Adictos a Internet
Un estudio m¨¦dico revela que el 8,8% de los usuarios sufre una dependencia enfermiza de la Red
Si dedica m¨¢s de 30 horas de su ocio a navegar cada semana por Internet, siente el impulso de conectarse al entrar en su casa, descuida relaciones personales que antes le resultaban satisfactorias, pierde horas de sue?o, no puede controlar el tiempo que pasa conectado o sufre ansiedad cuando no est¨¢ en la Red, usted tiene problemas graves de adicci¨®n.
Un estudio, realizado por tres psiquiatras de Madrid y uno de Barcelona, revela que el 30% de los internautas que respondieron a su encuesta est¨¢n en riesgo de dependencia y que el 8,8% sufre los s¨ªntomas de un uso problem¨¢tico de alguno de los servicios de Internet. 'Son unos datos preocupantes, que coinciden con otros estudios, pero hay que tratarlos con mesura: las personas que contestaron a los cuestionarios son usuarios medios-altos de la Red', aseguran Alberto Fern¨¢ndez Liria y Lourdes Est¨¦vez.
El 'chat' resulta conflictivo cuando destroza otras formas de comunicaci¨®n
El ¨¦xito de Internet se basa en la capacidad de insertarse en una cultura audiovisual
Entre julio y septiembre, estos psiquiatras procesaron miles de respuestas a los tres test colgados en la p¨¢gina web adictosainternet.com. Tras una criba inicial, acaban de reunir esta semana las primeras conclusiones significativas sobre una muestra de 2.572 casos. 'La adicci¨®n es mayor de la que se pensaba', dice la doctora Est¨¦vez con los gr¨¢ficos en la mano. 'No es que Internet, en s¨ª, la genere. Toda conducta adictiva se calma con lo que est¨¢ al alcance, por eso muchas de las tendencias tienden a solaparse entre ellas', afirma Fern¨¢ndez Liria. 'Pensamos que la mayor¨ªa de ese 8,8% acumula otras adicciones y sufre alg¨²n trastorno de la personalidad'.
Enrique Echeburua, catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa Cl¨ªnica en la Universidad del Pa¨ªs Vasco, asegura que es imprescindible diferenciar los adictos en la Red de los adictos a Internet. 'Hay compradores compulsivos, lud¨®patas y enganchados al sexo que han hallado en la Red un camino para calmar sus ansias, pero no son parte de los adictos a Internet'.
La doctora Kimberley Young, de la Universidad norteamericana de Pittsburg, es una de la pioneras en el estudio de la dependencia a Internet. Seg¨²n sus conclusiones, entre el 5% y el 10% de los cibernautas estadounidenses padecen adicci¨®n a la Red. 'Estos datos no son extrapolables a Espa?a', dice Echeburua, 'pues aqu¨ª la penetraci¨®n de Internet es menor. Nos faltan casos concretos en las consultas para que se pueda definir la verdadera dimensi¨®n de esta dependencia'.
Jes¨²s de la G¨¢ndara, psiquiatra del hospital Divino Vall¨¦s de Burgos, sostiene que la dependencia patol¨®gica a la Red 'ser¨¢ un problema grave en el futuro y que ya afecta a los m¨¢s j¨®venes'. La doctora ?ngeles Gonz¨¢lez, de la unidad de psiquiatr¨ªa del hospital de Bellvitge, en Barcelona, y que desde 1986 trata los casos de ludopat¨ªa, considera que la diferencia esencial entre el juego -que est¨¢ mal visto en la sociedad-, y la Red, es que ¨¦sta 'cuenta con un enorme prestigio' por el supuesto nivel econ¨®mico, educacional y de conocimiento en las nuevas tecnolog¨ªas de sus usuarios. 'La gente no es consciente de su dependencia y se resiste a venir'. De los 350 casos tratados en el a?o 2001 en Bellvitge, tres o cuatro han sido por adicci¨®n a la Red. 'Existe una muestra escasa como para sacar conclusiones m¨¦dicas', a?ade. La doctora Gonz¨¢lez tambi¨¦n destaca el hecho de que los adictos a la Red tienen adem¨¢s otras dependencias, y ciertos trastornos en el comportamiento, aunque existen excepciones. 'Tuvimos un caso de una chica, de veintipocos a?os, universitaria y sin problemas ps¨ªquicos aparentes. Comenz¨® a hacer un uso enfermizo de los chat, abandon¨® sus relaciones con los amigos, comenz¨® a perder sue?o por las noches y dej¨® de acudir a la facultad por las ma?anas. Fue ella quien nos pidi¨® ayuda y en pocas sesiones mejor¨®. El caso se produce cuando esa conducta es el reflejo de un desequilibrio; lo que hay que tratar es la causa, no s¨®lo el efecto'. Fern¨¢ndez Liria es de la misma opini¨®n: 'El enfermo se encuentra feliz; ha abierto una puerta y no es consciente de su adicci¨®n. Son las familias las que dan el primer paso'.
