea poder elegir en vez de encontrarse obligado a intervenir en el 90% de los casos para satisfacer los porcentajes legales.
El convenio con el CSA seguir¨¢ vigente hasta finales de 2004, pero es evidente que Messier tantea la posibilidad de liberarse de tal obligaci¨®n a base de declaraciones provocativas.
En el fondo, el problema es que Vivendi Universal, penetrado ahora por l¨®gicas distintas -vender decodificadores en el incipiente mercado americano de la TV interactiva, reforzar sus v¨ªnculos con el grupo Liberty Media, no decepcionar Wall Street, marginar NewsCorp, etc¨¦tera-, no puede seguir respetando la reglamentaci¨®n europea o francesa, esa que garantiza que el 11% del precio de las entradas de cine vaya al Centre National de Cin¨¦matographie, el tener obligaciones de producci¨®n nacional y el no poder programar libremente unas pantallas de propiedad.
En Europa los poderes p¨²blicos recuerdan continuamente su voluntad reguladora, no conf¨ªan en la voluntad educativa o cultural del mercado, no creen tampoco que dicho mercado est¨¦ dispuesto a garantizar una diversidad que no se limite a poder elegir entre Coca-Cola o Pepsi-Cola. Y Messier es hoy servidor de dos se?ores, de uno que vive en Wall Street y le promete poder planetario y ganancias infinitas siempre y cuando no se equivoque en su estrategia, y otro al que le debe todo lo que es, es decir, a ese Canal+, a esa reglamentaci¨®n francesa, y a ese mercado protegido sin el cual nunca hubiera podido lanzarse a su operaci¨®n de conquista del mundo.
Durante un par de a?os Messier ha simulado o ha cre¨ªdo obrar para lanzar Canal+ dentro de la aventura americana, ha imaginado ser un caballo de Troya europeo al otro lado del Atl¨¢ntico, pero ahora parece claro que es justo lo contrario, un infiltrado en las l¨ªneas europeas que lucha por acabar con esa 'excepci¨®n cultural' que impide que el intercambio de productos culturales se rija por las leyes de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio (OMC).
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