Una bomba en el c¨ªrculo central
Polic¨ªas surcoreanos rastrean los campos en busca de minas antipersonas
Es dif¨ªcil medir hasta qu¨¦ punto los atentados terroristas del 11-S marcaron la Copa del Mundo. Una forma de aproximarse consiste en dar un paseo por los campos de entrenamiento de las distintas selecciones despu¨¦s de la madrugada. Primero se abren las barreras de seguridad y llega un furg¨®n de la polic¨ªa con perros adiestrados que recorren todo el per¨ªmetro. Luego, aparecen un par de polic¨ªas vestidos de civil: dos agentes descamisados, con pinta de operarios de una f¨¢brica de coches en su d¨ªa libre, que pasean por los terrenos barriendo cada metro con algo parecido a una aspiradora: 'Biii...'. Los clavos en la grada de madera del peque?o estadio de Mipo, en el que se prepara Brasil, denuncian que el instrumento es un detector de metales. ?Para qu¨¦? 'Bum-bum, bum-bum', dice uno de los polic¨ªas; 'bum-bum, bum-bum'.
Las precauciones de las fuerzas de seguridad de Corea del Sur, coordinadas con los servicios secretos de Estados Unidos y el Reino Unido, han llevado a pensar a sus responsables en las peores posibilidades. Por ejemplo, que un grupo terrorista deposite minas antipersonas debajo del c¨¦sped de una selecci¨®n de celebridades mundiales. ?Un atentado contra las piernas de Brasil!
La pesadilla de Osama Bin Laden sobrevuela todas las canchas de Jap¨®n y Corea del Sur. Recintos como los de Mipo y los de Seobu, en los que se prepara Espa?a. All¨ª van cuadrillas de polic¨ªas armados con detectores plateados que mueven describiendo semic¨ªrculos: desde un c¨®rner, recorriendo la franja que limita con la l¨ªnea de fondo, hasta el ¨¢rea de penalti, la porter¨ªa, la l¨ªnea de gol..., y as¨ª, hasta el otro c¨®rner, ida y vuelta a lo ancho del campo. Y otra vez, tres metros hacia adentro, por terreno descontrolado, hasta el ¨¢rea y el punto de penalti, la raya lateral y... vuelta a empezar. Hasta cubrirlo todo.
No s¨®lo hierba bajo los pies
Cuando los perros y los polic¨ªas han barrido toda la superficie verde de los dos campos de Mipo, llega el autob¨²s rojo de la selecci¨®n de Brasil. Con Vampeta marcando el ritmo a golpes de codo en el cristal de la ventana, con Ronaldinho luciendo una sonrisa superpoblada por dientes, con Roberto Carlos haciendo chistes al entrenador, Luiz Filipe Scolari, Felipao, y con Rivaldo caminando a duras penas sobre las piernas cada d¨ªa m¨¢s r¨ªgidas, combadas hacia afuera.
Est¨¢n todas las estrellas y est¨¢ Ronaldo, con cara de dormido, y ninguno sospecha que bajo sus pies no s¨®lo puede crecer la hierba. 'Esto es una Copa del Mundo.Esas cosas no deber¨ªan pasar, pero, si se asegura, mejor... Pero yo no puedo imaginarme un atentado, y menos a Brasil', dice Roque J¨²nior, incr¨¦dulo y m¨¢s pendiente de seguir a Felipao hacia el terreno de juego que de los temores de la CIA.
Por la cabeza de esos jugadores el¨¢sticos en camisetas amarillas luminosas pasa la Copa de la FIFA, Copacabana y el tr¨®pico. La patria en las ant¨ªpodas, no las minas antipersonas. '?Yo sue?o con la Copa!', promete Juninho, que en su idea de un Mundial, m¨¢xima aspiraci¨®n del pueblo brasile?o, no caben m¨¢s sacrificios que los sudores.
En el recinto de Espa?a, en los campos de Seobu, el jefe de la seguridad del equipo, Lorenzo Rodr¨ªguez, ha presenciado lo mismo: 'Todas las ma?anas, entre las ocho y las nueve, entran a controlar a ver si no han puesto una bomba por la noche o hay metales o vidrios. Nunca he visto una cosa como ¨¦sta. Aqu¨ª hay doscientas polic¨ªas que se turnan noche y d¨ªa, las 24 horas. Cien por d¨ªa. Fuera del hotel y en los bosques del alrededor'.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.