'Sucedi¨® lo mismo con el juego, en 1986', dice la doctora Gonz¨¢lez, 'y creo que ¨¦sta va a ser la pauta en Internet en el futuro'. El catedr¨¢tico Echeburua recuerda a dos pacientes que hab¨ªan incorporado a su patolog¨ªa un tic nervioso: un tamborileo de los dedos, como si teclearan un ordenador.
Personas solitarias, aisladas, de baja autoestima, con dificultades para establecer relaciones, ansiosas, que esquivan el riesgo y que necesitan una recompensa inmediata. ?ste es le perfil psicol¨®gico de los que se quedan enganchados al chat (conversaci¨®n), el servicio m¨¢s adictivo junto a los juegos interactivos. Afecta, sobre todo, a los j¨®venes con estudios, urbanos y con conocimientos de ingl¨¦s.
Los juegos en la Red
En una macrosala de Internet de la Gran V¨ªa de Madrid se hacinan decenas de j¨®venes frente a las pantallas del ordenador. Algunos llevan cascos en los o¨ªdos y se comunican con uno o varios interlocutores que est¨¢n al lado o en otra ciudad. Todos juegan en red al Quake o al Conter Strike. 'Es como el escondite de hace a?os, pero armados hasta los dientes', dice Fernando Garc¨ªa, experto del Ciberp@¨ªs en las nuevas tecnolog¨ªas. 'Entre semana vienen j¨®venes a jugar; los fines de semana aparecen algunos para chatear, pero no muchos.', apunta el empleado del centro. 'Es que el chat es algo personal que se hace en casa, en soledad', puntualiza Garc¨ªa. Existen fiestas, la de Valencia en verano, por ejemplo, que son concentraciones de cientos de cibernautas que viajan con el PC completo a cuestas; se instalan y duermen all¨ª bajo una carpa para poder jugar sin parar durante cinco o seis d¨ªas.
Los psiquiatras Fern¨¢ndez Liria y Est¨¦vez aseguran que este tipo de juegos son una parte del problema de dependencia entre los j¨®venes entre los 18 y 25 a?os, pero no el principal. 'En cambio, el juego de apuestas no est¨¢ muy extendido en Espa?a, tal vez porque es legal, pero s¨ª se trata de un problema en EE UU, donde est¨¢ prohibido en muchos Estados'. Existen casinos en Internet donde la gente se deja el dinero a trav¨¦s de las tarjetas de cr¨¦dito sin salir de casa.
En las habitaciones virtuales de charla, algunos usuarios agazapados en el anonimato de un apodo hallan un espacio para quebrar la soledad. 'El chateo es un sistema de comunicaci¨®n v¨¢lido, una herramienta que se puede a?adir a las existentes, pero resulta problem¨¢tica cuando destroza otras formas de comunicaci¨®n', dice la doctora Est¨¦vez.
?se el caso del chateador que lo utiliza como ¨²nico veh¨ªculo para mostrar la personalidad oculta que tiene o desea tener, expresar lo que siente y no comunica verbalmente, o para multiplicarse en diversos actores. Y a trav¨¦s de ese chat penetra en un mundo de realidades paralelas que colman sus necesidades sin peligro alguno.
'Los chateadores que rompen la barrera del anonimato y se citan para conocerse abren nuevas v¨ªas de comunicaci¨®n social, y eso es positivo', dice Est¨¦vez. Hay un caso en Granada, donde se reunieron 300, u otros que viajan de chateador en chateador durante las vacaciones. Pero no son la mayor¨ªa. Echeburua habla del efecto contrario: de la persona que va alej¨¢ndose de un mundo real, en el que antes se relacionaba, para encerrarse en otro virtual, donde no padece el miedo a defraudar al otro y en el que la respuesta a sus demandas de satisfacci¨®n resulta inmediata.
