?Qui¨¦n protege a Espa?a de Aznar?
El presidente del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, desde su llegada al poder en 1996, ha fijado un rumbo a su pol¨ªtica interior que es cada d¨ªa m¨¢s excluyente de la realidad constitucional y m¨¢s intolerante con la realidad nacional. El presidente Aznar, en estos casi ocho a?os de mandato, ha convertido en tema recurrente la unidad de Espa?a como arma arrojadiza contra la oposici¨®n de izquierdas y contra los nacionalismos perif¨¦ricos.
Para Aznar y el Partido Popular, el PSOE es un partido que, si gobernara, propiciar¨ªa la fractura interna de la naci¨®n espa?ola con temas tan diversos y conceptos tan alejados de la realidad de la mayor¨ªa natural como Espa?a plural, plurinacional y federal. El agente disolvente de la unidad patria, para Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, son Pasqual Maragall y sus malas influencias en un partido socialista que debe mantenerse en la oposici¨®n para preservar la unidad milenaria de la vieja Iberia.
Aznar quiere implantar su modelo de Espa?a, que recuerda a la vieja una, grande y libre
Para ello, el PP ha vampirizado un concepto de un pensador alem¨¢n, J¨¹rgen Habermas, premio Pr¨ªncipe de Asturias, para construir un arma argumental manique¨ªsta dif¨ªcil de rebatir: el patriotismo constitucional. Quien no me siga en esta senda constitucional, no es un patriota, afirma Aznar.
El problema es que Habermas construye su argumento a partir de la lealtad o confianza constitucional, es decir, de las dos partes, en una l¨®gica federal, no unitaria y un¨ªvoca, como lo hace el PP. Lo que hacen los ide¨®logos del PP no es m¨¢s que retorcer la idea federal para convertirla en unitarista y retorcer la idea de confianza, tan necesitada en ciertas zonas de Espa?a entre los nacionalismos -central y perif¨¦rico- para convertirla en imposici¨®n. ?sta es la diferencia abismal en el concepto entre los ide¨®logos del PP y los seguidores federalistas de Habermas.
Frente al patriotismo se alza normalmente otro patriotismo de distinto signo, como lo demuestra la retroalimentaci¨®n de los discursos que o¨ªmos d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n de los dirigentes de los nacionalismos perif¨¦ricos o los dirigentes del rancio nacionalismo espa?ol. En estos discursos de confrontaci¨®n, ambos encuentran un lugar com¨²n para enfrentarse. Se huye del di¨¢logo y del compromiso. Se busca la confrontaci¨®n para jalear a los partidarios de unos y otros.
Se olvida, en definitiva, que la construcci¨®n de un pa¨ªs moderno en la nueva Europa no puede construirse desde el conflicto, sino desde el consenso. Y as¨ª lo vieron los padres de la Constituci¨®n de 1978. Un esp¨ªritu ahora traicionado. La Constituci¨®n es el marco de encuentro, es la base donde se construye la casa com¨²n de convivencia, pero no es, en ning¨²n caso, una casa cerrada y monocolor. Nadie tiene el monopolio de interpretar el texto constitucional, y mucho menos de negar la posibilidad de modificarlo, porque las constituciones deben ser vivas. Deben estar vivas para responder a los cambios que se generan en la sociedad. Los cambios existen y no dejan de existir porque se nieguen, aunque se est¨¦ en el Gobierno.
La cuesti¨®n que se dirime, a 25 a?os vista, es la interpretaci¨®n que hacen Aznar y el PP de la Constituci¨®n. Estamos asistiendo a un revival casi preconstituyente donde algunos de los valores que enmarcaron el pacto entre los partidos empiezan a agrietarse por una obsesi¨®n electoralista por parte del Partido Popular: la rentabilidad electoral de convertirse en defensor ¨²nico y a ultranza de una Espa?a unida, unitarista, radial y centralizadora.
Madrid vuelve a ser el centro en sentido estricto, geogr¨¢fico y pol¨ªtico. Esta idea excluyente de Espa?a se basa en una lectura miope de la realidad espa?ola. En este pa¨ªs, por mucho que lo intente el se?or presidente, se hablan cuatro lenguas y no s¨®lo una. Espa?a es una naci¨®n de naciones -por mucho que lo nieguen algunos juristas- donde la organizaci¨®n territorial se asemeja m¨¢s a un Estado federal que al viejo Estado centralista por mucho que los ministros de Fomento de turno intenten lo contrario con sus planes radiales.
La pregunta que se plantea cualquier observador analizando la realidad pol¨ªtica espa?ola es: ?qui¨¦n protege a Espa?a del se?or Aznar? La sensaci¨®n es que la vida pol¨ªtica bajo su direcci¨®n nos lleva de manera indefectible a pensar que los conservadores de este pa¨ªs quieren volver a tiempos pasados cerrando el proceso de desarrollo auton¨®mico y volver a un sistema m¨¢s cerrado y controlado.
No es una idea nueva porque siempre ha estado en el ¨¢nimo de la derecha nacionalista espa?ola. Aznar quiere ahora abanderar este nuevo intento para implantar su modelo de Espa?a, que mucho nos recuerda la vieja Espa?a una, grande y libre. Pero, ?qui¨¦n protege a Espa?a del se?or Aznar?
Jos¨¦ Montilla es primer secretario del Partit dels Socialistes de Catalunya.
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