El mundo destruido de Torres-Garc¨ªa
Eugeni d'Ors y Joaquim Torres-Garc¨ªa fueron los mentores del noucentisme, pero no llegaron a sacar buen provecho del invento, pues a la prematura muerte de Enric Prat de la Riba, su mecenas institucional, se encontraron en plena calle. Ors se busc¨®, entonces, la vida por Madrid y Torres-Garc¨ªa empez¨® a busc¨¢rsela por donde pudo, deambulando por Europa y Am¨¦rica intentando vender pintura y juguetes. El destierro forz¨® violentamente a Torres-Garc¨ªa salir de la campana de cristal del noucentisme y evolucionar hasta la modernidad radical de Van Doesburg, Mondrian y los componentes del grupo internacional Cercle et Carr¨¦, del que fue tambi¨¦n fundador. El alejamiento del catalanismo pol¨ªtico para ¨¦l fue traum¨¢tico, pero como artista le favoreci¨®; al rev¨¦s de lo que ocurr¨ªa con el resto de la pintura catalana, la de Torres-Garc¨ªa en su senectud se iba volviendo joven.
La exposici¨®n Torres-Garc¨ªa, un mundo construido, celebrada en Estrasburgo el a?o pasado y posteriormente presentada en Madrid, pon¨ªa ¨¦nfasis en los aspectos m¨¢s modernos del artista, con un resultado excepcional. Para mostrar la etapa cl¨¢sica, ese otro mundo de Torres-Garc¨ªa, solo hab¨ªa cinco peque?as obras y un mural que era una aut¨¦ntica revelaci¨®n: las pinturas del comedor de la Casa Rialp, en Barcelona. El encargo de este mural, de 13 metros de largo, debi¨® de ser propuesto por Rubi¨® i Bellver, arquitecto de la casa, que ya hab¨ªa colaborado con Torres-Garc¨ªa en los trabajos dirigidos por Gaud¨ª en la catedral de Mallorca. Aunque las pinturas de la Casa Rialp parecen estar fechadas en 1906, la torre no empez¨® a construirse hasta 1908, por lo que planea cierto enigma sobre la fecha exacta de su realizaci¨®n, pues fueron concebidas ex profeso, tal como reconoci¨® el propio Torres. Se trata de una obra primeriza, pero ya muy personal; sin duda es la primera muestra de pintura noucentista claramente definida y contiene toda la iconografia mediterranista que tanta fortuna tendr¨ªa en el pa¨ªs, anticip¨¢ndose en varios a?os a la c¨¦lebre Pastoral de Joaquim Sunyer. El mural hab¨ªa permanecido hasta hace poco en la catalogada Casa Rialp, ignorado por la historiograf¨ªa -a excepci¨®n de una peque?a cita en la Guia de Arquitectura Modernista en Catalu?a de Lacuesta/Gonz¨¢lez. Hace un a?o y medio que el Museo Reina Sof¨ªa de Madrid lo compr¨® y ha salido a la luz en la exposici¨®n de Estrasburgo.
Cuando Puig i Cadafalch despidi¨® a Torres-Garc¨ªa impidi¨¦ndole terminar la decoraci¨®n del Sal¨® de Sant Jordi, en el Palau de la Generalitat, hundi¨® definitivamente la carrera de muralista del pintor uruguayo-catal¨¢n. Torres-Garc¨ªa, desesperado, incluso se ofreci¨® para trabajar gratis, a lo que Puig respondi¨® que la Mancomunitat no aceptaba limosnas. Ya nunca m¨¢s realizar¨ªa otra decoraci¨®n arquitect¨®nica; un hecho traum¨¢tico en su caso, pues pocos artistas hab¨ªan concentrado tantos esfuerzos y anhelos en ello. Pero lo peor de todo era que muchas de sus realizaciones catalanas iban desapareciendo al poco de haber sido pintadas. De las ocho decoraciones que hizo, cuatro ser¨ªan destruidas y de las restantes ya ninguna se conserva en el lugar para el que fueron creadas.
Los frescos de la iglesia de Sant Agust¨ª, en Barcelona, fueron destruidos en 1936. Los de La Divina Pastora, en Sarri¨¤, perecieron en manos de la madre superiora del convento -y pintora aficionada- al cabo de dos a?os de haber sido realizadas, y ni tan s¨®lo el ultracat¨®lico Gaud¨ª consigui¨® que la p¨¦rfida monja recapacitase. Las pinturas de Rialp tambi¨¦n dieron problemas y el propietario neg¨® al autor poderlas fotografiar. Las del despacho de Pere Corominas en el Ayuntamiento de Barcelona desaparecieron de un d¨ªa para otro, sin que hasta ahora se haya aclarado el misterioso asunto. La misma suerte corrieron unas vidrieras para la Mancomunitat, que proyect¨® inmediatamente despu¨¦s. La decoraci¨®n de Mon Rep¨°s, la vivienda que se dise?¨® el artista en Terrassa, fue cubierta con tela de cortinas por el nuevo propietario. Por suerte se recuperaron los frescos y actualmente est¨¢n en la sede central de Caixa Terrassa. De la Casa Badiella, en la misma ciudad, ha sobrevivido una parte de la decoraci¨®n, pero se encuentra dispersada entre varios herederos.
Los inconclusos murales del Sal¨® de Sant Jordi fueron tapados durante la dictadura de Primo de Rivera, cuando se pegaron encima unos lienzos de lo m¨¢s vulgar y chabacano cuyos autores m¨¢s vale ni tan siquiera mencionar. En sus frescos Torres-Garc¨ªa hab¨ªa respetado al m¨¢ximo la arquitectura renacentista, pero la nueva decoraci¨®n convirti¨® el espacio en una especie de lujoso casino atiborrado de purpurina barata y oropel. Sintom¨¢ticamente, el sal¨®n sigue luciendo ese disfraz, a pesar de que hacia 1970 se recuperaran los frescos de Torres-Garc¨ªa, que se trasladaron por partes a un sal¨®n contiguo, como si fueran elementos arqueol¨®gicos. Pasados tantos a?os, todo sigue estando fuera de lugar. La humillaci¨®n sufrida en Catalu?a por Torres-Garc¨ªa motiv¨® su amarga y corrosiva autobiograf¨ªa, escrita camino a su otra patria, Uruguay. En Historia de mi vida el artista se ensa?¨® a gusto con aquella sociedad, insensible y desagradecida, destructora del mundo ideal que con tanto primor -y quiz¨¢ de una forma demasiado ingenua- hab¨ªa creado especialmente para ella.
Josep Casamartina i Parassols es historiador del arte
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