"La causa aliada contra Alemania era justa; lo injusto fueron los medios"
El gran especialista en el holocausto J?rg Friedrich (Essen, 1944) ha vuelto a sacudir las conciencias alemanas con sus dos ¨²ltimos libros. El primero se titula El incendio, Alemania bajo los bombardeos, 1940-1945 (Taurus). Friedrich lo prepar¨® y escribi¨® durante diez a?os, y lo edit¨® por entregas en el popular Bild Zeitung, provocando un terremoto de recuerdos prohibidos hasta entonces. Tras analizar los cr¨ªmenes del nazismo, hab¨ªa girado la mirada hacia el otro tab¨²: el horror vivido por los civiles alemanes durante los cinco a?os de bombardeos aliados. El segundo libro, que acaba de salir a la venta en su pa¨ªs, es un demoledor ap¨¦ndice: las fotograf¨ªas del antes, durante y despu¨¦s de la II Guerra Mundial en las ciudades sometidas a la "indiscriminada tormenta de fuego" aliada. Friedrich lo muestra con manos temblorosas, y cuando llega a una foto de un edificio envuelto en llamas, dice: "Se alcanzaban 800 grados y la gente se escond¨ªa en el s¨®tano. Un crematorio". Luego deja hablar a las im¨¢genes de v¨ªctimas apiladas. Son id¨¦nticas a las de los campos de exterminio. "Un mont¨®n de muertos s¨®lo se parece a un mont¨®n de muertos", afirma.
"S¨®lo las SS sab¨ªan deshacerse de tantos cad¨¢veres. Aprendieron en Treblinka"
"Ni?os y mujeres fueron atacados por una m¨¢quina entrenada para causar matanzas"
El incendio es el terrible relato de c¨®mo 30 millones de inocentes -sobre todo ancianos, mujeres y ni?os- soportaron casi un mill¨®n de toneladas de bombas incendiarias y explosivas. Hubo unos 600.000 muertos, m¨¢s heridos a¨²n, hambre y saqueos, y se perdi¨® una gran parte del patrimonio moral y cultural alem¨¢n.
Pregunta. ?Por qu¨¦ decidi¨® utilizar un estilo literario para narrar semejantes horrores?
Respuesta. Trat¨¦ de escribir el libro como los relatos de los antiguos pueblos, que utilizaban la literatura para contar la historia. Un aspecto de la historia es el sufrimiento de las personas, y ah¨ª la literatura es el mejor espejo de la verdad. Fui muy cuidadoso con las palabras porque quer¨ªa transmitir el sufrimiento, reflejarlo de una manera literal. De hecho, estaba muy preocupado por la traducci¨®n [de Irene P¨¦rez y Miguel Sauras], pero la editorial me dice que est¨¦ tranquilo.
P. Y combina eso con un despliegue de detalles t¨¦cnicos.
R. Es que a veces la muerte es pura t¨¦cnica.
P. ?Y c¨®mo vivi¨® el paso del holocausto al terror aliado?
R. Le contar¨¦ una historia. Una vez escrib¨ª 1.000 p¨¢ginas sobre la guerra de la Wehrmacht en Rusia. Uno de los acusados de aquella campa?a, el mariscal Reinhardt, admiti¨® que tuvo que fusilar sin pruebas al 10% de los habitantes de un pueblo porque ayudaban a los partisanos. En el juicio se defendi¨® diciendo que aquello era mejor que matar con bombas al 20%, al 50% o al 80% de la poblaci¨®n. El tribunal respondi¨® con originalidad, diciendo que eso no compet¨ªa al caso. Pero hab¨ªa parte de verdad en lo que dijo Reinhardt. En la II Guerra Mundial se mataron muchos inocentes, campesinos, ni?os, mujeres, refugiados, prisioneros en trabajos forzosos... Y fueron atacados bajo un c¨¢lculo t¨¦cnico muy claro y preciso, una m¨¢quina entrenada durante mucho tiempo para causar matanzas masivas. No comparo pol¨ªticamente el genocidio de los jud¨ªos, la guerra de los partisanos en Rusia y las bombas aliadas. Pero tienen mucho en com¨²n: el sufrimiento de inocentes que no quer¨ªan aniquilar a nadie. Vivieron las m¨¢s grandes batallas del siglo XX y muchos murieron all¨ª. Esa ca¨ªda de la civilizaci¨®n en la barbarie es el sometimiento ante un poder inmenso. Se necesitar¨ªa a Homero o Dante para contarlo.
