Carlos de Haes, el paisaje y su m¨¦todo
La Fundaci¨®n Marcelino Bot¨ªn, de Santander, presenta una exposici¨®n antol¨®gica del pintor Carlos de Haes, nacido en Bruselas en 1826 y muerto en Madrid en 1898. La muestra, organizada desde el Museo del Prado y por el que es conservador jefe del Departamento del Siglo XIX, Jos¨¦ Luis D¨ªez, consta de una selecci¨®n de cuadros de paisaje de este notable pintor hispano-flamenco, cuya labor renovadora en la pintura espa?ola de fines del siglo XIX nunca ser¨¢ lo bastante ponderada.
Hay que tener en cuenta que Carlos de Haes gan¨® la c¨¢tedra de Paisaje en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando el a?o 1857 y se mantuvo en el puesto hasta su muerte, en 1898, ?m¨¢s de cuarenta a?os!, si bien, habi¨¦ndose quedado inv¨¢lido en 1890, habr¨ªa que restar los ¨²ltimos ocho, lo que tampoco disminuye la admiraci¨®n a una tan prolongada dedicaci¨®n docente.
CARLOS DE HAES (1826-1898)
Fundaci¨®n Marcelino Bot¨ªn Pedrueca, 1. Santander Hasta el 15 de septiembre
Pero lo interesante al respecto no es la cantidad de a?os, sino el m¨¦todo con que ense?¨®, basado en la defensa de un paisaje realista al aire libre, que supuso una ben¨¦fica revoluci¨®n en nuestro pa¨ªs, como se corrobora al repasar la n¨®mina de sus ilustres disc¨ªpulos, entre los que estuvieron Agust¨ªn Riancho, Aureliano de Beruete, Jaime Morera, Dar¨ªo de Regoyos, Casimiro Sainz, Avenda?o, Gimeno, Lhardy y un largo etc¨¦tera entre lo mejor del paisajismo espa?ol.
Antes de continuar explicando la importancia de De Haes como maestro y como pintor, perm¨ªtaseme hacer una aclaraci¨®n sobre el sentido que tiene la intervenci¨®n del Museo del Prado en la presente iniciativa, ya que Carlos De Haes, al morir, leg¨® una parte sustancial de su producci¨®n, que no hab¨ªa necesitado vender, y, por tanto, que ¨¦l segu¨ªa atesorando hasta el final, al Estado, estipul¨¢ndose en las cl¨¢usulas de su generosa donaci¨®n que deber¨ªa estar en exhibici¨®n permanente en el Museo del Prado, algo que no s¨®lo no se cumpli¨®, sino que ni siquiera sirvi¨® para garantizar el cuidado del mismo. Por todo ello, tiene especial relevancia esta reivindicaci¨®n del pintor, por parte de la instituci¨®n que, pr¨¢cticamente hasta ahora, no supo estar a la altura de las circunstancias.
Hijo de un hombre de negocios belga, Arnoldus Cornelius de Haes, cuya bancarrota le llev¨® a instalarse en la ciudad espa?ola de M¨¢laga en 1835, Carlos de Haes vivi¨® en nuestro pa¨ªs, en una primera etapa, entre esta fecha, en la que contaba seis a?os, y 1850, cuando, con 21, decidi¨® retornar a Bruselas para completar su formaci¨®n art¨ªstica, iniciada en nuestro pa¨ªs con Luis de la Cruz y R¨ªos. Fue, desde luego, una decisi¨®n acertada, porque, en B¨¦lgica, tuvo como maestro a Joseph Quinaux, un meticuloso paisajista realista, cuyas vistas fluviales de la regi¨®n de Las Ardenas le dieron cierta fama, junto con sus colegas Kindermans y Keelhoff.
En cualquier caso, lo que
le pas¨® a De Haes con su maestro Quinaux, fue lo mismo que les ocurri¨® a los alumnos espa?oles de aqu¨¦l: que se nutrieron de un m¨¦todo m¨¢s que de un talento, que es lo que, a la postre, sirve en la ense?anza art¨ªstica. Cuando Carlos de Haes gan¨® la c¨¢tedra de Paisaje de San Fernando, el valor que se conced¨ªa a este g¨¦nero era escaso y su planteamiento anacr¨®nicamente rom¨¢ntico, con lo que se convirti¨® en la clave de la transformaci¨®n modernizadora de un asunto crucial en el arte de ese fin de siglo.
No es que De Haes trajera aqu¨ª el ben¨¦fico aire del paisaje realista al estilo de la Escuela Barbizon, pre¨¢mbulo imprescindible para la creaci¨®n del impresionismo, sino que, adem¨¢s, por su excelente talante liberal y cordial como maestro, se franque¨® la admiraci¨®n de sus disc¨ªpulos, a los que dio excelentes consejos para orientar sus respectivas carreras, tal y como hizo con Agust¨ªn Riancho y Dar¨ªo de Regoyos, a los que hizo estudiar en B¨¦lgica, donde ambos alcanzaron un importante ¨¦xito.
En suma: que es probable que, sin esta labor de Carlos de Haes, el paisajismo espa?ol del siglo XIX y comienzos del XX no habr¨ªa sido el mismo. Por otra parte, como pintor en s¨ª, la obra de De Haes, que fue adem¨¢s un muy notable grabador, quiz¨¢ no nos impresione como la de sus mejores disc¨ªpulos. As¨ª con todo, es una obra seria y honesta, de delicados matices, y que recoge un ampl¨ªsimo repertorio de lugares pintorescos de nuestro pa¨ªs, sobre todo, como entonces estaba de moda, de la cordillera y costa cant¨¢brica.
Por este motivo, el comisario ha seleccionado para la muestra de Santander varios paisajes de los picos de Europa, que se encuentran entre los mejores de su producci¨®n, pero sin haber descuidado por eso el plantear una visi¨®n global de su trayectoria, la cual permite hacerse una idea bastante completa de este gran y generoso maestro, al que resultaba imprescindible poner en el sitio que se merece.
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