Bronce amargo
Yago Lamela se queda a 6 cent¨ªmetros del jamaicano Beckford y a 10 del ganador (8,32 metros), el estadounidense Phillips
Yago Lamela tem¨ªa a la lluvia y se encontr¨® con una noche h¨²meda, fr¨ªa, desapacible para el salto, prueba que privilegia el calor. Pero fueron otras las circunstancias que le impidieron la victoria. Fue el tercero, con 8,22 metros, por detr¨¢s del estadounidense Dwight Phillips (8,32) y del jamaicano James Beckford (8,28). Eran los dos atletas de mayor rango. Pero Lamela ten¨ªa la oportunidad de su vida. Llegaba con la mejor marca del a?o, en un estado de optimismo que rayaba en la euforia y sin la oposici¨®n del cubano Iv¨¢n Pedroso, el saltador que ha cerrado el paso a una generaci¨®n de especialistas, ¨¦l entre ellos. Lamela ten¨ªa el horizonte despejado, pero no logr¨® aprovechar las ventajas. S¨®lo en el ¨²ltimo intento se le reconoci¨®: un gran salto, superior a los 8,40 metros, pero anulado por una huella de medio cent¨ªmetro.
Quiz¨¢ se equivoc¨® por elevaci¨®n. Pronostic¨® no una victoria, sino una gran victoria
Siempre estuvo a remolque, sin encontrar el punto necesario de tranquilidad
La prueba se torci¨® pronto para Yago, que nunca se manej¨® con la seguridad de las ¨²ltimas semanas. No hubo rastro del saltador que domin¨® la serie de clasificaci¨®n. Los dem¨¢s estuvieron en sus marcas habituales, con Phillips a la cabeza. Es lo que ocurre con los norteamericanos: cualquiera de ellos es temible en las grandes competiciones. Phillips es el eslab¨®n d¨¦bil de una cadena que viene de Owens, Boston, Beamon, Myricks, Lewis y Powell. Cada uno fue el mejor en su ¨¦poca y cuesta creer que Phillips lo sea en la actualidad. Es un buen saltador, sin m¨¢s; uno que aprovecha su extraordinaria velocidad natural para volar por encima de los ocho metros. Es m¨¢s velocista que saltador, pero lo mismo le pasaba a Carl Lewis y no le fue nada mal.
Phillips enganch¨® un salto de 8,22 metros en el tercer intento y se coloc¨® por delante de Lamela, cuyo arranque no se correspondi¨® con sus expectativas. Esperaba un salto por encima de los 8,30, algo que pusiera las cosas claras y que le evitara tensiones. No lo consigui¨®. Se qued¨® en 8,04. Desde ese momento comenz¨® a remar. Phillips daba buena sensaci¨®n. Y Beckford amenazaba con buenos saltos. Lo que se promet¨ªa como un mon¨®logo del espa?ol se convirti¨® en un combate por escalar posiciones cent¨ªmetro a cent¨ªmetro. Fue la cl¨¢sica final sin due?o hasta el ¨²ltimo salto.
A Lamela no le falt¨® coraje competitivo. Siempre estuvo a remolque, sin encontrar el punto necesario de tranquilidad para afrontar una final que se le escap¨® irremediablemente. Quiz¨¢ porque se encontr¨® muy lejos del escenario que hab¨ªa so?ado, se le vio un tanto agarrotado, sin su habitual poder¨ªo. Hab¨ªa llegado a su gran d¨ªa en unas condiciones perfectas. Los ¨²ltimos controles eran irreprochables. Entraba a la tabla de batida a una velocidad de 10,80 m/s, m¨¢s r¨¢pido que nunca. F¨ªsicamente, era un tiro. En las ¨²ltimas semanas se hab¨ªa puesto como un pincel, hasta situarse en 76 kilos, su peso ideal. El dietista le hab¨ªa recomendado un poco de control en las comidas y hab¨ªa abandonado cierta tendencia a la glotoner¨ªa. Nada se le opon¨ªa ante su sue?o.
Quiz¨¢ se equivoc¨® por elevaci¨®n. Hab¨ªa pronosticado no una victoria, sino una gran victoria. Habl¨® de batir el r¨¦cord de Espa?a (8,56 metros) porque se encontraba en su mejor momento. Pens¨® que la final ser¨ªa m¨¢s sencilla con la ausencia de Pedroso. Pero noches como ¨¦stas nunca son f¨¢ciles. Est¨¢n los rivales y est¨¢ la abrumadora tensi¨®n que se dispara. Y tambi¨¦n entran a jugar los imponderables. El salto imaginado de 8,30 se qued¨® en 8,04. El efecto fue desastroso. En el segundo intento, dud¨® en la carrera y cometi¨® un nulo. Mir¨® a su entrenador, Rafael Blanquer, en busca de explicaciones. Lo que se promet¨ªa como una final feliz comenzaba a convertirse en una aut¨¦ntica pesadilla.
Lamela no hab¨ªa llegado a la final para buscar una medalla. Lo hab¨ªa dicho en la v¨ªspera: "Estoy aqu¨ª para ganar". Se le notaba un punto de desesperaci¨®n. No encontraba un gran salto. Y la prueba comenzaba a gastar intentos. Es cierto que en cada uno mejor¨® los saltos precedentes: 8,04; 8,12; 8,16; 8,22. La serie fue consistente, pero discreta. No lograba superar a Phillips ni a Beckford, los dos que se anunciaban como rivales desde el principio. Le quedaba la ¨²ltima bala y fue entonces cuando surgi¨® el atleta plet¨®rico. Demasiado tarde. Atac¨® la carrera con decisi¨®n, busc¨® la tabla sin miedo y se jug¨® la victoria como un campe¨®n. Un cent¨ªmetro, medio quiza, le impidi¨® la victoria. Ese salto val¨ªa oro, pero fue anulado. Estaba claro que la noche no pod¨ªa tener un final feliz para ¨¦l. Quer¨ªa disfrutar, por fin, despu¨¦s de tantos sufrimientos. Se encontr¨® con la realidad de la competici¨®n, la menos amable que le pod¨ªa tocar.
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