Nen¨²fares
Creo que fue Juan Ram¨®n Jim¨¦nez quien cont¨® la an¨¦cdota, quiz¨¢ en su libro El modernismo. Un d¨ªa Miguel de Unamuno y Francisco Villaespesa -el anta?o famoso poeta de L¨¢ujar de Andarax, hoy mayormente olvidado- daban vueltas alrededor de un estanque, charlando. ?En Aranjuez? ?En Candelario? ?En los versallescos jardines de La Granja, el anti-Escorial creado por el primer borb¨®n espa?ol en la falda del Guadarrama, mirando hacia la douce France? No lo sabr¨ªa decir, y para el caso da lo mismo. De repente Villaespesa se fij¨® en unas flores blancas y lisas que flotaban pl¨¢cidamente sobre la superficie del agua, acompa?adas de grandes hojas redondas. Nunca hab¨ªa visto plantas tan extra?as y tan hermosas. "?Qu¨¦ flores son aqu¨¦llas, don Miguel?", le pregunt¨®, perplejo, al autor de El sentimiento tr¨¢gico de la vida. Y el vasco, un tanto displicente, le contest¨®: "Nen¨²fares, amigo m¨ªo, son nen¨²fares, ¨¦sas que aparecen con tanta frecuencia en las poes¨ªas de usted".
Unamuno opinaba que era el deber de un escritor, y sobre todo de un poeta, saber de lo que hablaba y nunca utilizar tal o cual palabra por el hecho de poseer, al margen de su significado, una pretendida belleza especial. En un conocido poema sobre arte po¨¦tico le hab¨ªa asestado un rapapolvos a Paul Verlaine por proclamar "la m¨²sica sobre todo", y en sus propios versos primaba la sobriedad y la claridad del pensamiento sobre cualquier otra preocupaci¨®n. As¨ª era el de Salamanca.
En cuanto a Juan Ram¨®n, me imagino que sab¨ªa que la palabra nen¨²far es una voz persa que lleg¨® al espa?ol a trav¨¦s del ¨¢rabe. Sea como fuera, opt¨® por dar el nombre alternativo de la flor a su primer libro de poemas, Ninfeas.
No creo que Antonio Machado, por lo menos rebasada su ¨¦poca simbolista, cayera jam¨¢s en la tentaci¨®n de nombrar un p¨¢jaro o una flor sin conocerlos personalmente (en A orillas del Duero casi olemos el romero, la albahaca, la salvia y el espliego hollados por el caminante en su subida a Santa Ana, encima de Soria). Pero no as¨ª B¨¦cquer, con lo de las oscuras golondrinas que anidan debajo del balc¨®n. Me consta que esta ave nunca anida debajo de nada, empezando con los balcones, sino encima de vigas, salientes y objetos afines. B¨¦cquer ha confundido la golondrina con el avi¨®n com¨²n, y uno de los poemas m¨¢s famosos del idioma espa?ol, qu¨¦ le vamos a hacer, contiene un error ornitol¨®gico garrafal.
Hirundo rustica ha tenido mala suerte tambi¨¦n a manos de un gallego, Cela, que pese a jactarse en sus memorias de amar los p¨¢jaros, y de conocerlos bien, nos asegura en San Camilo 1936, o por lo menos el narrador, que las golondrinas hacen sus nidos "en los nichos vac¨ªos y misteriosos" del cementerio del este madrile?o, donde tienen que ser derribados por los sepultureros. Dudo mucho que as¨ª haya sido nunca.
Volviendo a los nen¨²fares, confieso que la palabra me parece digna de la exquisita planta acu¨¢tica que designa. Nadie los pint¨® como Claude Monet, y fueron el tema m¨¢s importante de sus cuadros durante las ¨²ltimas d¨¦cadas de su vida. Cuadros de ensue?o que han levantado el ¨¢nimo a m¨¢s de uno durante los inh¨®spitos inviernos del norte.
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