La soluci¨®n universitaria
Hubo una vez, hace poco, una ley universitaria modosa, e incluso t¨ªmida, que despert¨® grandes pasiones y desat¨® las fuerzas de la naturaleza. Los cielos se abrieron y vinieron las lluvias con su cortejo de rayos y truenos. Pasado el temporal, el bosque universitario ha quedado casi como estaba; la ley abri¨® algunos senderos por aqu¨ª y las universidades contestaron con unos miles de concursos docentes para candidatos locales por all¨¢. Ahora podemos seguir perdidos entre los ¨¢rboles y recitando el mantra del problema universitario, repetido por cada generaci¨®n desde hace un siglo, o salir del bosque. Saldremos si nos atenemos a lo fundamental y encaramos los problemas de la Universidad espa?ola con decisi¨®n. El momento para resolverlos es oportuno y su soluci¨®n, en el fondo, es sencill¨ªsima.
El momento es oportuno por dos razones. La primera es interna. Aunque el nivel de la Universidad espa?ola es bastante mediocre, hay en ella elementos positivos en los que apoyarse. Es mediocre porque apenas proporciona educaci¨®n liberal, porque su investigaci¨®n, aunque mejor que en el pasado, es modesta y porque su educaci¨®n profesional, lo que hace mejor, tiene bastantes defectos. Prueba de esto ¨²ltimo son las tasas de abandono de los estudiantes, de repetici¨®n de curso y de retraso escolar. Parte de la raz¨®n estriba en un profesorado seleccionado con descuido durante toda una generaci¨®n.
Pero no cabe olvidar, con las sombras, las luces. Es dif¨ªcil comparar la calidad de la ense?anza de hoy con la de hace cuarenta a?os, pero las cantidades se han multiplicado, y hoy, m¨¢s de una cuarta parte de los j¨®venes entre 18 y 24 a?os va a la Universidad. Y la educaci¨®n profesional de esta Universidad, acrecentada, no puede ser tan mala cuando ha acompa?ado el crecimiento econ¨®mico del pa¨ªs durante medio siglo, su estabilidad social y su transformaci¨®n pol¨ªtica. Nada de esto habr¨ªa sucedido si aqu¨ª y all¨¢ no se hubieran dado, y se est¨¦n dando, ense?anzas profesionales excelentes. Adem¨¢s, el pa¨ªs se ha acostumbrado a la idea de que el principio de libertad se deber¨ªa aplicar a las instituciones universitarias. Incluso se aplica en parte, y por ello tenemos hoy un marco institucional de competencias regionales y autonom¨ªas universitarias cuya complejidad permite un grado apreciable de diversidad, de iniciativas y experimentos locales, y de un desorden que podr¨ªa llegar a ser creativo.
La segunda raz¨®n para el optimismo se llama Europa. El estado general de la Universidad europea es muy insatisfactorio, y ello se combina con la inquietud de quienes lo saben y est¨¢n atentos a los cambios que puedan sobrevenir. Su cabeza est¨¢ confusa porque lo que dicen y lo que intuyen no coincide. Hablan de armonizar el paisaje europeo, pero en realidad est¨¢n obsesionados con emular a los norteamericanos, cuyo sistema universitario es mejor, y por ello atrae a estudiantes e investigadores de todo el mundo.
En estas circunstancias, cabe una especie de guerra rel¨¢mpago para conseguir algunas universidades o instituciones de educaci¨®n e investigaci¨®n excelentes en Espa?a en poco tiempo, que se sit¨²en en el primer plano europeo y mundial y tiren del resto. Esto s¨®lo se puede realizar si se dan dos condiciones. En primer lugar, s¨®lo si se realiza de un modo relativamente desordenado y espont¨¢neo sobre la base de iniciativas locales y regionales. Se trata de una guerra de movilidad, incluso de guerrillas, en la que lo fundamental es la iniciativa de quienes est¨¢n sobre el terreno sin el estorbo de un exceso de equipaje (rutinas e intereses creados) y pueden aprovechar las ocasiones operando con los recursos a su disposici¨®n. Y en segundo lugar, s¨®lo si se mantiene el foco de la atenci¨®n en lo principal. Y lo principal son... los estudiantes.
No conviene equivocarse. El dinamismo de la Universidad norteamericana est¨¢ alimentado por la presi¨®n de una muchedumbre de estudiantes motivados y capaces, dispuestos a moverse, decidiendo en qu¨¦ instituciones universitarias ponen sus dineros (incluyendo sus becas), sus esfuerzos y sus a?os de juventud. Los profesores, los contratos de investigaci¨®n y los recursos econ¨®micos suelen venir detr¨¢s, y cuando vienen antes, se consolidan s¨®lo si y cuando los estudiantes mismos les acompa?an. No son las autoridades pol¨ªticas las que impulsan el sistema, con sus leyes y sus planes; ni lo son las conferencias de autoridades acad¨¦micas, con sus dict¨¢menes, sus resoluciones y sus compromisos, haciendo o deshaciendo consensos. Es la efervescencia desordenada de las masas de los estudiantes, desagregadas en millones de individuos particulares tomando sus decisiones de vida, y no reunidos cantando a coro un eslogan pactado (consensuado) entre los activistas del momento, la que pone en cuesti¨®n el statu quo d¨ªa tras d¨ªa.
