La amante de Duchamp
He puesto este titulo, querido lector, porque si hubiera puesto La escultora Mar¨ªa Martins o La incre¨ªble vida de Mar¨ªa Martins, tal vez no habr¨ªa atra¨ªdo suficientemente su atenci¨®n. ?ste suele ser el destino de aquellas mujeres que tuvieron por amante a un personaje famoso y a quienes se les reconocen sus m¨¦ritos propios tan s¨®lo con el paso de los a?os y el cambio de mentalidades.
Sobre Mar¨ªa Martins ha le¨ªdo una excelente tesis en la universidad de Barcelona la brasile?a Maria Gra?a Ramos, y me fui rauda a escucharla porque sab¨ªa que Mar¨ªa Martins hab¨ªa sido la modelo para Etant donn¨¦s, la famosa ¨²ltima obra de Duchamp (iniciada en l946 y terminada en l966), donde el espectador mira a trav¨¦s de un agujero de una vieja puerta espa?ola una cr¨ªptica escena con una mujer estirada en un lecho de ramas, las piernas separadas, el sexo muy abierto y desplazado, y con una l¨¢mpara de gas en su mano izquierda. Duchamp trabaj¨® secretamente en Etant donn¨¦s durante muchos a?os, ya que prefer¨ªa no ense?ar nada a nadie (lo que ¨¦l llamaba go underground) y no exponer. "Exposer ressemble trop ¨¤ ¨¦pouser", hab¨ªa afirmado el gran soltero, quien apenas vendi¨® obras hasta unos a?os antes de morir. Mar¨ªa fue tambi¨¦n la destinataria de un bajorrelieve preparatorio para el Etant donn¨¦s, hoy en el Museo de Estocolmo, para cuya manipulaci¨®n Duchamp dio indicaciones bien precisas: "En caso de reenmarcarlo, no hay que tocar a la mujer, cuya epidermis est¨¢ manchada de mina de plomo; esta mina de plomo no est¨¢ fijada y no puede estarlo". Como se sabe, y a pesar de promover un arte mental y no retiniano, Duchamp conced¨ªa una extraordinaria importancia a los detalles t¨¦cnicos y materiales de sus objetos y assemblages.
Mar¨ªa Martins, modelo de 'Etant donn¨¦s', la ¨²ltima obra de Duchamp, y escultora con nombre propio
Es tambi¨¦n a ella a quien, en l946, le regala una de sus bo?tes en valise con un dibujo titulado Paisaje fautif (Paisaje falible, defectuoso) realizado con su propio esperma. Hoy en d¨ªa, cuando todo el mundo realiza obras de arte con sus flujos corporales, no est¨¢ de m¨¢s recordar que Duchamp, pionero, como Picasso, en casi todo, hizo esta mancha en l946, a la vez como un regalo de car¨¢cter sumamente ¨ªntimo y, como casi siempre en ¨¦l, como una obra que jugaba con un ir¨®nico t¨ªtulo. Finalmente, con relaci¨®n a Duchamp, tambi¨¦n el seno de Mar¨ªa fue el modelo para la famosa obra Pri¨¨re de toucher, cuya versi¨®n seriada constituir¨ªa la portada del cat¨¢logo de la Exposici¨®n Internacional del Surrealismo de la galer¨ªa Maeght, en l947.
La vida de Mar¨ªa Martins es tan apasionante como ella debi¨® de serlo. Hija de un ministro de justicia brasile?o, naci¨® en l894 y se cas¨® en primeras nupcias con el historiador Tarquinio de Sosa. Mas tarde se volvi¨® a casar, esta vez con el embajador de Brasil en Estados Unidos Carlos Martins, de quien tomar¨ªa el nombre. Fue alumna de Jacques Lipchitz y, ya como escultora profesional, aprendi¨® la t¨¦cnica de la fundici¨®n en B¨¦lgica, donde inici¨® su amistad con el rey Leopoldo. Se dice que el poder la atra¨ªa y siempre se ha rumoreado un romance con Mussolini en los a?os veinte, romance sobre el cual, seg¨²n Maria Gra?a Ramos, no existe ninguna prueba. Inteligente, curiosa, de gran car¨¢cter y con ideas propias, coleccion¨® armas medievales, estudi¨® la filosof¨ªa budista, escribi¨® sobre China y sobre los l¨ªderes religiosos de la India, y fue amiga de numerosos pintores y escritores, uno de los cuales fue Mondrian, con quien expuso en Nueva York en los a?os cuarenta y a quien compr¨® el famoso lienzo Victory Boggie-Woogie, que luego Mar¨ªa don¨® al MOMA.
Andr¨¦ Breton la conoci¨® en l943, en su exilio neoyorquino, y en un bello texto de l947 publicado en Le Surr¨¦alisme et la Peintu-re alaba en ella su capacidad "para cantar la pasi¨®n humana" e ir a las fuentes primitivas. Su escultura, en efecto, rompe con el clasicismo en su pa¨ªs para hallar un lenguaje propio en el que se mezcla lo humano, lo vegetal y lo animal. La influencia de Lipchitz es a veces palpable, pero el surrealismo -de cuyo grupo form¨® parte, exponiendo en varias de las principales colectivas de posguerra- y la propia imaginer¨ªa brasile?a (la Cobra Grande o Gran Serpiente, o el mito de Yara, la gran devoradora de hombres) est¨¢n tambi¨¦n presentes en sus esculturas, que hablan del poder del erotismo y de la violencia del sexo. Quiz¨¢ por esto ¨²ltimo su obra fue, seg¨²n Mar¨ªa Gra?a Ramos, muy criticada en aquel atrasado Brasil de los a?os cincuenta, e incluso fue calificada de "obscena". "Se consideraba a Mar¨ªa Martins m¨¢s como a un personaje p¨²blico, mujer de embajador y polemista en la prensa (donde criticaba vehementemente la rancia pol¨ªtica art¨ªstica de su pa¨ªs), que como a una escultora con nombre propio" , a?ade Ramos.
La relaci¨®n con Duchamp dur¨® entre l946 y l951, pero aunque se trunc¨® con la entrada en la vida de Duchamp de Teeny Matisse (la ex esposa del gran marchante Pierre Matisse, con la cual Marcel contraer¨ªa matrimonio en l954), Gra?a Ramos ha descubierto que la correspondencia no se rompe abruptamente tal como se hab¨ªa dicho. Existen cartas hasta el final de la vida de Marcel y a¨²n se vieron en l966, dos a?os antes de la muerte del dada¨ªsta. Mar¨ªa, mundana y cosmopolita, parece que se aburri¨® en aquel encuentro, y tampoco quiso nunca dejar su status ni su familia por un artista admirado entonces tan s¨®lo por una peque?a corte de intelectuales. Ahora Duchamp es un dios, y Mar¨ªa una de sus excelentes interlocutoras, cuya obra pl¨¢stica empieza a estar presente en cualquier colectiva surrealista que se precie y obligatoriamente en cualquier representaci¨®n de arte brasile?o, donde ocupa un puesto de honor junto al de Tarsilia de Amaral y Lygia Clark.
Victoria Combal¨ªa es cr¨ªtica de arte.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.