La pura alegr¨ªa de leer
Para el fil¨®sofo Emilio Lled¨®, las bibliotecas son memoria, di¨¢logo y luz
Es legendaria la explicaci¨®n que dio Juan Rulfo cuando le preguntaron por qu¨¦ hab¨ªa escrito su gran novela, Pedro P¨¢ramo: 'Busqu¨¦ un libro as¨ª en la estanter¨ªa y no lo hall¨¦'. Lo dijo de muchas formas, y ¨¦sa fue una de ellas. Julio Cort¨¢zar explic¨®, en las primeras p¨¢ginas de Rayuela, c¨®mo escribir es una forma imprescindible de vivir, y en otro sitio dijo: 'Cuando uno quiere escribir, escribe. Si uno est¨¢ condenado a escribir, escribe. La literatura es una forma de juego (...) un juego por el que uno puede llegar a jugarse la vida. Se puede hacer cualquier cosa, todo por ese juego'. Es una pura alegr¨ªa, leer y escribir. Ernest Hemingway ten¨ªa siempre su raci¨®n de cl¨¢sicos, desde Proust a Joyce y Quevedo, 'siempre estoy leyendo libros, no har¨ªa otra cosa'. El novelista y acad¨¦mico Antonio Mu?oz Molina recoge en Pura alegr¨ªa, su libro de ensayos literarios, esta frase del norteamericano Paul Theroux, hablando de g¨¦neros literarios: 'La diferencia entre la literatura de viajes y la ficci¨®n es la misma que existe entre anotar lo que el ojo ve y descubrir lo que la imaginaci¨®n conoce. La ficci¨®n es pura alegr¨ªa...'.
'Leer con el pasado es romper la monoton¨ªa de nuestro propio discurso'
'Poder hablar con Sartre, con Borges, con Camus, con Kafka, eso nos completa'
Como leer y releer: es pura alegr¨ªa. Eso lo dec¨ªa esta semana el fil¨®sofo y acad¨¦mico Emilio Lled¨®, autor de El silencio de la escritura, hablando de la colecci¨®n de cl¨¢sicos que EL PA?S propone a sus lectores: 'No es s¨®lo releer; leer es leer siempre, y eso es sin duda una pura alegr¨ªa'. El narrador de Marcel Proust explicaba en En busca del tiempo perdido: 'Lo que a m¨ª me parece mal en los peri¨®dicos es que soliciten todos los d¨ªas nuestra atenci¨®n para cosas insignificantes, mientras que los libros que contienen cosas esenciales no los leemos m¨¢s que tres o cuatro veces en toda nuestra vida'. Y a veces no est¨¢n a mano, se escabullen de las estanter¨ªas, est¨¢n en nuestra memoria, pero no los tenemos a mano para leerlos de nuevo. Algunos libros son inencontrables, o no est¨¢n cuando los precisa de nuevo la ansiedad de leer. Hemingway llevaba consigo sus libros favoritos, 'mi raci¨®n de cl¨¢sicos'. Pero el narrador de Proust prosigue su reproche: 'En el momento ese en que rompemos febrilmente todas las ma?anas la faja del peri¨®dico, las cosas deb¨ªan cambiarse y aparecer en el peri¨®dico, yo no s¨¦ qu¨¦... los pensamientos de Pascal, por ejemplo -y desat¨® esta palabra con un tono de ¨¦nfasis ir¨®nico para no parecer pedante-. Y, en cambio, en esos tomos de cantos dorados que no abrimos m¨¢s que cada diez a?os es donde debi¨¦ramos leer que la reina de Grecia ha salido para Cannes, o que la duquesa de Le¨®n ha dado un baile de trajes'.
Faulkner le¨ªa El Quijote todos los a?os, 'como algunos leen La Biblia; simplemente leo una escena o algo sobre un personaje, del mismo modo que me encontrar¨ªa a un amigo para conversar unos minutos'. Jorge Luis Borges tuvo la vocaci¨®n de ser ¨¦l mismo una biblioteca, pero despreciaba sus propios libros: con una l¨ªnea que pase a la historia de entre todo lo que he escrito, bastar¨ªa. S¨®lo releer¨ªa los cl¨¢sicos, ¨¦sa era su ¨²nica pasi¨®n literaria. Y le daba verg¨¹enza tener lectores. Cuando public¨®, en 1932, Historia de la eternidad, vendi¨® en un a?o 37 ejemplares. 'Al principio quer¨ªa encontrar a cada uno de los compradores para disculparme por el libro y tambi¨¦n para agradecerles lo que hab¨ªan hecho. Hay una explicaci¨®n para eso. Si usted piensa en 37 personas... esas personas son reales, quiero decir que cada una de ellas tiene un rostro propio, una familia, vive en una calle en particular. Bueno, si uno vende, digamos, 2.000 ejemplares, es como si no hubiera vendido nada, porque 2.000 es un n¨²mero demasiado grande..., quiero decir, demasiado grande para poder imaginarlo. Pero 37 personas -y tal vez 37 son demasiadas, tal vez diecisiete son demasiadas, tal vez diecisiete hubiera sido mejor o hasta siete-, 37 todav¨ªa est¨¢n al alcance de la propia imaginaci¨®n'. A Julio Cort¨¢zar lo invit¨® un lector, en Barcelona, a compartir su merienda, cuando paseaba por las Ramblas: 'Usted me ha dado mucho m¨¢s que esta comida'.
