?A¨²pa Ullrich!
?A¨²pa Ullrich! Esto es un grito de guerra, s¨ª se?or. Uno de esos que cuentan que levanta a un muerto. Ver¨¢n, les voy a contar una historia.
?rase una vez un equipo profesional espa?ol que se encontraba en su primera concentraci¨®n de pretemporada. Como es habitual, los doctores del equipo trabajaban a destajo a la hora de hacer las pruebas de esfuerzo a los corredores, para poder luego, con los par¨¢metros, planificar un entrenamiento individualizado con ritmos de trabajo y tal y tal.
En ¨¦stas que le lleg¨® el turno de hacer la prueba a uno de los corredores nuevos, lo que se conoce como un neo, ya saben, los que se llevan las novatadas y esas cosas. El neo se prepar¨® como lo hacen todos los j¨®venes para demostrar todo su potencial a los mandamases del equipo, se subi¨® al potro de tortura y comenz¨® a calentar las piernas antes del periodo de carga. Rompi¨® a sudar. Los vatios de la m¨¢quina comenzaron a subir, y la resistencia a la pedalada comenz¨® a ser tan severa, que el neo vio que necesitaba est¨ªmulo para dar el cien por cien en la prueba.
Al ver la desidia del doctor, acostumbrado a ver a tantos otros en esas circunstancias y a permanecer impasible ante ello, decidi¨® autoanimarse para sobrellevar su sufrimiento. As¨ª que no se le ocurri¨® otra cosa que comenzar a decirse en voz bien alta y clara: "?A¨²pa Ullrich! (resoplido) ?Venga campe¨®n! ?A¨²pa, a¨²pa Ullrich!...". ?Ante el asombro del doctor!
Y claro, desde entonces, cada vez que veo a este corredor me acuerdo de Ullrich, y cada vez que Ullrich da una exhibici¨®n de este calibre (esto ya llevaba un tiempo sin ocurrir) me acuerdo a su vez del otro corredor.
A¨²pa Ullrich... comienzo a sentirme fuerte como un toro. A¨²pa Ullrich... respiro, todo el aire del mundo cabe en mi pecho. A¨²pa Ullrich... veo la meta al fondo, bajo pi?¨®n y le meto 1.35 a Armstrong. ?A¨²pa, a¨²pa Ullrich!
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