El Ballet de la Scala de Mil¨¢n triunfa en Par¨ªs con la reconstrucci¨®n de 'Excelsior'
Roberto Bolle se reafirma como la nueva estrella de la danza cl¨¢sica italiana
Quince minutos de aplausos y bravos coreados. El desembarco, por primera vez en la historia, del Ballet del Teatro alla Scala de Mil¨¢n en la ?pera de Par¨ªs con el ballet Excelsior fue anteayer una fiesta de la mano de su nuevo director, el parisiense Fr¨¦d¨¦ric Olivieri. M¨¢s de 140 artistas en escena y el deb¨² en la Sala Garnier del joven primer bailar¨ªn Roberto Bolle (Casale Monferrato, 1975) en el papel del Esclavo, quien elev¨® el list¨®n t¨¦cnico de la funci¨®n y se confirm¨® como la estrella masculina m¨¢s importante del ballet italiano.
Antes de la funci¨®n hab¨ªa un cierto excepticismo y alguna cara larga entre los cr¨ªticos locales. Excelsior es una fiesta pl¨¢stica que fue calificada en su tiempo (1883) por la prensa francesa como 'ballet cient¨ªfico-humanitario'. La reconstrucci¨®n libre de Ugo dell'Ara, hecha en 1967 por primera vez en Florencia y que enseguida pas¨® al repertorio de la Scala, refleja con gusto y fidelidad la grandeza del original. Los decorados y trajes de Giulio Colltellaci, muy del gusto Segundo Imperio, tambi¨¦n cumplen con esos cuadros de un kitsch sin estridencias, muy finisecular, de ingeniosos juegos en trampantojo.
La bailarina invitada, otra italiana de larga carrera internacional, Viviana Durante, que fuera primera bailarina en el Royal Ballet de Londres, en el papel de la Luz, se mostr¨® insegura y poco inspirada. El Oscurantismo estuvo bailado por Mick Zeni, que s¨ª ha entendido bien el tono de su caracterizaci¨®n, tan cercana a los efectos del cine mudo y la pantomima expresionista. Los otros dos papeles principales de Excelsior son la Civilizaci¨®n (bailado con discreta indiferencia por Isabel Seabra) y el Esclavo, que result¨® lo m¨¢s brillante en el f¨ªsico apol¨ªneo y la t¨¦cnica danc¨ªstica de Roberto Bolle.
Excelsior tiene que ser visto como una pieza de anticuario que se restaura con sus colores fuertes y sus dorados originales. Escenas como el descubrimiento de la pila voltaica, el excavado del t¨²nel transalpino o la apertura del Canal de Suez son deliciosos cuadros que divierten al son de una m¨²sica sin demasiada enjundia, pero con la suficiente pompa y circunstancia como acompa?ar tal despliegue esc¨¦nico.
La obra mueve a casi 150 personas en escena y necesita m¨¢s de 50 t¨¦cnicos para hacer funcionar los mecanismos de un complejo decorado donde los barcos de vapor hacen sonar sus sirenas, un tren atraviesa el puente de Brooklyn, sin faltar el apogeo del tel¨¦grafo, la electricidad con los trajes lum¨ªnicos y un fin de fiesta multinacional con banderas y cielo que se abre.
La Scala se ha tra¨ªdo a una treintena de ni?os de su escuela de ballet, lo que pone un detalle tierno en las escenas de masas.
Tambi¨¦n por primera vez, desde su fundaci¨®n en 1778, el ballet milan¨¦s est¨¢ dirigido por un franc¨¦s. Las casas parisiense y milanesa fueron rivales en la danza durante los a?os gloriosos del siglo XIX. Se dec¨ªa que las bailarinas las formaba Mil¨¢n y las disfrutaba Par¨ªs, cuando todas las grandes estrellas eran italianas. Hoy, el ballet de la Scala no es una compa?¨ªa puntera y carece de aquella brillantez, pero Olivieri, en los pocos meses que lleva en Mil¨¢n (aunque oficialmente fue nombrado hace una semana), ha transmitido a la plantilla un deseo por demostrar el placer de danzar, y en Par¨ªs han hecho un buen papel, el inicio de una renovaci¨®n que se ped¨ªa a voces y que nadie se atrev¨ªa a emprender.
Las bailarinas demostraban una alegr¨ªa en su trabajo sobre el escenario, alejado del tono siempre severo, cuando no parco hasta lo triste, de las correct¨ªsimas bailarinas francesas.
Roberto Bolle, por su parte, fue el h¨¦roe de la noche y en sus escenas de virtuosismo arras¨® y arranc¨® aplausos. Su baile es amplio, limpio y elegante, con el car¨¢cter noble que le permite situarse a la cabeza de su generaci¨®n.
El gran m¨¦rito de Ugo dell'Ara fue dotar a su revisi¨®n de Excelsior del br¨ªo a?ejo de la escuela milanesa, algo que, ya en el siglo XX avanzado, no era m¨¢s que una opaca leyenda de cultura ballet¨®mana. La m¨²sica de Marenco estaba plagada de tiempos ¨¢giles y codas vertiginosas compuestas a prop¨®sito de las evoluciones m¨¢s r¨¢pidas de le ballerine: era la bravura legendaria, los giros m¨²ltiples y r¨¢pidos, los peque?os saltos en progresi¨®n y las bater¨ªas sobre las puntas. Hoy a¨²n se sue?a con aquel pasado.
La Orquesta Colonna, dirigida por Paul Connelly, hizo un trabajo delicado de estilo y empaque.
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