Confundir molinos con gigantes
El autor defiende la pol¨ªtica del Gobierno catal¨¢n y mantiene que el PSC es v¨ªctima de sus insoportables hipotecas pol¨ªticas.
Poco a poco, aunque en aceleraci¨®n constante, Maragall empieza a padecer el s¨ªndrome de confundir molinos con gigantes. Como m¨ªnimo eso es lo que se deduce a la vista de su deslavazado an¨¢lisis de la pol¨ªtica catalana expresado d¨ªas atr¨¢s en EL PA?S. Por extra?o que parezca en quien pretende ser candidato al Govern de la Generalitat, el pa¨ªs real se le escapa y en su discernimiento las fantas¨ªas empiezan a desplazar los hechos. Lo que en un ciudadano normal no tendr¨ªa otras tristes consecuencias que las personales, se convierte en algo peligroso cuando se aspira a regir los destinos de Catalunya.
No entrar¨¦ en sus elucubraciones pol¨ªticas: lo on¨ªrico suele carecer de una as¨¦ptica explicaci¨®n racional. Pero s¨ª que procede recordarle con el mayor afecto que las cosas son harto distintas a como las percibe, y ya sabemos el resultado de las haza?as de don Quijote contra las aspas de los molinos manchegos.
Hasta la fecha, y conf¨ªo que tambi¨¦n en lo sucesivo, la pol¨ªtica catalana ha centrado sus esfuerzos en la consolidaci¨®n de Catalunya. Ha procurado aumentar el bienestar de sus ciudadanos, ha mejorado nuestras infraestructuras, ha apostado valientemente por la econom¨ªa productiva y la competitividad y, en cuanto a autogobierno, ha sido constante nuestra reafirmaci¨®n nacional y la defensa del reconocimiento que Catalunya merece por su historia, por su cultura y por su voluntad pol¨ªtica. Estas prioridades han merecido la confianza de los ciudadanos de Catalunya y creo que el Govern se ha esforzado siempre en cumplir sus compromisos con un ¨¦xito notable.
Maragall pretende erigirse en alternativa a este proyecto, pero en parte alguna se vislumbra ni un proyecto alternativo ni menos a¨²n una m¨ªnima capacidad para impulsar Catalunya por la senda del progreso emprendida durante todos estos a?os. Ante ese p¨¢ramo montaraz y des¨¦rtico en ideas, un Maragall sin norte y sin proyecto s¨®lo podr¨ªa truncar las aspiraciones de Catalunya y de sus ciudadanos.
Ya sabemos -y as¨ª lo demuestra Maragall en un art¨ªculo reciente en esta misma tribuna- que delante de ¨¦l no hay nada. Lo preocupante es saber que tampoco existe nada detr¨¢s de ¨¦l. Es cierto que ha dedicado a Catalunya algunos fines de semana; sus expediciones a comarcas le han permitido degustar alg¨²n plato t¨ªpico e inmortalizar el evento en algunas fotograf¨ªas profusamente reiteradas por la escasez del material disponible. Pero el pa¨ªs real va por otros derroteros. Aqu¨ª lo que se lleva es el trabajo, la continuidad, la perseverancia.
Tal vez el problema de Maragall radique en una cuesti¨®n de tiempo. Desde Converg¨¨ncia i Uni¨®, por ejemplo, se ha sabido fortalecer un proyecto y una visi¨®n de pa¨ªs m¨¢s all¨¢ incluso de las personas; se ha procedido a dar continuidad, entidad y contenido a una forma de hacer que garantiza a Catalunya su progreso constante y refuerza su entidad como naci¨®n. Por el contrario, el PSC es v¨ªctima de sus insoportables hipotecas pol¨ªticas: Maragall es un pol¨ªtico de la transici¨®n, cuyo momento de gloria forma parte de las hemerotecas y de las conmemoraciones que en estos d¨ªas, adem¨¢s de a los Juegos Ol¨ªmpicos, tambi¨¦n se han dedicado a Verdaguer o a Gaud¨ª. Desde su entrada en pol¨ªtica hasta la fecha, Maragall no ha sabido articular un proyecto para Catalunya ni conformar un equipo de gente dispuesta a secundarle o a seguir impulsando su alternativa. Aunque es l¨®gico que sea as¨ª: en una y otra ocasi¨®n desde el PSOE le han recordado que las decisiones del PSC se toman en Ferraz y, por tanto, cualquier esfuerzo para articular un proyecto nacional y propio para Catalunya vendr¨ªa condenado al fracaso. La Catalunya de Maragall es la Catalunya que comparten PSOE y PP.
Pero m¨¢s all¨¢ de todo ello, hay algo que deprime en el discurso de Maragall, y seguramente es el horror al vac¨ªo que produce. Maragall puede autoproclamarse alternativa a CiU pero su discurso se limita a presentar una Catalunya oscura y agotada, decadente. Una vez m¨¢s, su an¨¢lisis se contradice con el pa¨ªs real, pero no creo ni que lo perciba ni que le importe. Y, sin embargo, preocupa que ante ese l¨®brego panorama s¨®lo vislumbrado por ¨¦l y algunos heraldos corifeos, no exista alternativa alguna m¨¢s all¨¢ de unas frases t¨®picas y de ciertos esl¨®ganes de dise?o. Supongamos que es cierta -que no lo es- la Catalunya postrada que aparece en sus visiones: si es as¨ª, ?qu¨¦ alternativas propone, qu¨¦ cambios convienen, qu¨¦ medidas urge adoptar? La respuesta de Maragall es algo peor que el silencio puesto que se funda en la permanente contradicci¨®n temporal y espacial, en la falta de visi¨®n de pa¨ªs, en el s¨ª a todo y en la oposici¨®n desleal y destructiva.
Ni Maragall puede vivir del pasado ni Catalunya puede permitirse vivir sin futuro. Lo que conviene al inter¨¦s nacional es la aportaci¨®n constante de proyectos y de esfuerzos que enriquezcan su vida pol¨ªtica y dinamicen a¨²n m¨¢s nuestras enormes capacidades, y en ese sentido ser¨ªa bueno que el PSC o incluso sus mayores del PSOE, si tuvieren tal sensibilidad, contribuyeran al progreso de nuestro pa¨ªs. Por ahora no parece que sea as¨ª.
El ¨²nico proyecto decadente y sin futuro es el de Maragall. S¨®lo a ¨¦l le apresa el tiempo. Si contin¨²a as¨ª, si confunde Catalunya con un espejismo, si se aleja de la Catalunya real, tal vez en breve tiempo le sean desfavorables incluso las encuestas hechas s¨®lo entre sus m¨¢s pr¨®ximos colaboradores.
Josep A. Duran i Lleida es presidente del Comit¨¦ de Gobierno de Uni¨® Democr¨¤tica de Catalunya y secretario general de la Federaci¨®n de Converg¨¨ncia i Uni¨®.
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