Defender la tierra media
Sostiene Atxaga que en el Pa¨ªs Vasco operan dos poderosas corrientes subterr¨¢neas confrontadas entre s¨ª. La una no sabe o no quiere aceptar con todas sus consecuencias la existencia de un hecho identitario vasco, tan complejo como real; la otra se cree investida de la sagrada tarea de defender una ahist¨®rica esencia vasca. La una confunde modernidad con ruptura de todo v¨ªnculo que no sea el del mercado, como si el destino de la diversidad fuera llenar de variedad colorista los estantes de una sociedad construida a la manera de las grandes superficies comerciales; la otra malinterpreta la defensa de las identidades como si de congelarlas en el tiempo se tratara. Pol¨ªticamente articuladas, afloran con mayor o menor virulencia en distintos momentos hist¨®ricos, pero siempre est¨¢n ah¨ª, agazapadas o activas, cementando el terreno que pisan y volvi¨¦ndolo est¨¦ril al impedir que prospere la diversidad. Dos corrientes con pretensiones hegemonistas, objetivamente incompatibles, que no aceptan otro alineamiento que no sea el conmigo o contra m¨ª. Atxaga se rebela contra esta pretensi¨®n, si bien lamenta que su rebeli¨®n carezca de eficacia pol¨ªtica: 'Los que no estamos con vosotros no estamos en el medio, sino en todas partes. Lo que ocurre es que no tenemos la fuerza ni los medios, ni siquiera la organizaci¨®n para luchar contra estas dos concepciones'.
En efecto, en nuestro pa¨ªs las posiciones pol¨ªticas m¨¢s extremas son las que se encuentran m¨¢s organizadas, adquiriendo as¨ª la m¨¢xima visibilidad. Cuando de abordar el problema del autogobierno de los vascos se trata se produce un fen¨®meno de centrifuguismo que vac¨ªa el centro del espacio pol¨ªtico. Tan fuerte es la presi¨®n hacia los polos que el centrifuguismo se torna transfuguismo, de manera que organizaciones tradicionalmente centradas acaban desplaz¨¢ndose hacia alguno de los extremos. Tal fue el caso del PNV de Lizarra. Tal el caso del PSE. Dice Redondo que su funci¨®n no es moderar al nacionalismo vasco y tiene raz¨®n: su misi¨®n es moderar el nacionalismo espa?ol impulsando el necesario cambio hist¨®rico que suture de una vez los desgarros que el uniformismo ha provocado en la pobre piel de toro. Este es el problema: no la ausencia de propuestas centradas, sino la carencia de estrategias y estructuras pol¨ªticas que den visibilidad y plausibilidad a esas propuestas. Porque lo cierto es que tales propuestas est¨¢n realmente en todas partes. Con distinta prevalencia es posible encontrar en todos los ¨¢mbitos sociales, culturales y pol¨ªticos, personas que creen en la posibilidad de una pac¨ªfica convivencia de pertenencias, sentires y culturas en una Euskal Herria liberada del cors¨¦ estatonacionalista, en el marco de una Espa?a que renuncie definitivamente a la uniformidad para abordar una profunda reforma que la constituya en espacio aut¨¦nticamente plurinacional, impulsando una Europa que reconozca y exprese su diversidad no mediante la yuxtaposici¨®n burocr¨¢tica de Estados, gobiernos, banderas y lenguas, sino mediante la mezcla sin¨¦rgica de gentes, hablares y culturas.
En el fant¨¢stico universo de Tolkien el mundo, Arda, est¨¢ dividido en dos continentes: al oeste las Tierras Imperecederas, el reino de los seres inmortales; al este la Tierra Media, la regi¨®n de los seres mortales. El se?or de los anillos es la historia de una comunidad de seres diversos -hobbits, magos, hombres, enanos y elfos- conjurados para defender la Tierra Media frente quienes pretenden encadenarla a una eterna Edad Oscura. Tambi¨¦n en nuestro pa¨ªs necesitamos conformar una suerte de Comunidad del Anillo, una alianza de gentes tal vez extra?as entre s¨ª, pero unidas en el objetivo de defender nuestra particular Tierra Media, un territorio ¨¦tico y pol¨ªtico compartido que nos permita pensar un futuro lo suficientemente abierto como para que nadie tenga que elegir, o conmigo o contra m¨ª, entre totalidades enfrentadas que s¨®lo aspiran, como Saur¨®n, a 'atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas'.
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