Asustados
Luce la luna llena en Washington, y por primera vez, despu¨¦s de varios meses de fr¨ªo, la gente puede cenar y tomar un caf¨¦ en las terrazas de bares y restaurantes de la capital norteamericana. Pero la sensaci¨®n no es de tranquilidad primaveral. Y esa sensaci¨®n de temor, de nerviosismo contenido, se puede detectar en muchos lugares. Corre el rumor de que es mejor no coger el metro, ya que es precisamente ese medio de transporte tan popular en la capital y su ¨¢rea metropolitana, uno de los objetivos m¨¢s atractivos y evidentes para cualquier terrorista potencial. En cualquier vag¨®n de metro de la capital se pide a los ciudadanos su colaboraci¨®n para evitar esos posibles atentados, pidiendo que se observe con especial cuidado a cualquier persona con vestimenta extra?a. Los altavoces en el metro no dejan de repetir mensajes de alerta en ese mismo sentido. Los centros oficiales y los centros educativos han ido realizando simulacros para aleccionar a la gente sobre qu¨¦ debe y no debe hacerse en caso de atentado terrorista. Las universidades han advertido a sus estudiantes y profesores de las medidas adoptadas, y algunas incluso han tratado de tranquilizar a su personal afirmando que disponen de suficiente agua y alimentos para resistir algunos d¨ªas si fuera necesario.
A pesar de todo ello, ser¨ªa absurdo pensar que la sensaci¨®n general que se respira en Washington o, supongo, en otras ciudades norteamericanas, es de p¨¢nico. M¨¢s bien uno dir¨ªa que se asiste a todo ello como algo inevitable, como algo previsto y preparado hace meses y que ahora finalmente tiene alg¨²n sentido. Recordemos que, despu¨¦s de proceder a fichar a todos los residentes de origen isl¨¢mico, el nuevo Departamento de Seguridad Interior se cubri¨® de gloria hace unas semanas colocando el list¨®n de su peculiar c¨®digo de peligro de amenaza terrorista en el color "naranja" (el eslab¨®n inmediatamente inferior al "color rojo" de amenaza inminente). En una sociedad muy propensa al catastrofismo y a la constante y detallada previsi¨®n del tiempo, ese tipo de c¨®digos y previsiones nunca caen en saco roto. La gente sell¨® puertas y ventanas, habilit¨® "habitaciones seguras" y agot¨® las existencias de cinta adhesiva, de linternas y velas, adem¨¢s de abarrotar la despensa de botellas de agua y alimentos imperecederos. La cosa empez¨® a resquebrajarse cuando se empez¨® a discutir la idea que los ni?os deber¨ªan permanecer en las escuelas si ocurr¨ªa algo, prohibiendo a los padres a que fueran a por ellos. Las vacilaciones del Departamento, y el hecho que nada parec¨ªa ocurrir, hicieron que aquel "c¨®digo naranja" pasara a mejor vida.
Ahora volvemos a estar en "c¨®digo naranja", pero como ha dicho la cadena ABC, esta vez es "naranja oscuro". Y, esta vez, al menos, todos tenemos la cinta adhesiva y no hemos agotado las reservas de agua. L¨®gicamente, en una situaci¨®n como ¨¦sta, si cualquier loco llega con su tractor y se mete en pleno Mall, en medio de edificios federales y muy cerca de los grandes s¨ªmbolos de este pa¨ªs, como el monumento a Washington o los edificios en memoria de presidentes o ca¨ªdos en las guerras anteriores, el caos est¨¢ servido. Dwight Watson, un agricultor de tabaco de Carolina del Norte, harto de los problemas econ¨®micos que, seg¨²n ¨¦l, el Gobierno federal le ha generado, decidi¨® el lunes 17 meter su tractor en los estanques del Mall, advirtiendo que llevaba explosivos y que no le importaba morir. M¨¢s de 100 polic¨ªas y agentes del FBI le rodearon inmediatamente y cortaron las calles adyacentes, cerraron edificios federales y provocaron un caos circulatorio de un par de narices en pleno centro de la capital.
Las grandes cadenas de televisi¨®n no dejan de anunciar los peligros de la venganza que provocar¨¢ el ataque de las tropas norteamericanas en Irak (?tendr¨¢n c¨®digos de colores en Bagdad?) , y el presidente no ha dejado ni un solo minuto de establecer una relaci¨®n causa-efecto entre el atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 y el ataque a la dictadura de Sadam Husein. Como hace tiempo demostr¨® el profesor Barry Glassner en su libro La cultura del miedo, la sociedad norteamericana no ha dejado en estos ¨²ltimos a?os de temer lo peor sobre una realidad y un mundo para ellos cada vez m¨¢s incomprensible. Y ahora, finalmente, ha encontrado un presidente y un liderazgo pol¨ªtico que est¨¢ dispuesto a responder a esa sensaci¨®n y a la barbarie de Al Qaeda, aunque sea definiendo objetivos, estableciendo medios y tomando medidas que poco tengan que ver con las ra¨ªces profundas de esa percepci¨®n.
Al final, como dice Paul Krugman, a pesar de que la mayor¨ªa de estadounidenses no tengan una idea clara de cu¨¢l es el motivo real de la intervenci¨®n militar en Irak, lo cierto es que finalmente algo va a ocurrir y los soldados van a justificar porque est¨¢n all¨ª desde hace meses o semanas. Todo lo dem¨¢s es "politiquer¨ªa antipatri¨®tica" (como las cr¨ªticas que ha recibido el senador dem¨®crata Tom Daschle por atreverse a criticar el desastre diplom¨¢tico de la Administraci¨®n de Bush). Supongo que muchos deben estar pensando a ver si finalmente volvemos a tener un "c¨®digo amarillo" que, desde el 11 de septiembre de 2001, significa que la amenaza terrorista es "s¨®lo" posible.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB. Actualmente ocupa la C¨¢tedra Pr¨ªncipe de Asturias en Georgetown University (EE UU).
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