El doctor De la G¨¢ndara asegura que es 'la virtualidad televisiva la que se convierte en tangible en Internet. No le digas a un chateador que su mundo de relaciones es falso, no lo va a aceptar, pues ¨¦l percibe el chat como algo real en donde puede estar'.
Realidad y videoclip
Pedro de Alzaga, experto en medios de comunicaci¨®n digitales, va m¨¢s lejos: 'El ¨¦xito de Internet se basa en su posibilidad de insertarse en una cultura audiovisual capaz de edificar otras realidades'. Son muchos los soci¨®logos y psiquiatras que sostienen que esa cultura visual ha generado un mundo de ficci¨®n que se viste de realidad y viceversa. As¨ª, noticias tan brutales como los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y una hambruna africana son percibidas por muchos como un videoclip, algo ajeno y que sucede en esa otra realidad (la real), pero que perciben como ajena y falsa. El escritor argentino C¨¦sar Aira explicaba en un art¨ªculo reciente que la repetici¨®n machacona de una noticia espectacular pervierte la misma noticia, rest¨¢ndole verosimilitud. Pero el ¨¦xito de la televisi¨®n es reiterar lo dram¨¢tico.
En los chat se explora esa esquizofrenia entre realidad y ficci¨®n. 'Mucha gente cuenta intimidades que no revelar¨ªa a nadie. En un chat no se sabe si eres un perro', asegura Alzaga.
Ese desdoblamiento es lo que los psiquiatras definen como trastorno de personalidad. Dilapida las relaciones familiares, afecta a las laborales y provoca fracasos acad¨¦micos. En muchas empresas se han instalado programas para vigilar el comportamiento en la Red de sus empleados, pero la industria del sector ha desarrollado programas que borran las huellas.
El tratamiento de la adicci¨®n a Internet, o a alguno de sus servicios, es casi inexistente. 'Desconocemos la patolog¨ªa del enganchado', asegura el doctor Fern¨¢ndez Liria. 'No se han experimentado terapias que nos permitan decidir entre un tratamiento de f¨¢rmacos, que palie el descontrol de impulsos, u otro psicoterap¨¦utico, que corrija las conductas dependientes'.
Los chat o los correos electr¨®nicos sirven para edificar amistades a distancia, tontear con una supuesta chica o chico, o hacer el amor virtual jugando con las palabras. De algunos de esos encuentros virtuales surgen matrimonios reales. En Huesca, una provincia con unos 200.000 habitantes, ya han tenido lugar tres o cuatro enlaces. 'El problema de ese tipo de cortejo es el de la desilusi¨®n', afirma Echeburua, 'el chateador tiende a crearse una imagen id¨ªlica del otro que el encuentro f¨ªsico no puede mantener'.
Alzaga y Garc¨ªa defienden la inocuidad adictiva de Internet, que consideran una herramienta v¨¢lida. 'La cuesti¨®n est¨¢ en su utilizaci¨®n, no en la Red', dice Garc¨ªa. Y ofrece un dato: el 98% de los hogares espa?oles disponen de al menos una televisi¨®n; la media de estancia ante la pantalla, por espa?ol y d¨ªa, es de cuatro horas. 'Si multiplicamos por siete salen 28 horas, dos menos de lo que se considera un exceso en la Red'.
Hay otro factor a tener en cuenta: el descubrimiento de Internet genera una fascinaci¨®n en el nuevo usuario, que pasa muchas horas ante el ordenador, descubriendo los caminos de la Red. Al cabo de dos o tres meses racionaliza su uso, sac¨¢ndole el m¨¢ximo beneficio en el menor tiempo. 'Nada es negativo en s¨ª', dice De la G¨¢ndara, 'la cuesti¨®n, como en todo, es el uso que se hace de ello'.Si dedica m¨¢s de 30 horas de su ocio a navegar cada semana por Internet, siente el impulso de conectarse al entrar en su casa, descuida relaciones personales que antes le resultaban satisfactorias, pierde horas de sue?o, no puede controlar el tiempo que pasa conectado o sufre ansiedad cuando no est¨¢ en la Red, usted tiene problemas graves de adicci¨®n.
