'El techo se desplom¨® y nos pill¨® debajo de las mesas'
Clementina Simoni, peque?a, m¨¢s bien gruesa, en los cuarenta, se confiesa feliz, y al mismo tiempo se dice atormentada por haberse salvado, precisamente ella, de la masacre atroz de la escuela Francesco Iovine (en memoria de un escritor de la regi¨®n). 'Est¨¢bamos en clase cuando sentimos el temblor. Yo les dije a los ni?os: ?Todos debajo de los bancos, quien...? No pude terminar la frase. El techo se desplom¨® y nos pill¨® agazapados debajo de las mesas. En mi clase, de 5? elemental, hab¨ªa 12 ni?os y otros 4 que se hab¨ªan a?adido. Casi todos se han salvado'.
Clementina Simoni no quiere apartarse de la calle Juan XXIII, colmada de periodistas, todos agrupados en torno a los equipos de rescate que se mueven a unos pocos pasos de distancia. Hay mucha gente seria, en silencio, con los ojos enrojecidos por el dolor y el cansancio. Mucha gente que rechaza los micr¨®fonos y esconde el rostro entre las manos.
Clementina Simoni contesta sol¨ªcita, en cambio, a todas las preguntas. A las que puede. Dice que no s¨®lo se han hundido la parte nueva del edificio. Recuerda que los ni?os que estaban en su clase mantuvieron la calma la mayor parte del tiempo, hablando entre ellos y comunic¨¢ndose con los equipos de rescate. Algunos alumnos pudieron incluso salir caminando de la trampa mortal de la escuela. Recuerda su horror al comprobar que uno de los peque?os estaba inerme, claramente sin vida, mucho antes de que los bomberos consiguieran sacarles, la tarde del jueves.
Los peores da?os
'Es cierto que los alumnos de la escuela media hab¨ªan salido para participar en su fiesta de Halloween y que las clases de la escuela maternal no han sufrido los peores da?os. Por eso se han salvado los m¨¢s peque?os'. La profesora habla y responde como si quisiera perderse en ese di¨¢logo infinitamente. Muchos como ella, desde bomberos a oficiales del Ej¨¦rcito que se han presentado en San Giuliano a bordo de imponentes camiones blindados todav¨ªa con las siglas de la KFOR (la fuerza de paz de Kosovo), conceden entrevistas sin problemas. En la colina que domina el pueblo, donde una larga fila de veh¨ªculos de todos los organismos contribu¨ªa ayer a colapsar la carretera de acceso, un oficial con ropa de campa?a hablaba muy agitado por el tel¨¦fono m¨®vil: '?Para qu¨¦ hemos venido? Parece que molestamos. Te lo digo francamente ahora mismo agarro a mi gente y me marcho'.
Y es que el caos, caracterizado por el retraso primero en el env¨ªo de equipos de socorro y por la exuberante solidaridad despu¨¦s, ha a?adido amargura a la amargura y en San Giuliano no se olvidar¨¢ f¨¢cilmente.
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