"Nunca olvidar¨¦ lo que v¨ª por el espejo retrovisor del tren"
Son 526 los maquinistas que dan servicio a la red de cercan¨ªas de Madrid de Renfe, pero para cuatro de ellos nada es igual desde el 11 de marzo. Antonio Delgado es el ¨²nico de los maquinistas de los trenes del atentado que ha podido volver al trabajo. Para ¨¦l la estaci¨®n de El Pozo, antes una m¨¢s del recorrido, tendr¨¢ un sentido especial para siempre. Antonio tiene 40 a?os y un hijo de 10 forofo del Sevilla, como ¨¦l. Vive en Azuqueca de Henares, muy cerca de la estaci¨®n del tren y hace ya 22 a?os que es maquinista en Renfe. Como muchas otras veces, el 11-M empez¨® su trabajo en Guadalajara. Eran las 6.50 de la ma?ana y ten¨ªa que llevar su m¨¢quina, una 450 de dos pisos, hasta Alcobendas-San Sebasti¨¢n de los Reyes. Unas dos horas de recorrido en total. "Era mi primer servicio. Fuimos pasando las estaciones: Guadalajara, Azuqueca, Meco, Alcal¨¢... El tren llevaba mucha ocupaci¨®n. Te das cuenta en cada parada cuando desde la cabina ves la gente que espera en los andenes".
"Ahora no paro de pensar que pod¨ªa haber hecho m¨¢s, que pod¨ªa haber ayudado m¨¢s"
"El Pozo era para m¨ª una estaci¨®n m¨¢s; desde ahora tendr¨¢ siempre un sentido especial"
Antonio, un hombre corpulento de f¨ªsico rotundo, est¨¢ sereno, pero tiene que parar su relato, respira hondo y pide un vaso de agua. "Me viene bien hablar. Soy tranquilo en apariencia pero interiormente los nervios me devoran".
"Llegamos a la estaci¨®n de El Pozo", contin¨²a, "cerr¨¦ las puertas cuando comprob¨¦ que todo el mundo hab¨ªa entrado e inici¨¦ la marcha. S¨®lo hab¨ªa avanzado unos metros cuando sent¨ª un ruido muy fuerte. No sab¨ªa qu¨¦ era, la 450 lleva una doble puerta que separa mi cabina del resto del tren y amortigua mucho el sonido. El tren se par¨® por la explosi¨®n, yo no lo par¨¦; pens¨¦ que hab¨ªa estallado un motor. Era un ruido raro y muy fuerte, nada parecido a otras aver¨ªas. Accion¨¦ el mando del espejo retrovisor para ver el and¨¦n. Hab¨ªa humo y en ese mismo momento escuch¨¦ la segunda explosi¨®n. El tren revent¨® y vi los cuerpos de los pasajeros que saltaban por los aires. Eso lo vi yo por el retrovisor", repite mirando fijamente a su interlocutor, "Lo tengo grabado en la retina y no podr¨¦ olvidarlo nunca".
El maquinista supo que aquello no era una aver¨ªa y enseguida pens¨® en una bomba. Por primera vez en toda su vida profesional accion¨® el dispositivo de emergencia que hay en todas las cabinas y los segundos que tardaron en contestarle desde el puesto de mando se le hicieron eternos. Su jefe de zona, que le sirve de apoyo durante la entrevista para superar la prueba de volver a recordar, explica que este dispositivo anula otras llamadas que lleguen en ese momento al puesto de mando, pero hab¨ªa explosiones en otros trenes, aunque Antonio no lo sab¨ªa.
"Han explotado dos coches. ?Lo que acabo de ver es tremendo, enviad todo lo que haga falta para ayudar a la gente! ?El tren ha explotado!", acert¨® a comunicar Antonio cuando por fin le contestaron desde el otro lado. Sus compa?eros le recomendaban tranquilidad y le daban aliento. ?l, mientras tanto, no pod¨ªa moverse de la cabina en parte por el p¨¢nico, en parte porque entendi¨® que era la ¨²nica forma de comunicarse y pedir ayuda. No sabe cu¨¢nto tiempo estuvo all¨ª, pudo ser mucho o poco. Todo, menos la imagen del retrovisor y pedir ayuda desde la cabina, hab¨ªa perdido el sentido real para ¨¦l.