Antes o despu¨¦s, las universidades acaban siendo... lo que sean sus estudiantes. Si ¨¦stos son pasivos y acomodaticios, y creen que tienen derecho (natural o positivo) a ser universitarios, los profesores creer¨¢n tenerlo a ser profesores, y los rectores, a ser rectores, y el ministro de turno (?por qu¨¦ no?), a ser ministro. Pero a serlo, todos, de manera est¨¢tica o ext¨¢tica, cada uno con su t¨ªtulo en la mano, como estatuas, preparados para la foto, sin movimiento ni futuro. Y as¨ª, las universidades se convertir¨¢n en bosques petrificados.
Suceder¨¢ lo contrario si las universidades (unas s¨ª, otras no, de acuerdo con su libertad) apuestan por tener los mejores estudiantes posibles, o los que vienen en las mejores condiciones posibles. Para esto, las universidades tienen que hacer cuatro cosas: procurar que los estudiantes est¨¦n motivados, que sean capaces, que encajen con una oferta de tres ciclos de ense?anza superior relativamente sensatos (con profesores capaces) y que vengan de todas partes.
Unos estudiantes motivados son m¨¢s exigentes consigo mismos y con la instituci¨®n a la que van. No pierden su tiempo, ni permiten que, por desidia o incompetencia, se lo hagan perder. Para estar motivados los estudiantes han de pagar un precio por la ense?anza. Lo que no cuesta no se valora. El coste es uno en esfuerzo y otro en dinero. La ret¨®rica de que la ense?anza superior es un bien p¨²blico (en parte lo es) no debe ocultar el hecho de que los universitarios obtienen un gran beneficio particular por sus estudios: m¨¢s ingresos futuros que quienes no van a la Universidad, un status social m¨¢s alto y mayores oportunidades de acceso a posiciones de poder. La sociedad puede subvencionar una parte de esos estudios; pero ?casi todo? Lo l¨®gico es que los universitarios paguen una gran parte de sus estudios con su dinero, con becas que consiguen con esfuerzo o con cr¨¦ditos que el d¨ªa de ma?ana (y cuando sus niveles de renta lo permitan) tendr¨¢n que devolver.
Las universidades necesitan estudiantes capaces. Para empezar, capaces de algo tan simple como leer y escribir: leer con cuidado, retener argumentos complejos, criticarlos y tomarlos como puntos de partida para llegar m¨¢s lejos; comunicar por escrito y de viva voz sus conocimientos de manera clara y persuasiva. Y ello, al tiempo que desarrollan su capacidad de juicio y de control de sus intereses y sus pasiones (de poder, de lucro o de vanidad) a la hora de entender las cosas como son. Nada de esto puede darse por supuesto, y la experiencia sugiere que estas capacidades gen¨¦ricas, poco frecuentes en la Espa?a de hoy, requieren cultivo.
Las universidades deben hacer una oferta sensata de tres ciclos de estudios. El primer ciclo podr¨ªa resolver el problema de quienes quieren poco m¨¢s que un t¨ªtulo universitario para usos m¨²ltiples. Unos pocos primeros ciclos unificados de dos a?os proporcionar¨ªan saberes b¨¢sicos en grandes campos de conocimiento y, combinados con el bachillerato, podr¨ªan suministrar una educaci¨®n liberal a partir del momento en que hubiera profesores capaces de darla. El segundo ciclo, el de la ense?anza profesional, es el m¨¢s s¨®lido, y basta con dejarle que siga evolucionando (y diversific¨¢ndose) a impulsos de la vida profesional misma. El estado del tercer ciclo en Espa?a suele ser pat¨¦tico. ?ste podr¨ªa ser el locus estrat¨¦gico en el que concentrar esfuerzos, porque, si ¨¦stos se hacen con inteligencia, los resultados pueden verse pronto y tener un efecto multiplicador. Para ello, habr¨ªa que internacionalizar dr¨¢sticamente ese tercer ciclo, tanto sus estudiantes como sus profesores. Y esto me lleva al ¨²ltimo tema.
Las universidades tienen que atraer a los mejores estudiantes posibles mirando en todas las direcciones del globo terr¨¢queo. Por prudencia quiz¨¢ puedan atender un poco m¨¢s a la cantera local en los primeros ciclos; pero ?de verdad queremos estudiantes sedentarios, arraigados o atrapados en su lugar de origen? El horizonte de los segundos ciclos deber¨ªa ser no s¨®lo espa?ol, sino europeo. Y el de los terceros deber¨ªa ser, para estudiantes y para profesores, tous azimuts. Las comunidades cient¨ªficas no son locales, ni regionales, ni espa?olas, ni europeas, sino planetarias.
La oportunidad es propicia. La soluci¨®n, en el fondo, es sencilla. Y para aplicarla, ni siquiera tenemos que ponernos todos de acuerdo. Basta con que cada cual, cada autonom¨ªa, cada universidad, cada profesor, cada estudiante haga, por su cuenta, lo que tenga que hacer.
V¨ªctor P¨¦rez D¨ªaz es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.