Primeras palabras
Aprender espa?ol no s¨®lo le servir¨¢ al visitante para integrarse en su entorno, sino para acceder a una de las tribus ling¨¹¨ªsticas m¨¢s multitudinarias del planeta. En efecto: los hispanohablantes no son ni uno ni dos sino 332 o 401 millones, seg¨²n se consulten fuentes de la organizaci¨®n o de los manifestantes. El ¨²nico idioma al que el espa?ol no puede tratar de t¨² a t¨² es el chino mandar¨ªn, practicado por casi 900 personas, en su mayor¨ªa chinos bajo los efectos de la visita del Real Madrid. La utilidad del aprendizaje, pues, va m¨¢s all¨¢ del bienestar veraniego y asegura cierta rentabilidad en la inversi¨®n. Hay quien cree que aprender un idioma que s¨®lo practican cuatro gatos es una p¨¦rdida de tiempo y calibran su valor en funci¨®n de la audiencia potencial. Otros, como el profesor de ling¨¹¨ªstica de la Universidad de Barcelona Jes¨²s T¨²son, ironizan sobre esta tendencia y escribe: "?Comunicarse con 300, 600, 900 millones de personas? ?Qu¨¦ monstruosidad dialogu¨ªstica! ?Qu¨¦ pesadilla, tanta comunicaci¨®n! Toda una vida hablando y s¨®lo hablando, las 24 horas del d¨ªa; todos los d¨ªas de una vida larga, para abarcar una multitud incalculable de hablantes potenciales!".
El guiri, pues, debe tomarse el lado ling¨¹¨ªstico de su viaje como un m¨¢ster de inmersi¨®n que, a la larga, le permitir¨¢ interpretar textos tan cruciales para su porvenir como las cartas de los restaurantes espa?oles del mundo (Chez Paquito, Maruja's Tapas), el estribillo de cualquier canci¨®n grabada en los estudios Crescent Moon de Miami o seguir, en versi¨®n original, los desgarrados di¨¢logos de un culebr¨®n venezolano (cuentan que en Israel hay un canal tem¨¢tico s¨®lo con culebrones para aprender espa?ol). Una vez asumida su condici¨®n de min¨²scula parte de un vast¨ªsimo todo, el extranjero deber¨¢ elegir con cuidado las primeras palabras a pronunciar en p¨²blico. La mayor¨ªa de cursos de idiomas recomiendan saludar e identificarse. Ejemplo: "Hola. Me llamo Bond. James Bond". La utilidad de este sistema es discutible, ya que, en verano, los potenciales interlocutores del turista tenemos serias dificultades para distinguir el d¨ªa de la noche y nos importa un bledo c¨®mo demonios se llame. Lo de no diferenciar el d¨ªa de la noche viene potenciado por el uso non stop de gafas de sol a prueba de eclipses y que tienen la finalidad de disimular los estragos de la mala vida en nuestros castigados globos oculares. En cuanto al saludo, es un h¨¢bito en v¨ªas de extinci¨®n. Casi nadie dice ya "buenos d¨ªas" o "buenas tardes". Lo que se lleva es emitir un gru?ido a modo de escupitajo verbal que nos retrotrae a los felices tiempos primates, cuando no arrastr¨¢bamos el lastre de la urbanidad. Existe, eso s¨ª, una minoritaria tendencia fashion que, tanto para saludar como para despedirse, recurre por sistema a expresiones for¨¢neas. Para saludar: hello (pron¨²nciese jelou). Para despedirse: Ciao (chao). En pa¨ªses de habla no hispana, en cambio, lo fashion es decir "buenos d¨ªas" y "adi¨®s". Y es que siempre deseamos lo que no tenemos.
Ejercicio del d¨ªa: cuente la cantidad de gente que le saluda y la que no y ver¨¢ c¨®mo, estad¨ªsticamente, el espa?ol no es muy de saludar que digamos.
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