Tomasson aniquila a Uruguay
El delantero dan¨¦s se basta ante una selecci¨®n con pasado y sin presente
Qu¨¦ lej¨ªsimos han quedado aquellos tiempos en que Uruguay era un hueso para todos y el orgullo de un magn¨ªfico rinc¨®n suramericano de tres millones de habitantes en el que se dec¨ªa que las moscas dejaban de volar cuando jugaba la celeste. Puede que ahora tambi¨¦n, despu¨¦s de doce a?os de ausencia en un Mundial, pero en aquellos parajes hace mucho que el f¨²tbol sufri¨® una par¨¢lisis.
A Dinamarca le sirvi¨® la poderos¨ªsima llegada de Tomasson para sobrevolar sobre Uruguay. S¨®lo las propias rebajas danesas -un equipo alegre y ofensivo, pero escaso de nervio- retrasaron m¨¢s de la cuenta el desenlace final. Porque la selecci¨®n de V¨ªctor P¨²a apenas dej¨® otro rastro que la lucha libre de Dar¨ªo Silva y alg¨²n amago del indolente Recoba, un tanto lagunero como algunos le censuran en su pa¨ªs. El primero fue el mejor defensor a bal¨®n parado de su equipo, y la eterna promesa del Inter se dej¨® llevar, un poco por apat¨ªa y otro poco por una rodilla quebradiza. Uruguay no tuvo m¨¢s cera.
P¨²a quiso de entrada que el Chino, como apodan al interista por sus rasgos oculares, hiciera de enganche entre los tres centrocampistas y los dos quebrantahuesos del ataque, Dar¨ªo y Abreu. El experimento abri¨® enormes fugas en las filas uruguayas. Recoba s¨®lo se activa si recibe la pelota bien hamacada al pie. No es solidario en otras faenas, para nada. Como Dinamarca se perfil¨® con dos centrocampistas con el colmillo retorcido y dos extremos bien arrimados a las orillas, a los tres medios uruguayos les pudo la angustia. Si se inclinaban hacia las bandas, Tomasson, muy por encima de todos, quedaba descuidado; si hac¨ªan de embudo, Rommedahl y Gronkjaer, los rapid¨ªsimos interiores n¨®rdicos, superaban una y otra vez a los d¨¦biles laterales uruguayos.
Por esta v¨ªa llegaron los dos tantos daneses, ambos tras dos errores de Varela. Primero, el interior del Nacional prefiri¨® amarrar un saque de banda a favor que despejar la pelota cuando nadie le incomodaba. Del saque de banda junto a su bander¨ªn de c¨®rner, lleg¨® el tiqui-taca de Tomasson y Gronkjaer que cerr¨® el primero contra la red. Cuando el partido languidec¨ªa con el mal menor del empate sujetado por una soberbia volea de Rodr¨ªguez apenas estrenado el segundo tramo, de nuevo Varela la pifi¨®. Por falta de destreza regal¨® una posesi¨®n que Jorgensen, el extremo que relev¨® a Gronkjaer, templ¨® sobre la prodigiosa cabeza de Tomasson. Fue la penitencia de un pa¨ªs que vive el f¨²tbol como pocos, cuya contribuci¨®n a este juego ha sido imborrable, que tiene una historia fabulosa y envidiable en los museos y un presente m¨¢s bien tenebroso. Le espera una Francia m¨¢s herida que nunca. Mal asunto para que las moscas dejen de volar de nuevo.
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