Un estudio, realizado por tres psiquiatras de Madrid y uno de Barcelona, revela que el 30% de los internautas que respondieron a su encuesta est¨¢n en riesgo de dependencia y que el 8,8% sufre los s¨ªntomas de un uso problem¨¢tico de alguno de los servicios de Internet. 'Son unos datos preocupantes, que coinciden con otros estudios, pero hay que tratarlos con mesura: las personas que contestaron a los cuestionarios son usuarios medios-altos de la Red', aseguran Alberto Fern¨¢ndez Liria y Lourdes Est¨¦vez.
Entre julio y septiembre, estos psiquiatras procesaron miles de respuestas a los tres test colgados en la p¨¢gina web adictosainternet.com. Tras una criba inicial, acaban de reunir esta semana las primeras conclusiones significativas sobre una muestra de 2.572 casos. 'La adicci¨®n es mayor de la que se pensaba', dice la doctora Est¨¦vez con los gr¨¢ficos en la mano. 'No es que Internet, en s¨ª, la genere. Toda conducta adictiva se calma con lo que est¨¢ al alcance, por eso muchas de las tendencias tienden a solaparse entre ellas', afirma Fern¨¢ndez Liria. 'Pensamos que la mayor¨ªa de ese 8,8% acumula otras adicciones y sufre alg¨²n trastorno de la personalidad'.
Enrique Echeburua, catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa Cl¨ªnica en la Universidad del Pa¨ªs Vasco, asegura que es imprescindible diferenciar los adictos en la Red de los adictos a Internet. 'Hay compradores compulsivos, lud¨®patas y enganchados al sexo que han hallado en la Red un camino para calmar sus ansias, pero no son parte de los adictos a Internet'.
La doctora Kimberley Young, de la Universidad norteamericana de Pittsburg, es una de la pioneras en el estudio de la dependencia a Internet. Seg¨²n sus conclusiones, entre el 5% y el 10% de los cibernautas estadounidenses padecen adicci¨®n a la Red. 'Estos datos no son extrapolables a Espa?a', dice Echeburua, 'pues aqu¨ª la penetraci¨®n de Internet es menor. Nos faltan casos concretos en las consultas para que se pueda definir la verdadera dimensi¨®n de esta dependencia'.
Jes¨²s de la G¨¢ndara, psiquiatra del hospital Divino Vall¨¦s de Burgos, sostiene que la dependencia patol¨®gica a la Red 'ser¨¢ un problema grave en el futuro y que ya afecta a los m¨¢s j¨®venes'. La doctora ?ngeles Gonz¨¢lez, de la unidad de psiquiatr¨ªa del hospital de Bellvitge, en Barcelona, y que desde 1986 trata los casos de ludopat¨ªa, considera que la diferencia esencial entre el juego -que est¨¢ mal visto en la sociedad-, y la Red, es que ¨¦sta 'cuenta con un enorme prestigio' por el supuesto nivel econ¨®mico, educacional y de conocimiento en las nuevas tecnolog¨ªas de sus usuarios. 'La gente no es consciente de su dependencia y se resiste a venir'. De los 350 casos tratados en el a?o 2001 en Bellvitge, tres o cuatro han sido por adicci¨®n a la Red. 'Existe una muestra escasa como para sacar conclusiones m¨¦dicas', a?ade. La doctora Gonz¨¢lez tambi¨¦n destaca el hecho de que los adictos a la Red tienen adem¨¢s otras dependencias, y ciertos trastornos en el comportamiento, aunque existen excepciones. 'Tuvimos un caso de una chica, de veintipocos a?os, universitaria y sin problemas ps¨ªquicos aparentes. Comenz¨® a hacer un uso enfermizo de los chat, abandon¨® sus relaciones con los amigos, comenz¨® a perder sue?o por las noches y dej¨® de acudir a la facultad por las ma?anas. Fue ella quien nos pidi¨® ayuda y en pocas sesiones mejor¨®. El caso se produce cuando esa conducta es el reflejo de un desequilibrio; lo que hay que tratar es la causa, no s¨®lo el efecto'. Fern¨¢ndez Liria es de la misma opini¨®n: 'El enfermo se encuentra feliz; ha abierto una puerta y no es consciente de su adicci¨®n. Son las familias las que dan el primer paso'.
'Sucedi¨® lo mismo con el juego, en 1986', dice la doctora Gonz¨¢lez, 'y creo que ¨¦sta va a ser la pauta en Internet en el futuro'. El catedr¨¢tico Echeburua recuerda a dos pacientes que hab¨ªan incorporado a su patolog¨ªa un tic nervioso: un tamborileo de los dedos, como si teclearan un ordenador.