S¨®lo les interesa escribir, o leer. Los escritores son lectores que escriben. Y los lectores son luego sus c¨®mplices, los 'semejantes' de los que hablaba Charles Baudelaire. En La verdad de las mentiras, Mario Vargas Llosa (que comenta en ese libro varios de los libros que propone la colecci¨®n de Cl¨¢sicos del Siglo XX de EL PA?S) dice que 'cuando leemos novelas no somos los que somos habitualmente, sino tambi¨¦n los seres hechizados entre los cuales el novelista nos traslada. El traslado es una metamorfosis: el reducto asfixiante que es nuestra vida real se abre y salimos a ser otros, a vivir vicariamente experiencias que la ficci¨®n vuelve nuestras'. Y sigue Vargas Llosa con esta reflexi¨®n sobre la alegr¨ªa de leer ficci¨®n: 'Sue?o l¨²cido, fantas¨ªa encarnada, la ficci¨®n nos completa, a nosotros, seres mutilados a quienes ha sido impuesta la atroz dicotom¨ªa de tener una sola vida y los apetitos y fantas¨ªas desear mil'.
No lo dice de manera muy diferente el autor de El silencio de la escritura. En sus declaraciones a este peri¨®dico, Emilio Lled¨® dec¨ªa sobre la oportunidad que ofrece la biblioteca de Cl¨¢sicos del Siglo XX de EL PA?S: 'Leer es una infinita compa?¨ªa que no est¨¢ atada al presente peque?¨ªsimo que vivimos... Poder hablar con Sartre, con Borges, con Camus, con Kafka, eso nos hace di¨¢logo infinito, nos completa. Leer es un gran milagro, porque nos instala en una biblioteca, ese lugar donde espera la memoria para iluminar el tiempo pasado, en el que inyectamos nuestro presente. La combinaci¨®n de esas experiencias ajenas y propias es lo que somos'. Y dec¨ªa tambi¨¦n Lled¨®, hablando del presente: 'Si esos se?ores de la guerra enriquecieran su pobre di¨¢logo de la agresividad y de la violencia con la lectura de obras como ¨¦stas, ser¨ªan incapaces de pensar en matar'.
Y sobre la propia idea de leer que propone esta biblioteca, dice Emilio Lled¨®: 'La idea es estupenda. Hay que hacer leer. La funci¨®n esencial de los seres humanos es nutrir su inteligencia, y para hacerlo lo m¨¢s importante es el lenguaje. Leer con el pasado es romper con la monoton¨ªa de nuestro propio discurso, a veces tan empobrecido, llenar de aire nuevo la mente con todo lo que se ha escrito; la literatura es la verdadera joya de la humanidad. Una biblioteca es por eso memoria, di¨¢logo y luz'.
La propia colecci¨®n que EL PA?S propone lleva a recordar el leitmotiv de la literatura del siglo, que seg¨²n Lled¨® est¨¢ al final de La monta?a m¨¢gica, de Thomas Mann, 'y est¨¢ presente en Kafka, en Sartre, en B?ll, en Camus, en Joyce, en Moravia, en Cort¨¢zar...'. Dicen esas l¨ªneas a las que se refiere Lled¨®: 'De esta fiesta mundial de la muerte, de esta mala fiebre que nos incendia en esta noche lluviosa, ?se elevar¨¢ el amor alg¨²n d¨ªa?'.
Algunos libros se?ala el fil¨®sofo como parte de su propia biblioteca de la memoria: 'La n¨¢usea fue una obra revolucionaria, que descubri¨® el encuentro con la n¨¢usea de lo inaut¨¦ntico; el sentimiento fil¨®sofo se tiene que despertar con la n¨¢usea, es un principio de reflexi¨®n; La metamorfosis es el monstruo que todos llevamos dentro; La rebeli¨®n de las masas es un libro para discutir... Pero con todos los libros yo abrir¨ªa un di¨¢logo, claro, pues eso es leer y eso es releer: completarse gracias a la experiencia de los otros'.
Italo Calvino escrib¨ªa, en Por qu¨¦ leer los cl¨¢sicos: 'Es cl¨¢sico lo que persiste como ruido de fondo incluso all¨ª donde la actualidad m¨¢s incompetente se impone. Queda el hecho de que leer los cl¨¢sicos parece estar en contradicci¨®n con nuestro ritmo de vida, que no conoce los tiempos largos, la respiraci¨®n del otium human¨ªstico, y tambi¨¦n en contradicci¨®n con el eclecticismo de nuestra cultura, que nunca sabr¨ªa confeccionar un cat¨¢logo de los cl¨¢sicos que convenga a nuestra situaci¨®n'.
Rulfo buscaba en su biblioteca un libro que ansiaba leer, el personaje de Proust quer¨ªa hallar en el peri¨®dico los pensamientos de Pascal, e Italo Calvino imaginaba la gran biblioteca como ruido de fondo de la actualidad, rompi¨¦ndola... A lo mejor lo que propone la biblioteca de Cl¨¢sicos del Siglo XX de EL PA?S es una combinaci¨®n de todas esas propuestas, que Lled¨® define as¨ª: 'Una biblioteca es memoria, di¨¢logo y luz, un est¨ªmulo constante para ejercer la pura alegr¨ªa de leer'.
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