"Al bajar del tren vi restos esparcidos por el and¨¦n. Me entr¨® el p¨¢nico y los nervios, corr¨ªa de un lado para otro, de la cabina al and¨¦n y del and¨¦n a la cabina. Me encontr¨¦ con otros dos ferroviarios que ven¨ªan llorando hac¨ªa m¨ª y nos abrazamos llorando. Era un espect¨¢culo fuera de cualquier imaginaci¨®n".
Mientras Antonio en sus carreras incontroladas no paraba de repasar las caras de la gente que hab¨ªa subido al tren en cada parada, el p¨¢nico iba aumentando de intensidad. "No era temor a otra explosi¨®n", dice, "s¨®lo pod¨ªa pensar en el da?o que todo eso hab¨ªa causado".
Por fin acert¨® a llamar por el m¨®vil a su mujer para decirle que estaba bien, que hab¨ªa ocurrido algo muy fuerte y que viera lo que viera en televisi¨®n no se preocupara. Las comunicaciones quedaron colapsadas pero la m¨¢quina del fat¨ªdico tren continu¨® encendida para mantener la comunicaci¨®n con el mando de Renfe. S¨®lo cuando sus superiores le dieron la orden de apagarla, asegurarla y que se marchara de all¨ª, se alej¨® de su tren.
"Vagu¨¦ por la zona acordonada porque la polic¨ªa quer¨ªa hablar conmigo y ahora no paro de pensar que pod¨ªa haber hecho m¨¢s, que pod¨ªa haber ayudado m¨¢s, pero los nervios me desbordaron, s¨®lo pod¨ªa correr de un lado para otro... Y llorar".
No recuerda m¨¢s explosiones, casi ha olvidado la orden de los polic¨ªas de alejarse de la zona porque hab¨ªa m¨¢s bombas. Antonio segu¨ªa repasando las caras de sus pasajeros: "estudiantes, trabajadores, gente muy joven", recuerda emocionado.
Ese d¨ªa no pudo ver la televisi¨®n, ni escuchar las noticias que la radio repet¨ªa una y otra vez, s¨®lo pudo acertar a refugiarse en su familia, en su mujer, que tuvo que tomar tantos tranquilizantes como ¨¦l; y en su hijo, que al enterarse en el colegio de lo que hab¨ªa pasado hab¨ªa comentado que su padre era maquinista de un tren parecido. S¨®lo cuando lleg¨® la noche fue capaz de enfrentarse al drama y escuchar el alcance humano de la tragedia. Y tambi¨¦n tuvo que explicarle a su hijo lo que hab¨ªa pasado. "Aunque hemos intentado quitarle dramatismo y evitarle algunas im¨¢genes tuve que decirle que hay gente muy mala capaz de hacer cosas terribles como ¨¦sta y que hay gente que iba en esos trenes que ha tenido mala suerte y no han podido sobrevivir y otros, como yo, que hemos tenido la suerte de salir vivos. Estoy guardando los peri¨®dicos de estos d¨ªas como oro en pa?o y cuando sea mayor le podr¨¦ ense?ar y explicar lo que pas¨® para que comprenda lo que no se puede comprender".
Antonio ha estado algunos d¨ªas sin trabajar y con asistencia m¨¦dica por recomendaci¨®n de la empresa. Los psic¨®logos le han dicho que es bueno recordar y charlar sobre el tema. Ayer se decidi¨® a hablar por primera vez con personas ajenas a su entorno inmediato, pero el d¨ªa anterior ya se hab¨ªa incorporado al servicio y a la circulaci¨®n. Volvi¨® a hacer el mismo recorrido dos veces y asegura tranquilo, con la mirada serena, que est¨¢ bien y con fuerzas para empezar otra vez, para continuar con la normalidad "mientras pueda" y seguir entrando puntual en la estaci¨®n de Azuqueca, "es un reto especial porque es donde yo vivo".
Cuando se le pregunta por lo que ha cambiado para ¨¦l no duda en afirmar: "Antes El Pozo para m¨ª era una estaci¨®n m¨¢s de la red de cercan¨ªas, no me dec¨ªa nada especial. Ahora tiene y tendr¨¢ siempre un sentido especial. Siempre mirar¨¦ por el espejo retrovisor".
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