Personas solitarias, aisladas, de baja autoestima, con dificultades para establecer relaciones, ansiosas, que esquivan el riesgo y que necesitan una recompensa inmediata. ?ste es le perfil psicol¨®gico de los que se quedan enganchados al chat (conversaci¨®n), el servicio m¨¢s adictivo junto a los juegos interactivos. Afecta, sobre todo, a los j¨®venes con estudios, urbanos y con conocimientos de ingl¨¦s.
Los juegos en la Red
En una macrosala de Internet de la Gran V¨ªa de Madrid se hacinan decenas de j¨®venes frente a las pantallas del ordenador. Algunos llevan cascos en los o¨ªdos y se comunican con uno o varios interlocutores que est¨¢n al lado o en otra ciudad. Todos juegan en red al Quake o al Conter Strike. 'Es como el escondite de hace a?os, pero armados hasta los dientes', dice Fernando Garc¨ªa, experto del Ciberp@¨ªs en las nuevas tecnolog¨ªas. 'Entre semana vienen j¨®venes a jugar; los fines de semana aparecen algunos para chatear, pero no muchos.', apunta el empleado del centro. 'Es que el chat es algo personal que se hace en casa, en soledad', puntualiza Garc¨ªa. Existen fiestas, la de Valencia en verano, por ejemplo, que son concentraciones de cientos de cibernautas que viajan con el PC completo a cuestas; se instalan y duermen all¨ª bajo una carpa para poder jugar sin parar durante cinco o seis d¨ªas.
Los psiquiatras Fern¨¢ndez Liria y Est¨¦vez aseguran que este tipo de juegos son una parte del problema de dependencia entre los j¨®venes entre los 18 y 25 a?os, pero no el principal. 'En cambio, el juego de apuestas no est¨¢ muy extendido en Espa?a, tal vez porque es legal, pero s¨ª se trata de un problema en EE UU, donde est¨¢ prohibido en muchos Estados'. Existen casinos en Internet donde la gente se deja el dinero a trav¨¦s de las tarjetas de cr¨¦dito sin salir de casa.
En las habitaciones virtuales de charla, algunos usuarios agazapados en el anonimato de un apodo hallan un espacio para quebrar la soledad. 'El chateo es un sistema de comunicaci¨®n v¨¢lido, una herramienta que se puede a?adir a las existentes, pero resulta problem¨¢tica cuando destroza otras formas de comunicaci¨®n', dice la doctora Est¨¦vez.
?se el caso del chateador que lo utiliza como ¨²nico veh¨ªculo para mostrar la personalidad oculta que tiene o desea tener, expresar lo que siente y no comunica verbalmente, o para multiplicarse en diversos actores. Y a trav¨¦s de ese chat penetra en un mundo de realidades paralelas que colman sus necesidades sin peligro alguno.
'Los chateadores que rompen la barrera del anonimato y se citan para conocerse abren nuevas v¨ªas de comunicaci¨®n social, y eso es positivo', dice Est¨¦vez. Hay un caso en Granada, donde se reunieron 300, u otros que viajan de chateador en chateador durante las vacaciones. Pero no son la mayor¨ªa. Echeburua habla del efecto contrario: de la persona que va alej¨¢ndose de un mundo real, en el que antes se relacionaba, para encerrarse en otro virtual, donde no padece el miedo a defraudar al otro y en el que la respuesta a sus demandas de satisfacci¨®n resulta inmediata.
El doctor De la G¨¢ndara asegura que es 'la virtualidad televisiva la que se convierte en tangible en Internet. No le digas a un chateador que su mundo de relaciones es falso, no lo va a aceptar, pues ¨¦l percibe el chat como algo real en donde puede estar'.
Realidad y videoclip
Pedro de Alzaga, experto en medios de comunicaci¨®n digitales, va m¨¢s lejos: 'El ¨¦xito de Internet se basa en su posibilidad de insertarse en una cultura audiovisual capaz de edificar otras realidades'. Son muchos los soci¨®logos y psiquiatras que sostienen que esa cultura visual ha generado un mundo de ficci¨®n que se viste de realidad y viceversa. As¨ª, noticias tan brutales como los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y una hambruna africana son percibidas por muchos como un videoclip, algo ajeno y que sucede en esa otra realidad (la real), pero que perciben como ajena y falsa. El escritor argentino C¨¦sar Aira explicaba en un art¨ªculo reciente que la repetici¨®n machacona de una noticia espectacular pervierte la misma noticia, rest¨¢ndole verosimilitud. Pero el ¨¦xito de la televisi¨®n es reiterar lo dram¨¢tico.
