El enviado de EE UU califica de 'tragedia terrible' la situaci¨®n en el campo de refugiados
El secretario de Estado adjunto Burns visita Yen¨ªn y escucha los testimonios de los supervivientes
'Yen¨ªn es una terrible tragedia humana', exclam¨® ayer el secretario de Estado adjunto para Oriente Pr¨®ximo de EE UU, Williams Burns, en el centro del campo de refugiados, mientras observaba la desolaci¨®n y la destrucci¨®n provocada por el Ej¨¦rcito de Israel durante 12 d¨ªas de ocupaci¨®n y violencia. A su alrededor, decenas de supervivientes, absortos por el dolor y en silencio, no dejaron ni un solo momento de escarbar, con las manos entre las ruinas. 'Es importante que se sepa la verdad de lo sucedido', dijo. Los grandes equipos de rescate no han llegado a¨²n a Yen¨ªn, porque lo impiden los soldados israel¨ªes.
'Es importante que la ONU decida enviar una comisi¨®n de investigaci¨®n, pero creo que tambi¨¦n es importante que se garantice la llegada de la ayuda humanitaria a Yen¨ªn para que pueda aliviar el sufrimiento de la gente que tanto lo necesita', reflexionaba Burns entre los despojos, con los zapatos metidos en el barro, mientras una fina lluvia empezaba a caer sobre la zona cero del campo de refugiados, una inmensa explanada donde antes hab¨ªa 300 casas.
Durante tres horas, Burns, rodeado por un min¨²sculo ej¨¦rcito de agentes de seguridad vestidos de paisano, escuch¨® los lamentos de los supervivientes de Yen¨ªn, que no dudaron en acercarse y explicarle con resignaci¨®n la tragedia vivida durante los seis d¨ªas terribles que duraron los bombardeos de los F-16, de los helic¨®pteros de combate Apache y de los tanques Merkava. Seg¨²n ellos, la ofensiva se sald¨® con centenares de muertos, 500 heridos, la destrucci¨®n de decenas de casas y la detenci¨®n de m¨¢s de 600 personas.
Abdal¨¢ Mohamed Jalil, de 42 a?os, padre de cuatro hijos y obrero de una cantera de m¨¢rmol cercana, vio deslizarse el cortejo del diplom¨¢tico estadounidense por encima de su cabeza. Ensimismado, como muchos de sus vecinos, continu¨® escarbando en el solar en que se ha convertido su casa. Trataba de averiguar con precisi¨®n en qu¨¦ punto estaba el comedor y cada uno de los muebles. Abriga la esperanza vana de encontrar los ahorros de toda una vida: 35.000 euros en moneda jordana con la que pensaba comprarse un terreno y edificar una nueva casa.
'Durante seis d¨ªas estuve viviendo con mi esposa y mis hijos debajo de los escombros, mientras sobre nosotros ca¨ªa una lluvia incesante de misiles. Menos con ¨¢ntrax, nos han atacado con todo. Pero yo no me quejo; estamos con vida', explica Mohamed en un momento de respiro. Como casi todos, escarba en el barro y el polvo con las manos desnudas. Alg¨²n afortunado lo hace con un azad¨®n. En todo el campo s¨®lo funciona una m¨¢quina excavadora.
Los modernos equipos de rescate que han prometido las organizaciones humanitarias no podr¨¢n llegar por ahora. Lo impide el Ej¨¦rcito israel¨ª, que mantiene acordonada la zona y que ha erigido en todos los caminos de acceso muros de tierra y piedra. Ni siquiera los camiones de alimentos pueden entrar. Desde lo alto de las colinas, los francotiradores disparan sobre quienes intentan destruir o allanar los parapetos. Las tropas han desaparecido, pero no se han ido.
'Hemos tenido que detener las tareas de desescombro del campo. Es demasiado peligroso. El Ej¨¦rcito israel¨ª, antes de partir, dej¨® entre las ruinas, estrat¨¦gicamente colocados, centenares de explosivos. Cada d¨ªa hay explosiones', relata el canadiense Philippe Doyon, enfermero voluntario de la Cruz Roja Internacional. Doyon lleg¨® hace tres d¨ªas al campo, despu¨¦s de un largo y vejatorio v¨ªa crucis burocr¨¢tico en las oficinas israel¨ªes de Jerusal¨¦n. Forma parte de esa microsc¨®pica tropa de voluntarios, compuesta por s¨®lo 25 hombres, que trabajan sin descanso tratando de ayudar a los heridos, de rescatar a los cad¨¢veres. Su trabajo avanza con lentitud, precedido por un equipo de desactivacion de explosivos noruego, el ¨²nico que ha podido llegar hasta ahora.
Pero la resistencia no ha muerto en Yen¨ªn. En un muro de una casa semidestruida, escrito con pintura negra, se puede leer en ¨¢rabe: 'Ham¨¢s est¨¢ en todos los sitios'. M¨¢s all¨¢, encima de unas ruinas, alguien ha colocado un enorme estandarte rojo, negro, verde y blanco. Es la bandera de Palestina.
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