El ocaso de una leyenda
Con el 'avvocato' gravemente enfermo y la Fiat sumida en una profunda crisis, se resquebraja el mito de los Agnelli
Recluido en Villa Frescot, su espl¨¦ndida residencia en las colinas que rodean Tur¨ªn, Giovanni Agnelli vivir¨¢ pendiente de la evoluci¨®n de la ¨²ltima y m¨¢s grave crisis de Fiat. El rey de la dinast¨ªa piamontesa, minado por un c¨¢ncer de pr¨®stata, no est¨¢ ya en condiciones de llevar el tim¨®n del imperio familiar, pero el destino de la marca fundada por su abuelo en 1899 sigue siendo una de sus mayores preocupaciones. A los 81 a?os de edad, con una intensa vida a las espaldas, ha llegado la hora de la reflexi¨®n y el silencio. Giovanni II, como le ha denominado m¨¢s de un estudioso de la familia, en referencia al estatus regio de los Agnelli, dinast¨ªa fundada por el abuelo Giovanni I, vive este retiro obligado protegido de la curiosidad p¨²blica gracias al silencio servicial de los medios de comunicaci¨®n.
El desarrollo de Fiat es paralelo al de la dinast¨ªa, aut¨¦ntica familia real de la Italia republicana
El declive industrial de la Fiat, obligada a deshacerse en un plazo breve de la que siempre fue su joya de la corona, la unidad de coches, coincide con el ocaso del patriarca, el hombre que convirti¨® a la importante f¨¢brica de automoci¨®n de Tur¨ªn en un imperio internacional con m¨¢s de 200.000 empleados en todo el mundo. Un imperio diversificado que ha echado ra¨ªces en diferentes ramas de la producci¨®n industrial (componentes de aviaci¨®n, m¨¢quinas agr¨ªcolas, camionetas, etc¨¦tera), en el negocio editorial y en los servicios. Aunque el autom¨®vil siga siendo su distintivo.
El crecimiento empresarial de Fiat corri¨® paralelo al desarrollo de la dinast¨ªa, convertida en la verdadera familia real de la Italia republicana. Una familia con gran olfato para los negocios y para las finanzas, acorazada en la Giovanni Agnelli & Co., la sociedad propietaria al cien por cien de la Ifi y del porcentaje de control de la Ifil, las dos cajas fuertes de los Agnelli, donde se custodian los t¨ªtulos Fiat y la mir¨ªada de participaciones en otros muchos sectores empresariales donde est¨¢ presente el apellido. Una monarqu¨ªa con su propio territorio, el Piamonte, la regi¨®n del norte de Italia fronteriza con Francia, y una capital, Tur¨ªn.
En la ciudad natal de Gianni Agnelli, durante los a?os gloriosos del imperio todo giraba en torno a Fiat. 'El trabajo de los bancos era el trabajo de Fiat, las letras de cambio y los seguros', recordaba recientemente el periodista piamont¨¦s Giorgio Bocca, y 'el banco de sangre cerraba cuando cerraba Fiat y los donantes se iban de vacaciones'.
Los bares adelantaban el horario de cierre a horas prudentes para evitar tentaciones a los empleados de la f¨¢brica de Mirafiori, y en el Polit¨¦cnico turin¨¦s se formaban las sucesivas hornadas de directivos de la casa de autom¨®viles. Hasta hace bien poco, Tur¨ªn no ha empezado a romper el cord¨®n umbilical con la empresa, y con la familia.
Todo eso explica la entrega devota al patriarca y el respeto a su actual postraci¨®n. Aunque no todos han sido respetuosos con la enfermedad de Giovanni II. En mayo pasado, los macabros rumores sobre su supuesta muerte hicieron caer en picado las acciones del grupo y obligaron al avvocato a difundir una escueta nota informativa en la que alud¨ªa a la 'larga y antigua enfermedad de pr¨®stata', que le obligaba a viajar urgentemente a Estados Unidos, para someterse a un ¨²ltimo tratamiento m¨¦dico. De regreso a Tur¨ªn tres semanas despu¨¦s, el sumo sacerdote del clan piamont¨¦s, que hoy cuenta con m¨¢s de un centenar de miembros (divididos en dos ramas, los Agnelli y los Nasi), se ha ocultado a los medios y ha dejado las riendas del grupo en manos de Umberto Agnelli, el hermano trece a?os menor. El avvocato, miembro de una generaci¨®n de cultura claramente machista, no ha dado nunca demasiado espacio al sector femenino de la familia pese a que en su propia rama sea mayor¨ªa (Agnelli tiene cuatro hermanas y un ¨²nico hermano, tras la muerte prematura del segundo var¨®n de la familia, Giorgio).
La ¨²ltima aparici¨®n p¨²blica del rey de los Agnelli fue el 20 de septiembre pasado, en la presentaci¨®n del nuevo museo que albergar¨¢ en el Lingotto la colecci¨®n de pintura Gianni y Marella Agnelli, cedida a la ciudad de Tur¨ªn con la que el avvocato, seg¨²n sus propias declaraciones, se siente 'un poco culpable'. Pero fue en realidad una aparici¨®n casi secreta. El anciano senador vitalicio -otro signo de la reverencia nacional a su figura y a su imperio-, no particip¨® directamente en la ceremonia, oficiada por su nieto y heredero oficial, John Elkann, de 26 a?os, hijo mayor de su hija Margarita, limit¨¢ndose a recibir a las altas autoridades italianas en una salita adyacente.