En los chat se explora esa esquizofrenia entre realidad y ficci¨®n. 'Mucha gente cuenta intimidades que no revelar¨ªa a nadie. En un chat no se sabe si eres un perro', asegura Alzaga.
Ese desdoblamiento es lo que los psiquiatras definen como trastorno de personalidad. Dilapida las relaciones familiares, afecta a las laborales y provoca fracasos acad¨¦micos. En muchas empresas se han instalado programas para vigilar el comportamiento en la Red de sus empleados, pero la industria del sector ha desarrollado programas que borran las huellas.
El tratamiento de la adicci¨®n a Internet, o a alguno de sus servicios, es casi inexistente. 'Desconocemos la patolog¨ªa del enganchado', asegura el doctor Fern¨¢ndez Liria. 'No se han experimentado terapias que nos permitan decidir entre un tratamiento de f¨¢rmacos, que palie el descontrol de impulsos, u otro psicoterap¨¦utico, que corrija las conductas dependientes'.
Los chat o los correos electr¨®nicos sirven para edificar amistades a distancia, tontear con una supuesta chica o chico, o hacer el amor virtual jugando con las palabras. De algunos de esos encuentros virtuales surgen matrimonios reales. En Huesca, una provincia con unos 200.000 habitantes, ya han tenido lugar tres o cuatro enlaces. 'El problema de ese tipo de cortejo es el de la desilusi¨®n', afirma Echeburua, 'el chateador tiende a crearse una imagen id¨ªlica del otro que el encuentro f¨ªsico no puede mantener'.
Alzaga y Garc¨ªa defienden la inocuidad adictiva de Internet, que consideran una herramienta v¨¢lida. 'La cuesti¨®n est¨¢ en su utilizaci¨®n, no en la Red', dice Garc¨ªa. Y ofrece un dato: el 98% de los hogares espa?oles disponen de al menos una televisi¨®n; la media de estancia ante la pantalla, por espa?ol y d¨ªa, es de cuatro horas. 'Si multiplicamos por siete salen 28 horas, dos menos de lo que se considera un exceso en la Red'.
Hay otro factor a tener en cuenta: el descubrimiento de Internet genera una fascinaci¨®n en el nuevo usuario, que pasa muchas horas ante el ordenador, descubriendo los caminos de la Red. Al cabo de dos o tres meses racionaliza su uso, sac¨¢ndole el m¨¢ximo beneficio en el menor tiempo. 'Nada es negativo en s¨ª', dice De la G¨¢ndara, 'la cuesti¨®n, como en todo, es el uso que se hace de ello'.
Preguntas clave para detectar el problema
Cualquier internauta puede realizar en la misma Red uno o varios test que le indiquen, sin revelar su identidad, el grado de dependencia. Uno de los cuestionarios es el preparado por los psiquiatras espa?oles Alejandro Fern¨¢ndez Liria y Lourdes Est¨¦vez (ver la web adictosainternet.com). Otro, el de la doctora Kimberley Young (ver netaddiction.com). Para ella, responder afirmativamente a cinco o m¨¢s de estas preguntas es ya una se?al de alarma. 1. ?Tiene fantas¨ªas de lo que sucede en la Red aun cuando no est¨¢ conectado? 2 . ?Siente la necesidad de permanecer cada vez m¨¢s tiempo conectado para obtener la misma satisfacci¨®n? 3. ?Ha intentado en vano controlar, reducir o detener el uso de Internet? 4. ?Se siente inquieto, malhumorado, deprimido o irritable cuando el ordenador va lento o no puede acceder a Internet? 5. ?Se queda conectado m¨¢s tiempo del que hab¨ªa planeado, aun a costa de las horas de sue?o? 6. ?Ha sufrido la p¨¦rdida de alguna relaci¨®n significativa, en el trabajo, la escuela/univesidad, o algunas oportunidades sociales debido a Internet? 7 ?Ha enga?ado a su familia para ocultar la magnitud de su uso de Internet? 8. ?Utiliza Internet como una herramienta para evadirse de los problemas o para esconder alg¨²n tipo de malestar (ansiedad o depresi¨®n)?
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