El enlace con el euro
Lo que se hab¨ªa previsto como una operaci¨®n log¨ªstica dif¨ªcil y molesta ha resultado ser una fiesta. Cre¨ªamos que iba a ser como una mudanza y que la gente iba a sufrir especialmente los inconvenientes del trasiego, minusvalorando la satisfacci¨®n que produce estrenar algo, incluso una nueva moneda. Visto lo sucedido, la entrada del euro ha parecido la celebraci¨®n de una boda. Y la comparaci¨®n es oportuna porque, dada la imposibilidad de modificar nuestra paridad cambiaria, la operaci¨®n euro tiene mucho de uni¨®n y, si no acaba en separaci¨®n, de indisolubilidad. Por eso ahora, sin ¨¢nimo de aguar la fiesta, conviene avisar de lo que hay que hacer para que dure.
Hay que recordar que la clave del aumento del bienestar econ¨®mico se encuentra en el crecimiento de la productividad. Y ni Espa?a ni Europa han sido precisamente un modelo en productividad en los ¨²ltimos a?os. Es verdad que desde 1994, en que el paro empez¨® a disminuir, y hasta mediados de este a?o 2001, en que ha vuelto a aumentar, tanto Espa?a como Europa han vivido un periodo muy satisfactorio de crecimiento del PIB y del empleo, pero, entre los factores que explican esa fase de expansi¨®n -el mayor crecimiento de la econom¨ªa mundial, la herencia de las reformas estructurales acometidas en los ¨²ltimos veinte a?os, la propia introducci¨®n del euro, etc¨¦tera- no est¨¢ el crecimiento de la productividad.
Seg¨²n el ¨²ltimo Informe sobre Competitividad elaborado por la Comisi¨®n Europea, el crecimiento de la productividad en Europa ha sido inferior al de Estados Unidos y la ejecutoria de Espa?a en este terreno ha sido la peor de los 15 pa¨ªses de la Uni¨®n, ya que mientras los dem¨¢s pa¨ªses europeos han aumentado su productividad de 1996 a 2000, en Espa?a la productividad ha ido hacia atr¨¢s en estos a?os, lo que no hab¨ªa sucedido nunca en la historia econ¨®mica reciente de nuestro pa¨ªs.
Si, a pesar de esta lamentable evoluci¨®n de la productividad, nuestros resultados en crecimiento y empleo en los primeros a?os del euro no han sido peores que los de los pa¨ªses grandes europeos ello se debe en gran parte a que, hasta ahora, la moderaci¨®n salarial nos ha permitido compensar los negativos efectos del comportamiento de la productividad espa?ola sobre la competitividad. Pero mirando hacia delante, incluso si seguimos contando con sindicatos tan colaboradores como los actuales, ser¨¢ muy dif¨ªcil evitar, cuando el euro f¨ªsico aliente la convergencia en los precios, que no se produzca tambi¨¦n la convergencia en los salarios. Si para entonces no ha aumentado la productividad paralelamente, nuestras empresas perder¨¢n competitividad y, no pudiendo restaurarla con devaluaciones, lo pagaremos con menos crecimiento y m¨¢s paro.
Algunos economistas ven ya los signos de ese triste desenlace en las cifras econ¨®micas con que Espa?a ha cerrado el a?o 2001: el aumento del paro registrado, el deterioro de la balanza corriente o el desequilibrado crecimiento sectorial del PIB con una industria en recesi¨®n. Pero es pronto para, en medio de la celebraci¨®n del enlace con el euro, asegurar que el deterioro de la econom¨ªa espa?ola en el 2001 es el reflejo de nuestra p¨¦rdida de competitividad y no la consecuencia de la situaci¨®n econ¨®mica internacional. Lo que s¨ª es cierto es que el empeoramiento de la econom¨ªa espa?ola deber¨ªa aprovecharse para acabar con una pol¨ªtica econ¨®mica que se dedica a presumir de lo que no depende del Gobierno, como el bajo nivel de los tipos de inter¨¦s, y no se centra en lo que deber¨ªa ser su prioridad, el aumento de la productividad.
Son varias las pol¨ªticas que estimulan el aumento de la productividad como, por ejemplo, la introducci¨®n de competencia en los mercados, la importancia dada a la educaci¨®n, a la formaci¨®n, a la innovaci¨®n y al desarrollo tecnol¨®gico o la reducci¨®n del gasto p¨²blico improductivo. El Gobierno lleva cinco a?os diciendo que est¨¢ a favor de estas pol¨ªticas, pero, cuando se examina la realidad de las medidas o sus resultados en t¨¦rminos de aumento de productividad, se descubre que todav¨ªa no ha hecho nada que merezca la pena mencionar. ?ste es el aviso: o el Gobierno orienta su pol¨ªtica hacia el objetivo de aumentar la productividad, o esta boda que estamos celebrando acabar¨¢ mal.
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