Un respetuoso fot¨®grafo tom¨® la ¨²nica imagen de la entrevista entre el avvocato y el jefe del Estado italiano, el octogenario Carlo Azeglio Ciampi, a la que asisti¨® un grupo selecto de ministros que ni siquiera salieron en la foto. Agnelli no salud¨® al Ghotta de la industria y las finanzas italianas que acudi¨® puntual a la ceremonia, una especie de 'abdicaci¨®n' din¨¢stica y de despedida oficial a un tiempo. La familia daba v¨ªa libre a la sucesi¨®n del monarca, que pon¨ªa as¨ª punto final simb¨®lico a 36 a?os de gesti¨®n directa del imperio Agnelli.
El joven heredero no lleva ya, sin embargo, el apellido de la dinast¨ªa. Una se?al m¨¢s de los nuevos tiempos que se avecinan, porque con Giovanni II se cierra una ¨¦poca. Educado en la severa tradici¨®n piamontesa, oficial de Caballer¨ªa formado por la selecta escuela de Pinerolo, Gianni Agnelli ha logrado ser la amalgama perfecta del noble decimon¨®nico y el moderno empresario. Un hombre distinguido, amante del deporte, como su padre, Edoardo I, que convirti¨® al Juventus en el gran club que llegar¨ªa a la excelencia en tiempos del hijo. Aficionado a la na¨²tica y a la F¨®rmula 1, que ha dado a Fiat prestigio, a trav¨¦s de la controlada marca Ferrari, reciente ganadora del Campeonato del Mundo.
Criado en un ambiente de lujo y abundancia, Agnelli ha preferido siempre la simplicidad, la ropa deportiva al esmoquin y cada uno de sus 'hallazgos' indumentarios han marcado tendencia. Piamont¨¦s orgulloso de serlo, la devoci¨®n por la belleza y el cosmopolitismo le ha llevado a abrir casas en Roma, Par¨ªs y Nueva York y a instalar la sede de la fundaci¨®n de arte Fiat en la hermosa Venecia, pese a los fuertes lazos con la ciudad natal, Tur¨ªn.
Piamonte, la regi¨®n de los Saboya, desde la que parti¨® el movimiento que dio paso a la unificaci¨®n italiana, tiene esta caracter¨ªstica, un poco de frontera, de puesto adelantado de Francia. La familia, en general, y el patriarca, en particular, ha tenido siempre el coraz¨®n dividido, entre el gran vecino transalpino, y el peque?o reino propio. Eso sin olvidar el amor instintivo en todo soberano por la ¨²nica superpotencia mundial.
Gianni Agnelli considera a Estados Unidos como su segunda patria. No es casual que haya recibido innumerables t¨ªtulos honor¨ªficos al otro lado del Atl¨¢ntico. Es 'ciudadano honorario de Nueva York' y ha formado parte del consejo de la Fundaci¨®n Guggenheim, del jurado del prestigioso Premio Pritzker de Arquitectura y ha presidido el consejo del MOMA (Museo de Arte Moderno) de la Gran Manzana.
Una vida, la suya, dedicada a proteger los intereses del imperio a trav¨¦s de la consolidaci¨®n de amistades y contactos. Muchos de los altos directivos y de los pol¨ªticos que han llevado las riendas del pa¨ªs se han formado primero en Fiat, y sobre su estrecha amistad con el ex secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger han girado no pocas operaciones pol¨ªtico-financieras de altos vuelos.
En el ocaso de su vida, el patriarca apura el amargo trago de la inevitable p¨¦rdida de Fiat Auto. Podr¨ªa parecer un dolor banal en una biograf¨ªa como la de Giovanni II, que se cri¨® sin padres, vio morir al hermano menor con apenas 36 a?os de una terrible enfermedad, caer fulminado por el c¨¢ncer a su sobrino y heredero ideal, Giovanni Alberto Agnelli, y hubo de afrontar el suicidio del ¨²nico hijo var¨®n a los 46 a?os. S¨®lo que para un rey lo ¨²nico verdaderamente importante es la continuidad de la dinast¨ªa, y es eso lo que ahora est¨¢ en peligro.
La herencia del fundador
La fama de duro de Gianni Agnelli, que consideraba el amor como 'cosas de camareras', se explica, en parte, por su pasado. El avvocato creci¨® bajo la estricta tutela del abuelo, Giovanni I, un hombre de reconocida severidad. Del abuelo, el joven Agnelli heredar¨ªa la entrega a Fiat. Un sentimiento que llev¨® al fundador a anteponer la supervivencia y la expansi¨®n de la firma por encima de cualquier otro valor. Giovanni I visti¨® la 'camisa negra' fascista sin mayores problemas, y apoy¨® a Benito Mussolini a cambio de un trato de favor para Fiat. M¨¢s tarde, el heredero, que tom¨® las riendas de la firma en 1966 con 45 a?os cumplidos, se las ingeniar¨ªa para virar siempre en la direcci¨®n justa, estableciendo relaciones cordiales con todos los Gobiernos de la Primera Rep¨²blica y con los de la, siempre incierta, Segunda Rep¨²blica. La resistencia de Agnelli a Silvio Berlusconi, considerado como un advenedizo en los salones buenos de las finanzas milanesas, acab¨® disolvi¨¦ndose como un azucarillo apenas qued¨® clara la mayor¨ªa aplastante de italianos dispuestos a votar por ¨¦l. Sobre la vida de play-boy de Agnelli, hay m¨¢s leyenda que datos reales. Porque el rey de la dinast¨ªa ha vivido protegido siempre por una muralla de obediente silencio. Se han filtrado apenas detalles de sus amor¨ªos pasados con actrices famosas, con deslumbrantes damas de la corte local, pero poco se ha sabido de cierto. Dentro de Italia, su voz ha sido ley y sus sugerencias m¨¢ximas de obligado cumplimiento.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.