Diecis¨¦is ni?as huyen de la ablaci¨®n del cl¨ªtoris
Un grupo de kenianas pretende que un juez proh¨ªba a sus padres obligarlas a sufrir la mutilaci¨®n genital
Diecis¨¦is muchachas kenianas de entre 12 y 16 a?os luchan en estos momentos por salvarse de pasar por la ablaci¨®n de cl¨ªtoris. Apoy¨¢ndose en la ley aprobada en Kenia en diciembre pasado, que castiga esta pr¨¢ctica, las chicas huyeron hace tres semanas de sus hogares, presas del temor de que sus padres aprovecharan las vacaciones escolares de abril para obligarlas a someterse a esta mutilaci¨®n, que todav¨ªa se practica en numerosas localidades rurales del pa¨ªs africano.
Las muchachas encontraron refugio en el Centro para los Derechos Humanos y la Democracia de Eldoret (noroeste de Kenia), que, junto con la organizaci¨®n estadounidense de defensa de los derechos de la mujer Equality Now, solicit¨® al juez del distrito de Marakwet un mandamiento judicial con el fin de prohibir a los padres que sometieran a sus hijas a la intervenci¨®n. La vista se celebr¨® ayer en Iten, a 30 kil¨®metros de Eldoret. Acudieron 11 padres y las chicas, pero el caso qued¨® aplazado a la semana pr¨®xima ante la ausencia del presidente del tribunal. 'Nos negamos a padecer la mutilaci¨®n porque significa dejar el colegio, casarse pronto, y luego innumerables problemas y dolores para dar a luz', dijo Loice Kisang, de 15 a?os.
Jackie Hunt, de Equality Now, que acaba de regresar de la zona, explica que la ablaci¨®n suele dividir a los miembros de las familias, y que el tema tambi¨¦n crea controversia en la comunidad. Las ni?as, finalmente, volvieron a la casa paterna antes de que se celebrara el juicio, informa Isabel Piquer.
Con esta batalla, las chicas no hicieron otra cosa que seguir el ejemplo de dos hermanas, Ednah Chebet Kandie y Beatrice Jepkosgei Kandie, que, en diciembre pasado, antes de entrar en vigor la ley, consiguieron de un tribunal de la misma localidad keniana una orden judicial permanente para evitar ser mutiladas.
Rito y castraci¨®n
La ablaci¨®n del cl¨ªtoris se aplica generalmente en pa¨ªses africanos como un rito que representa un salto simb¨®lico de la infancia a la vida adulta. Sin embargo, en zonas como el sur de Nigeria, se hace cuando el beb¨¦ s¨®lo tiene unos meses, mientras en Uganda la padecen las mujeres ya adultas. M¨¢s all¨¢ del rito, en pa¨ªses como Egipto, Somalia y Sud¨¢n es una castraci¨®n dirigida a impedir las relaciones extramaritales de la mujer: la operaci¨®n intenta evitar todo atisbo de satisfacci¨®n sexual.
Se trata de una intervenci¨®n muy dolorosa (donde suele faltar la anestesia), que consiste en la amputaci¨®n de parte o la totalidad del cl¨ªtoris y de los labios menores de los genitales femeninos. Seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), provoca un da?o irreparable f¨ªsico, con graves complicaciones sanitarias, y representa una discriminaci¨®n hacia la mujer. La muerte por hemorragia o septicemia, cuando se produce, es la consecuencia m¨¢s grave, pero las supervivientes no est¨¢n exentas de complicaciones cr¨®nicas en los aparatos urinario y reproductor. Tambi¨¦n aparecen traumas psicol¨®gicos que afectan a su sexualidad, con eliminaci¨®n del orgasmo, y fuertes dolores en el parto.
La lucha internacional contra esta pr¨¢ctica data de los sesenta. El ¨²ltimo informe de la OMS, de 1998, estima que m¨¢s de 132 millones de mujeres y ni?as han sido v¨ªctimas de mutilaci¨®n genital, unos dos millones corren el riesgo de pasar por ella cada a?o y afecta a una media del 50% de las mujeres en los pa¨ªses africanos. En Kenia asciende a la mitad de la poblaci¨®n femenina, mientras en pa¨ªses como Somalia y Egipto lo sufre el 98%.
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