Devorar la carretera para llegar a la merienda

O. V. tiene 33 a?os, es sevillana, lleva cuatro a?os como interina y prefiere dar s¨®lo sus iniciales (aunque se deja fotografiar). Minutos antes de entrar en clase en el instituto Boabdil de Lucena se le saltan las l¨¢grimas explicando su situaci¨®n laboral, que en su caso, como en el de muchos interinos, entra?a un problema familiar.

Tiene dos hijos, uno de ellos un beb¨¦, y cada d¨ªa se enfrenta a cuatro horas de camino para estar con ellos el mayor tiempo posible. Aunque a muchos les resultar¨ªa perezoso, a ella le encantar¨ªa estar all¨ª cuando su peque?o se despierte con el llanto matutino. Cuando llega a casa ya est¨¢n con la merienda. Su marido trabaja y sus reto?os tienen que pasar m¨¢s tiempo en la guarder¨ªa. Cuando ella sale de trabajar a veces ni come y devora la carretera para llegar a casa a la hora de la merienda.

Este a?o ha permutado la vacante inicial que le hab¨ªa tocado en Dos Torres (C¨®rdoba), aunque anda con la mosca detr¨¢s de la oreja porque una compa?era suya tiene la vacante en Puente Genil. O. V. entiende que seg¨²n los par¨¢metros de designaci¨®n le tocaba a ella esa vacante. Ha recurrido a la Delegaci¨®n de Educaci¨®n de Sevilla. Al margen del recurso, exige que tengan en cuenta criterios personales para otorgar las plazas.

"La gente me dice que estoy como una jaca por los kil¨®metros que hago", explica. As¨ª lleva cuatro a?os, pegada a la carretera y pensando en sus hijos y lamentando que haya "montones de familias separadas". Tampoco lo puede arreglar trasladando a su familia, ya que, adem¨¢s de que su marido tiene trabajo en Sevilla, llevar a sus hijos de un lado para otro ser¨ªa privarlos de una infancia estable y, en definitiva, convertirlos en interinos.