Hijos del ¨¦xito
HUBO UN TIEMPO en el que el pu?o levantado significaba inconformismo de izquierdas. Ahora es el s¨ªmbolo de unos chicos que intentan abrirse paso en el mundo de la industria musical y cuyo pu?o no sujeta ning¨²n meg¨¢fono reivindicativo, sino uno que les permite llegar a la cima del ¨¦xito. La generaci¨®n de Operaci¨®n Triunfo no ha vivido el franquismo ni ha sufrido la ¨¦poca en la que interesarse por la tele supon¨ªa ser hereje. Si alguna vez la peque?a pantalla fue el opio del pueblo, ellos han nacido en un mundo yonqui. 'Todos nos sentir¨ªamos mejor si la televisi¨®n empeorara en lugar de mejorar', escribi¨® Neil Postman en 1985. Desde entonces, el medio no ha hecho m¨¢s que mejorar manteniendo intacto el gran misterio de este invento: no saber nunca si un determinado formato va a triunfar o no. Pero si se combinan diversos elementos con profesionalidad y criterio, por lo menos se habr¨¢ hecho un producto decente. ?ste parece ser el caso de OT, que, adem¨¢s de recuperar la m¨²sica en directo para la televisi¨®n de masas, busca una complicidad que conecta no con la copla, sino con los referentes publicitados por programas de radio como Los 40 Principales o La jungla, y aplica la l¨®gica de los grandes entrenadores: si juegas bien, ganas. Resultado: el concurso ha provocado una revoluci¨®n audiovisual que culminar¨¢ ma?ana con el programa m¨¢s visto de los ¨²ltimos cinco a?os.
Sus inventores, como es l¨®gico, se muestran reacios a sobrevalorarlo. Han parido programas tanto o m¨¢s dignos que ¨¦ste y quieren a todos sus hijos por igual. Sin embargo, ning¨²n programa alcanza semejantes resultados sin ser algo m¨¢s que un concurso. ?Las claves? Buena factura y promoci¨®n, contenidos que combinan el inter¨¦s de un making off (c¨®mo se hace un famoso) y melod¨ªas pegadizas, enfoque positivo y una idea defendida por profesionales que transmiten credibilidad (?se imaginan a Jes¨²s Mari?as en lugar de Nina?) A eso hay que a?adir que, tras unos a?os en los que el p¨¦ndulo del gusto insist¨ªa en formatos de pruebas f¨ªsicas, c¨¢maras ocultas o cautiverios ful, la propuesta de OT estimula al espectador con un discurso constructivo. En parte, pues, no se trata tanto de aplaudir lo positivo como lo diferente, aunque OT tambi¨¦n resuelve viejas contradicciones del teleadicto.
En primer lugar, es un programa para todos los p¨²blicos, pero cuyos protagonistas son los j¨®venes. Contiene, pues, elementos de cohesi¨®n social. La prueba: muchos amigos se re¨²nen para ver la gala juntos, un hecho que s¨®lo se produce con partidos de f¨²tbol o la entrega de los oscars. En segundo lugar, arrastra a los que todav¨ªa son reacios a ver la tele a engancharse a un programa del que no tendr¨¢n que avergonzarse en p¨²blico, como ocurre con los embusteros que niegan ver Cr¨®nicas marcianas. Ser adicto a OT est¨¢ bien visto y te proporciona un tema de conversaci¨®n intergeneracional que multiplica su onda expansiva. ?Los valores? Puede que OT sea un canto al esfuerzo y a la ilusi¨®n, pero lo bueno es que puedes utilizar estos valores como coartada para justificar tu adicci¨®n sin profundizar en si se trata de un canto a la competitividad y al privilegio mientras que los m¨¢s esc¨¦pticos pueden limitarse a disfrutar del show y considerarlos parte de la estrategia de una industria que machacar¨¢ a los chicos cuando salgan de la academia que les ha pulido esos defectos que tanto nos sedujeron al principio, fijado unos objetivos que le han quitado cierta espontaneidad a la propuesta y dado un esplendor que tendr¨¢n que devolver con intereses. Una industria que, por cierto, utiliza OT como laboratorio de pruebas para futuras t¨¢cticas antipirater¨ªa, de relaci¨®n con la tecnolog¨ªa (MP3, Internet) y revisi¨®n de sistemas de producci¨®n (gravaciones m¨¢s r¨¢pidas y precios m¨¢s asequibles).
Al margen de este entorno, el programa funciona gracias a virtudes cl¨¢sicas: la calidad, la competitividad y el espect¨¢culo. Del mismo modo que un partido de f¨²tbol disputado, jugado con fair-play, en el que se marcan muchos goles y retransmitido con gran despliegue de realizaci¨®n dejar¨¢ una huella imborrable en la afici¨®n, un programa con canciones bonitas interpretadas por j¨®venes que luchan sin hacerse putadas siempre gustar¨¢ (todav¨ªa) m¨¢s que el encierro de unos ociosos candidatos a tener antecedentes penales. Y, sin embargo, OT es hija de GH. Pero, como ocurre en las mejores familias, el hermano peque?o, m¨¢s t¨ªmido y menos vociferante, ha podido aprender de los errores de su hermano mayor, rectificar y deslumbrar con una actitud en la que, pese a la abusiva mercadotecnia adosada, siguen prevaleciendo las virtudes sobre los defectos. A partir del martes, cuando los chicos se enfrenten al aprovechamiento integral de la gallina de los huevos de oro, empezar¨¢ otra fase bastante menos buc¨®lica. Y all¨ª estar¨¢ la televisi¨®n para alimentarse del triunfo pero, si se produce, tambien del fracaso. Porque en la tele vale todo: incluso devorar a tus propios hijos.
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