P. Dice Chomsky que la ¨²nica diferencia es si lo hacemos nosotros o ellos.
R. Los juristas del siglo XVII intentaron definir con gran audacia la diferencia entre ataque y defensa. Si ellos no pudieron y decidieron que no hab¨ªa consenso sobre eso, dif¨ªcilmente podremos nosotros. ?Qui¨¦n ataca y se defiende, Israel o Palestina? ?Era Milosevic el atacado o el agredido? ?Ataca Al Qaeda? Por razones t¨¦cnicas, es mejor pasar de largo sobre la cuesti¨®n del ataque defensivo o la guerra preventiva. Aqu¨¦lla fue una guerra total, con una causa justa y unos medios injustos, que contradec¨ªan, como dijo el valiente y prof¨¦tico obispo ingl¨¦s George Bell en 1944, los objetivos que se intentaba alcanzar. Esa contradicci¨®n es la gran paradoja de esta guerra total. No digo que Roosevelt o Churchill fueran almas depravadas, s¨®lo constato la incapacidad de los civiles para resistir la presi¨®n de la barbarie.
P. En Espa?a todav¨ªa no hemos contado todos los muertos. ?Ustedes han podido?
R. Es imposible. Nos movemos entre 320.000 y 670.000. Ni siquiera sabemos cu¨¢nta gente muri¨® en Dresde, quiz¨¢ 20.000 personas: los cad¨¢veres se eliminaban para evitar epidemias y dar a la ciudad un aspecto soportable. S¨®lo las SS sab¨ªan c¨®mo deshacerse de tantos cad¨¢veres. Hab¨ªan entrenado en el campo de exterminio de Treblinka, as¨ª que montaron una parrilla con rieles de tren y los quemaron. No tenemos fotos de Treblinka, pero viendo las de Dresde podemos imaginar c¨®mo fue. En el ataque a Swinem¨¹nde, en la costa b¨¢ltica, cayeron 1.500 toneladas de bombas. No sabemos si murieron 10.000 o 20.000 personas. El secreto est¨¢ guardado bajo una colina. Pero abrir las fosas es impensable. Met¨ªan los muertos sin identificarlos ni contarlos. Otras veces se dejaban bajo los escombros. Y sobre esa mezcla se reconstruy¨® el pa¨ªs.
P. Y se erigi¨® el olvido.
R. Ning¨²n alem¨¢n puede ver esas fotos sin recordar las de los jud¨ªos. Las im¨¢genes se diluyen, los exterminios masivos siempre se parecen. Y el observador tiene la obligaci¨®n de distinguir esos montones de v¨ªctimas. ?Unos son inocentes y los otros menos? Para la aniquilaci¨®n de jud¨ªos, rusos, gitanos y polacos hay un juicio moral muy claro. Nuestros propios muertos nos parecen seres castigados. Por eso el libro de fotos ha encontrado m¨¢s resistencia que El incendio. Resulta insoportable de mirar.
P. En el libro niega que las bombas respondieran a una estrategia militar.
R. Todos sabemos que Berl¨ªn fue conquistado a pie, metro a metro, por el Ej¨¦rcito Rojo y con medio mill¨®n de muertos. ?Eran los 72.000 ni?os que murieron bajo las bombas defensores del r¨¦gimen nazi? A diferencia de Goering, ellos no pudieron defenderse en un juicio. Fueron sentenciados a muerte por una guerra total. Si hoy pasara algo as¨ª, todo el mundo se levantar¨ªa en contra. El mayor n¨²mero de v¨ªctimas, 130.000, se produjo en los ¨²ltimos meses de la guerra, de enero a mayo de 1945. Mor¨ªan 1.023 personas al d¨ªa. Fue una mezcla de crueldad y perfecci¨®n t¨¦cnica, una exhibici¨®n de armamento. No empez¨® as¨ª, pero acab¨® as¨ª: destruyendo todo y exterminando en masa.
P. ?Para afrontar mejor la reconstrucci¨®n, como en Irak?
R. Cuando los americanos entraron en mi ciudad, Essen, en abril del 45, enviaron un soci¨®logo. Su informe dijo que har¨ªan falta 100 a?os para instalar otra vez la civilizaci¨®n all¨ª. Luego enviaron un economista. Se entrevist¨® con los responsables de la industria pesada de Krupp y pregunt¨® cu¨¢nto tiempo tardar¨ªan en volver a fabricar. La respuesta fue: dos semanas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.