Euror¨¦cord
La observaci¨®n con anterioridad de una anomal¨ªa o cualquier acontecimiento adverso, no reduce necesariamente su inconveniencia. Es el caso del comportamiento en estos d¨ªas de los tipos de cambio. Que en el pasado la volatilidad de los precios de las principales monedas vehiculares fuera superior a la actual, o m¨¢s intensa la depreciaci¨®n ahora observada del d¨®lar, no constituye precisamente un paliativo a los da?os que la misma origina en algunas de las econom¨ªas de la eurozona.
En una jornada festiva en Estados Unidos y el Reino Unido, el euro registr¨® ayer frente al d¨®lar estadounidense y el yen japon¨¦s el tipo de cambio m¨¢s apreciado de su historia como moneda com¨²n. Pero no ser¨ªan esos 1,18 d¨®lares y 138,70 yenes de ayer los m¨¢ximos de la historia si hici¨¦ramos viajar hacia atr¨¢s en el t¨²nel del tiempo a una moneda sint¨¦tica o cartera de monedas con la misma composici¨®n del euro. En 1973, tras la definitiva ruptura del sistema de Bretton Woods, el euro habr¨ªa cotizado cerca de los dos d¨®lares, para precipitarse definitivamente desde los 1,80 hasta 0,70 entre los tres primeros a?os de la d¨¦cada de los ochenta. Volver¨ªamos a verlo en la frontera del 1,50 d¨®lares a principios de los noventa, manteni¨¦ndose significativamente por encima del 1,20 d¨®lares hasta pr¨¢cticamente el inicio de la fase final de la UME, en enero de 1999.
Lo inconveniente no es tanto el nivel alcanzado ahora por ese tipo de cambio (distintas estimaciones de la Paridad del Poder Adquisitivo sit¨²an el tipo de equilibrio por encima de los 1,20 d¨®lares) , sino el ritmo al que lo ha hecho y las circunstancias econ¨®micas en las que tiene lugar. Esa apreciaci¨®n ha endurecido de forma significativa las condiciones monetarias vigentes en la eurozona, pero de forma muy significativa en aquellas econom¨ªas con una reducida tasa de crecimiento de los precios y especialmente dependientes de la demanda provenientes del exterior de la zona.
Y frente al impacto depresivo de un tipo de cambio en ese nivel, s¨®lo caben tres alternativas: vender euros contra d¨®lares, est¨ªmulos fiscales o reducciones de tipos de inter¨¦s. La eficacia de la primera medida es muy dudosa y la conveniencia de la segunda es pol¨ªticamente muy discutible. S¨®lo queda restablecer las condiciones monetarias propias de una econom¨ªa sin excesiva inflaci¨®n: que el Banco Central Europeo (BCE) baje los tipos de inter¨¦s.
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